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Opinión

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Tormenta tropical Andrés Manuel

La tormenta tropical Andrés Manuel dejará una estela de días negros. Una de esas oscuridades será la trivialización de la palabra. Ha descubierto el agua tibia de la demagogia: soltar cotidianamente una sarta de banalidades, Chico Che incluido, para vaciar de todo contenido el discurso. Hoy en nuestro país no se discute casi nada con argumentos, el debate se reduce a ofender al otro. El huracán de palacio no pasa día sin hablar de los conservadores, de los fifís, de sus adversarios, de la derecha. «Señor presidente, pero el ejército espía». «No somos iguales», contesta desde la tribuna, «mis adversarios me quieren desprestigiar» y el bla bla bla mañanero que ya nos sabemos de memoria.

El martes 4 de octubre, en el Senado, cuando se discutía sobre prolongar o no la presencia del Ejército en tareas de seguridad pública, la discusión se desvió a un conjunto horripilante de ataques personales: Lily Téllez comenzó atacando sin pruebas. Llamó «bola de corruptos» a los senadores de morena, sentó y calló a Gómez Urrutia y lo acusó de ser un líder sindical que se ha beneficiado indebidamente de los trabajadores. Luego dijo que los morenistas votarían a favor de la iniciativa como hienas que se comen las sobras que les avienta el presidente. 

Una de las respuestas a tales ofensas vino en palabras de la senadora Rocío Abreu, que acusó a Téllez de acostarse con medio mundo en la televisora en la que trabajaba y de «bajarle el marido» a una amiga. Más sombras de esta izquierda que arremete contra la vida sexual de una mujer para defenderse de acusaciones de corrupción y sumisión. Da vergüenza la izquierda mojigata. Ojalá Abreu aprendiera un poco de su compañera María Clemente, diputada que también se dedica a ser, en sus palabras, «puta». María Clemente subió a su cuenta de Twitter un video pornográfico porque, dice, es su trabajo, que defiende con la cara en alto. Por supuesto que la pornografía voluntaria debe estar protegida por la libertad de expresión. Y el oficio de la diputada María Clemente debe estar regulado y protegido por la ley. Aquí es bueno hacer una aclaración: mucha pornografía y trabajo sexual son producto de la trata de personas y no del ejercicio libre de la sexualidad. Pero justo por eso es que una iniciativa de ley que regule el trabajo sexual es urgente, para combatir ese tipo de esclavitud y dotar de derechos a quienes lo ejercen. Es posible el trabajo sexual en libertad, quien no lo crea, que se lo diga a María Clemente que, como vemos, defiende su derecho de ser diputada y «puta». Ya veremos los argumentos a favor y en contra de la iniciativa que propondrá. Esperemos que no se parezcan a las palabras de Abreu, quien solo reprodujo un prejuicio machista: que los hombres pueden ser promiscuos y las mujeres deben ser recatadas.

Resulta desesperanzador que el gobierno de Andrés Manuel siga al pie de la letra el adagio que tanto le criticaron a su archienemigo Calderón y muevan todo lo posible para  ganar votaciones en el legislativo «haiga sido como haiga sido». Lo cierto es que doblegar a la oposición bajo amenaza de judicializar expedientes habla mal de todos: de los corruptos en la oposición y de los corruptos en el poder, para quienes la justicia no es más que moneda de cambio. Días negros.

Twitter: @munozoliveira

L.M. Oliveira es escritor. Autor de "El mismo polvo" y "El oficio de la venganza". Es Titular A en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y El Caribe.

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