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Arte e Ideas

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Aeroméxico, Gran Plan: Kafka y Peña

Una mañana el Sr. K recibió la visita de su albacea, Max Brod, quien había finiquitado la compra de un paquete Gran Plan de Aeroméxico. Inquieto y suspicaz, el Sr. K continuó recostado, sin siquiera voltear a ver al recién llegado.

Una mañana el Sr. K recibió la visita de su albacea, Max Brod, quien había finiquitado la compra de un paquete Gran Plan de Aeroméxico. Inquieto y suspicaz, el Sr. K continuó recostado, sin siquiera voltear a ver al recién llegado.

No puedo creerlo, imagínate cinco noches en un hotel boutique y el boleto redondo de avión por unas cuantas coronas -parloteaba el visitante en su vano intento por animar a su amigo. Esperé con ängst las promociones del outlet de Aeroméxico antes de invertir nuestros últimos ahorros en este viaje.

A pesar del empeño de Brod, parecía imposible distraer al melancólico Sr. K de sus cavilaciones, hasta que un par de golpes secos en la puerta anunciaron la desagradable presencia de la dueña de la pensión. Sin dar tiempo a una estrategia defensiva, la intrusa comenzó a vociferar.

Sr. K, despierte, no se haga el haragán; unos hombres de aspecto gris exigen verlo de inmediato. Parece que el candidato presidencial está en serias dificultades y requieren de inmediato su presencia en el Castillo. Beckett y Ionesco -agregó la metiche- lo han mencionado en sus testimonios e insisten en que no olvide llevar tres libros de autores fáciles de recordar ".

Brod, quien ya se había quedado amorcillado, pegó un brinco y de entre sus ropas sacó la hoja que comprobaba el pago de la promoción. Ahora es nuestra oportunidad, Franz, debemos viajar cuanto antes.

El Sr. K echó una mirada de soslayo al documento donde aparecían sus nombres, los números de vuelo, las fechas y horas de salida y llegada, pero lo que terminó convenciéndolo fue el nombre extraordinario del hotel reservado: el Argonaut.

La llegada fue de madrugada. Habían viajado varias horas y la sensación de cansancio era evidente. Sin embargo, sus mentes se mantenían ágiles y despiertas. El agente migratorio parecía empeñado en tratarlos con una sospechosa cordialidad. Al salir a la calle, no tardaron en encontrar taxi y en tan sólo 20 minutos arribaron al lugar convenido.

El encargado de la recepción miró fijamente su computadora con incredulidad. Lo siento pero en nuestro sistema no aparece ninguna reservación con sus nombres. Lo raro es que su documentación concuerda plenamente con nuestro hotel y las fechas. Parece ser que su agencia de viajes no nos ha pagado y, por lo tanto, las relaciones comerciales fueron suspendidas.

Podemos ofrecerles, si lo desean, una habitación siempre y cuando el importe sea cubierto por ustedes.

¿Quiere decir que, como Aeroméxico no ha cumplido sus pagos, nuestra reservación desapareció? Efectivamente.

Desde ese día -casi un mes- el Sr. K ha llamado incontables veces al irónicamente llamado Servicio a Clientes y ha aprendido a escuchar con serenidad innumerables grabaciones con excelentes promociones; lo han transferido de una extensión a otra sin resultado. Algunas voces, incluso, le han expresado sorpresa y consternación, pero su tarjeta de crédito aún sigue con el mismo saldo negativo.

¿Querían conocer paisanos una experiencia verdaderamente ridícula? Pues aquí la tienen.

Aeroméxico sí lee -a Kafka-, Mexicana no (Ghandi).

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