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Arte e Ideas

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Alejandro Jodorowsky entrevista a un gorila

Mientras en 1968 las calles se llenaban de manifestantes y protestas, los teatros y galerías daban vuelo a otras inconformidades.

En 1968 ocurrieron en México dos fenómenos sociales paralelos, aparentemente contradictorios: un movimiento estudiantil activo, sofocado a balazos en Tlatelolco, y un deslumbrante encuentro artístico internacional (Olimpiada Cultural), que impulsó y cambió para siempre el juicio y la sensibilidad de un cierto público.

Los cuerpos policiacos de granaderos corretearon, macanearon e intentaron acallar a los cientos de miles de jóvenes –los Indignados de entonces- que en manifestaciones callejeras exigían, entre otras cosas, alto al autoritarismo, la cerrazón y la violencia gubernamentales.

Al mismo tiempo, las salas de conciertos, las galerías y los teatros de la capital del país presentaban obras de los creadores más rebeldes e innovadores de la segunda mitad del siglo pasado. Ahí se daban cita estudiantes inconformes en busca de respuestas éticas y estéticas a sus inquietudes, hartos del conservadurismo moral y la estrechez cultural.

La efervescencia artística se convirtió en una forma de revancha ante la represión. La ignorancia y la falta de visión de unos cuantos sirvieron para preservar la actividad y el entusiasmo en los espacios públicos.

Ese año, Jerzy Grotowski presentó su concepto del teatro pobre con la obra de Calderón de la Barca El príncipe constante, en el Foro Isabelino de la UNAM.

Desde entonces, la técnica escénica y personal de la actuación cambiaron para siempre. Jamás se había visto una representación más desgarradora del trabajo actoral. Sin una sola palabra en español –pues la obra se habló en polaco-, el público quedó profundamente conmovido con la historia de un joven príncipe que es castrado por sus enemigos.

Ignacio López Tarso encarnó entonces, en el Teatro Hidalgo (hoy Ignacio Retes), al personaje de la obra de Eugene Ionesco, El rey se muere, dirigido por Alejandro Jodorowsky. La actuación de López Tarso fue tan poderosa que el mismo Ionesco, de visita en México, reconoció que nunca antes había visto una representación de su obra tan extraordinaria.

Otra escenificación que tuvo un fuerte impacto fue Marat/Sade, escrita por Peter Weiss, en la que los internos de un asilo mental en tiempos de la Revolución Francesa se convierten en los actores de una representación teatral que dirige el propio Marqués de Sade dentro del manicomio. Sergio Jiménez (El Caifán) interpretó el papel de Jean-Paul Marat, médico, periodista y activista de izquierda que al final es asesinado por los cuidadores responsables de mantener el orden en el Asilo de Charenton .

En otro teatro, Narciso Busquet, actor excepcional, desarrolla un monólogo basado en un cuento breve de Kafka, con el nombre de El Gorila. Un primate es capturado en la selva y trasladado a la civilización. Después de un prolongado y traumático aprendizaje, el simio termina siendo casi humano. Incrédulos, los grandes sabios de la Academia lo convocan para que sea él quien explique su proceso de transformación. Alejandro Jodorowsky hizo la adaptación y la dirección de esta obra que nos remite al desencanto juvenil ante el orden establecido.

De no haber sido por estas expresiones de libertad artística, 1968 sería recordado como un año impregnado de barbarie y frustración.

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