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Capital mental: Casino Royale y algunos daños colaterales

Este estado de cosas es resultado del estrés traumático que la brutalidad y la barbarie provocan entre la gente más débil y vulnerable.

Tal vez ustedes no estén para saberlo, ni yo para contarlo, pero tan solo en lo que va de la semana he atendido psiquiátricamente a tres víctimas de la violencia rampante que, desde hace algunos años, sufrimos los ciudadanos comunes de este país.

Lo más alarmante, sin embargo, es que aún cuando este fenómeno tiene gravísimas consecuencias en la salud mental de la población, pareciera que en esta guerra solo interesa el número de muertes de uno y otro bando.

Es necesario que las autoridades entiendan que en México ya hay varios miles de niños y niñas, jóvenes, adultos y ancianos que día con día viven atenazados por el pánico y el dolor emocional derivado de la pérdida de seres queridos, por las amenazas y agresiones sufridas, pero también a consecuencia de la imposibilidad de llevar a cabo sus actividades diarias de manera normal. Este estado de cosas es resultado del estrés traumático que la brutalidad y la barbarie provocan entre la gente más débil y vulnerable.

Aunque en realidad nadie puede sentirse a salvo.

En los Estados Unidos, el Instituto Nacional de Salud Mental ha reconocido que los suicidios en la población joven se han incrementado desproporcionadamente desde el comienzo de la guerra en Irak y Afganistán. Un alto porcentaje de veteranos que han cometido actos violentos en sus comunidades, posteriormente se han quitado la vida. El gobierno, ante la presión pública, se ha visto obligado a destinar importantes recursos financieros y actualmente hay miles de psiquiatras y psicólogos trabajando intensamente para contender con esta epidemia de suicidios.

En México, por el contrario, estamos sumidos en una situación de guerra pero ninguna autoridad siquiera ha mencionado la probabilidad de que la población -sobre todo en etapas de niñez y adolescencia- se encuentre en riesgo de padecer algunas de las consecuencias mentales más comunes de una situación de guerra.

Hace unos días un amigo físico-matemático me hacía la curiosa observación de que en el ámbito de las ciencias para que algo "exista", se necesita que alguien lo haya medido. Hasta donde tengo conocimiento ninguna investigación científica en la actualidad está en vías de revelar el verdadero número de personas que están siendo afectadas por la llamada narco-violencia, las características de esa afectación y las medidas que debieran tomarse con el fin de atender oportuna y adecuadamente a dichas personas.

Mientras esto no suceda es probable que sigamos considerando "inexistente" la problemática psicológica de aquellas personas heridas en medio de una balacera, o de quienes buscan a un familiar desaparecido y de quienes han sido amenazados y torturados por una confusión de rostros y circunstancias.

El rector de la UNAM ha propuesto un plan para resolver la inseguridad y ha dicho: "Es necesario que todos asumamos esta situación como parte de la responsabilidad de una generación, a la que le ha tocado vivir un problema muy serio en el país, que se ha gestado a lo largo de varios lustros y que hoy tenemos que ponerle, entre todos, un punto final".

¿Más claro?... ni echándole gasolina.

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