Buscar
Arte e Ideas

Lectura 3:00 min

Capital mental: ¿Por qué los médicos nunca nos equivocamos?

Daniel Kahneman, Nobel de Economía 2002, ha demostrado que tomamos decisiones sobre bases cuya lógica es inestable y alejada de la realidad objetiva.

Al inicio de la carrera de medicina tuve oportunidad de trabajar en un sanatorio privado adonde la gente "bien" acostumbraba llevar a ciertos miembros de la familia cuyos desvaríos, extravagancias, exabruptos y adicciones obligaban a su internamiento.

A pesar de que mis conocimientos sobre la psicopatología humana eran prácticamente nulos, fui contratado por la fortuita circunstancia de que sorpresivamente habían renunciado varios médicos, hartos de la abusiva administración, sumado a una elemental y desesperada necesidad de supervivencia de mi parte.

Súbitamente, quedé convertido en "médico" nocturno de un hospital psiquiátrico. Dotado tan solo de una bata blanca con mi nombre bordado en letras azules y el emblemático Dr. antepuesto, comencé a recorrer los pasillos de aquella vieja casona de Tlalpan. Mis únicos apoyos ante semejante irresponsabilidad e impostura, eran un Manual de Psiquiatría y el generoso auxilio del encargado de la puerta del sanatorio.

Isauro Rosas o Rositas, era de Tangancícuaro de Arista. Llevaba más de 30 años curtiéndose con el trabajo de aquel manicomio y, aunque dificílmente sabía leer y escribir, sus apreciaciones clínicas eran impecables. Al menos así me lo parecían entonces.

Una madrugada sonó el teléfono. Había un nuevo ingreso. Procurando disimular mi angustia extrema hice la pregunta clave.

¿Y cómo viene el paciente, Rositas?

- Este sí está muy psicótico -respondió de inmediato-, y más vale, doctor, que se apure a venir.

Cuando por fin llegué al vestíbulo, ya había leído un par de párrafos de mi libro de cabecera, tan solo aquellos que más se aproximaban al diagnóstico proporcionado por el atinado Rositas.

Dentro del consultorio me topé con un joven de evidente aspecto hippie, no mucho mayor que yo, y que aseguraba estar en contacto con fuerzas espirituales que le ordenaban hacer cosas horribles. Acababa de llegar de Huautla donde había participado en rituales con María Sabina.

Como no tenía yo idea de qué hacer, pregunté a mi paciente qué quería hacer él.

- Estoy desesperado y lo mejor sería huir de aquí.

Luego, agregó tranquilamene que dado que nos encontrábamos en el monasterio, a mí me correspondía decidir.

Daniel Kahneman, Nobel de Economía 2002, ha demostrado que tomamos decisiones -incluso las más importantes- sobre bases cuya lógica es inestable y alejada de la realidad objetiva debido a que somos capaces de inventar historias, construir narrativas, ante las cuales depositamos nuestra confianza. Sin ello no podríamos alcanzar una visión coherente -o menos caótica- de nuestras existencias.

La "confianza" no resulta de una evaluación razonada, puesto que la confianza es un sentimiento. Y, como todos los sentimientos, depende de la coherencia de la historia que hemos fabricado y de la facilidad para recordarla. Entre menos trabajo cuesta pensar algo, es más fácil confiar, aún cuando carezca de evidencias.

Sin embargo, sabemos que muchos enfermos se mejoran o se curan (perdón por el atrevimiento), gracias a la confianza en sus médicos, por su ética y cuidados.

Así que aquella madrugada mi paciente alucinado y yo salimos a dar un agradable paseo por aquel monasterio que antes había sido un sanatorio psiquiátrico.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas