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Arte e Ideas

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De hombres ?y ratones

El experimento del injerto de células gliales humanas en roedores se presta a muchas preguntas...

A principios del 2012 hice algunas observaciones en esta columna periodística acerca del dilema bioético que representa la utilización de quimeras (animales implantados con tejido humano) en la investigación neurocientífica. Y me atreví a preguntar:

¿Hasta qué punto es aceptable introducir neuronas homo sapiens en cerebros de primates ante la posibilidad de observar expresiones francas de humanización en su conducta? ¿En qué momento debe suspenderse dicha transposición genética y celular, cuando no se tiene el consentimiento informado del sujeto de experimentación? ¿Cómo determinar de antemano los posibles beneficios o perjuicios de carácter ético, social y científico para la sociedad -en su conjunto- a mediano y largo plazo?

Hoy, a raíz del artículo publicado la semana pasada en la revista Cell Stem Cell (Vol. 12, Issue 3), en el que se reportan y comentan los impactantes efectos observados en ratones adultos, a los que de bebés se les injertó en el cerebro células gliales progenitoras humanas (similares a las células madre), cabe preguntarse cuánto tiempo falta para que la brecha que hasta ahora nos ha mantenido diferenciados a los animales humanos de los animales no-humanos se convierta en una tenue línea de percepciones subjetivas y meras opiniones individuales.

Durante mucho tiempo se pensó que las células gliales (astrocitos), aquellas células del cerebro que no son neuronas pero que se encuentran en cantidades equivalentes, sólo jugaban un papel de sostén. Se pensaba, hasta hace apenas dos décadas, que el tejido glial ( glía significa pegamento o unión en griego) solamente proveía estructura, demarcación y nutrientes para las neuronas. Sin embargo, a partir de que se descubrió que los astrocitos participan en el intercambio de impulsos eléctricos entre las neuronas, modulando y reforzando su conectividad, se abrió una vertiente de estudios en los que la quimerización de animales de laboratorio se ha vuelto una práctica cada día más común.

Resulta que los ratones injertados con cerebro humano muestran una mayor plasticidad en las conexiones neuronales (sinapsis) y además una capacidad de aprendizaje superior a la de sus parientes no quimerizados. Los astrocitos humanos, por su parte, son más numerosos, más grandes y complejos que los de los ratones, permitiéndoles emitir respuestas con mayor velocidad.

Sin embargo, lo más sobresaliente de este hallazgo es la probabilidad de que los astrocitos humanos sean una clave fundamental que nos permita comprender el cómo y el por qué de la evolución neural y, por lo tanto, de la inteligencia de nuestra especie.

Pero además es posible utilizar células de ratones y reprogramarlas en células madre de pacientes neurológicos y psiquiátricos. Luego pueden implantarse estas células en ratones normales y crear modelos de investigación in vivo para estudiar el papel de las células gliales en estos padecimientos.

En la novela de John Steinbeck De ratones y hombres dos hombres, uno inteligente y débil, y otro, fuerte e intelectualmente limitado, se enfrentan a un destino implacable para terminar sucumbiendo ante la brutal inequidad social y el egoísmo de las personas.

¿Podremos mejorar algún día la humanidad modificando nuestro bagaje cerebral?

rozanes@prodigy.net.mx

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