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Arte e Ideas

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Día mundial de la poesía y cerebro

Los neurocientíficos empiezan a tener idea sobre el accionar de las musas: estudian el cerebro durante la creación artística.

El 21 de marzo, se celebrará el Día Mundial de la Poesía. Hace apenas 14 años, durante la 30ª reunión de la UNESCO en París, comenzó a conmemorarse la transmutación estética de las palabras en verso y prosa.

Ahora, además de poetas, críticos y uno que otro aficionado, se han sumado a la celebración personajes que anteriormente hubiera resultado difícil ubicar cerca de las musas. Me refiero a aquellos neurocientíficos empeñados en estudiar el cerebro durante la creación artística.

Hace cinco años, Charles Limb, jazzista e investigador -¿o debiera invertirse el orden de actividades?-, publicó un interesante trabajo sobre sus pesquisas encaminadas a identificar cuáles son los sustratos cerebrales que tienden a activarse al momento en que un artista se lanza de lleno a la interpretación musical espontánea.

Con este fin, fueron convocados a su laboratorio talentosos y experimentados instrumentistas dispuestos a improvisar melodías en circunstancias insólitas.

Lejos de la tenue luminosidad de un auténtico club de jazz (vrg. Zinco), el choque de copas de Jack Daniel’s y el murmullo de connoisseurs destilando aprobatorios y cosmopolitas ¡Oh yeah! , cada vez que algún solo dura más de 30 segundos, los conejillos de indias fueron colocados dentro de enormes e intimidantes equipos de medicina nuclear.

El objeto era obtener imágenes nítidas de sus cerebros durante la improvisación, mediante la técnica de resonancia magnética funcional que mide el consumo de oxígeno y glucosa en células cerebrales en vivo. Luego la información pasa por un programa de computadora que revela en pantalla, de manera atractiva y en colores, lo que sucede -en ese preciso instante- en las diferentes áreas del principal órgano directriz de la creatividad humana.

Limb y colaboradores demostraron que durante la improvisación se produce un patrón de actividad cerebral en la corteza prefrontal, en el que se desactivan regiones laterales, mientras que al mismo tiempo se activan áreas centrales.

Lo fascinante del hallazgo es que refleja, con bastante objetividad, una de las maneras en que se expresan los procesos psicológicos usados por el artista al improvisar y crear espontáneamente secuencias melódicas, sin partitura alguna, ni tampoco reproduciendo piezas previamente aprendidas, mientras que se desarrollan otros procesos mentales encargados de controlar y dirigir la conducta interpretativa mediante la voluntad consciente.

Es posible observar así el inicio del proceso creativo en pleno estado disociativo, similar al trance hipnótico, cuando funcionalmente se separan la organización y la interpretación musicales (áreas sensorio-motrices), de aquellas responsables de la motivación y el tono emocional del artista (área límbica).

¿Por qué estudiar de esta forma la improvisación artística? Porque probablemente así llegue a encontrarse la esencia de la actividad creativa –dicen algunos, aunque no todos, los neurocientíficos– empeñados en hallar la clave del misterioso proceso generador no sólo de la música, la poesía o la pintura, sino también de algunas arriesgadas ideas que a veces inspiran a la ciencia.

Algo, creo, que nos quiso advertir Jorge Manrique cuando hace más de cinco siglos escribió: Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte… .

rozanes@prodigy.net.mx

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