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Economía y cuidado del clima, “por el mismo camino”: Molina

Los retos de cambio climático ya no son tanto tecnológicos o científicos como políticos y de comunicación: Mario Molina, premio Nobel en Química.

Lindau, Ale. Al hablar de los temas de cambio climático y lo que se está haciendo para prevenirlo, no es frecuente encontrarse con una visión optimista; al menos, no una que no base su optimismo en negar o desconocer los datos que se tienen sobre este problema, sino que haga exactamente todo lo contrario.

Pero ése es el caso de uno de los grandes expertos a nivel mundial en el tema: el premio Nobel en Química mexicano, Mario Molina.

Entrevistado (por este reportero y por Jesús Hidalgo, de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) en la Reunión con Premios Nobel en Lindau, donde el mexicano es uno entre los 35 laureados presentes, Molina comparte su visión sobre el tema, que podría resumirse en dos puntos: hay buenas razones económicas y, sobre todo sociales y éticas, para ocuparse de solucionar el problema, y lo que hace falta es saber comunicarlas.

Sigue el debate sobre si es posible contener las emisiones de carbono para rebasar los 2 °C de aumento promedio en la temperatura del planeta. ¿Qué tanto sentido tiene esta meta? ¿Es alcanzable?

La de los 2 °C es una meta que se hizo popular cuando se planteó en Dinamarca en el 2009, porque había como 120 jefes de Estado y todos se pusieron de acuerdo. Pero no es lo que dice la ciencia, como a veces se interpreta, es solo que en ese entonces se veía factible si se empezaban a tomar medidas a un costo moderado. Lo que pasa es que no se han tomado medidas.

Es difícil de cuantificar, pero el consenso entre los estudios es que ya es muy difícil porque han seguido aumentando las concentraciones (de gases de invernadero). Hay que seguir intentando bajar las emisiones, pero va a estar muy difícil que no suba más de 2.5 grados.

Pero la temperatura no importa tanto: se necesitaba un parámetro. Lo que importa es qué le pasa al clima, y ya estamos viendo que ya llegamos a una serie de eventos extremos que hasta hace poco -unos tres años-, todavía la comunidad (científica) dudaba qué tanto los podemos conectar con cambio climático. Pero ya se hicieron trabajos con la pregunta adecuada, que no es si tales eventos ocurren a causa del cambio climático, sino si la intensidad y la frecuencia de los eventos extremos han aumentado. Y eso sí está muy claro: eventos que sucedían cada 100 años ahora están ocurriendo cada cinco o 10.

Con el enorme aumento de CO2 que ya se ha dado, ¿no sería más bien cuestión de empezar a tratar de recapturarlo?

Todo eso es cuestión de economía. Desde la segunda mitad del siglo pasado, el CO2 subió 40%, a unos niveles en los que no había estado hace 2 millones de años.

Ahora, lo más sencillo sigue siendo reducir emisiones; es lo más barato. Sir Nicholas Stern y otros economistas ambientales han calculado que sería 1 o 2% del producto económico mundial, que no es mucho, y sí es mucho menos que el costo de los impactos.

Se puede tratar de capturar el que ya está en la atmósfera, como lo hacen las plantas con la fotosíntesis, pero para eso todavía no hay tecnología barata, aunque hay algunas instituciones e inclusive empresas tratando de hacerlo. Se puede, como primer paso, capturar CO2 de la quema de combustibles fósiles antes de que se libere a la atmósfera, tal como sale de los procesos industriales.

Pero no hay una solución única: hay que hacer muchas cosas. Las más sencillas y que rinden económicamente son: usar la energía más eficientemente, se puede reducir al menos 30% del consumo, y algunos expertos creen que hasta 80% si nos ponemos muy listos; otra es usar otras fuentes de energía. La solar tiene un potencial enorme y está bajando el precio muy rápidamente, quizá en menos de una década ya compita con los combustibles fósiles.

Usted se manifiesta en favor de la energía nuclear, ¿también después de Fukushima?

En torno de la energía nuclear, hay una falta de información muy importante. Por supuesto que tiene problemas y peligros, como cualquier otra forma de energía: las minas de carbón son peligrosísimas y ya hemos visto lo graves que pueden ser los accidentes de los pozos de petróleo. Pero, con el avance de la tecnología, esos riesgos se pueden controlar. Hay falta de información (en torno de la energía nuclear) y eso genera miedo en el público, pero no son problemas mayores que los de otras fuentes de energía, inclusive la eólica, si quisiéramos usarla para 30% de la energía que necesitamos, cambiaría el clima también. No se puede usar a gran escala, pero la nuclear sí. Ya tenemos una visión de cómo resolver los problemas. El más importante, la seguridad, con las plantas modernas es muy moderado.

Lo que pasó en Fukushima fue muy mala suerte: un terremoto muy fuerte y dos plantas a punto de ser cerradas porque ya estaban totalmente obsoletas. Eso asustó al público, pero se puede evitar.

El otro problema es el de los residuos radiactivos. Claro, la gente no los quiere tener en su terreno, pero la cantidad es muy pequeña comparada con los desperdicios de otras energías. La cantidad es gigantesca comparada con el CO2. Y existe la tecnología para ponerlos en el subsuelo, sin daño para nadie, a un precio razonable. Asusta a la gente pero también es por falta de información.

Quizá el problema más serio es proliferación de armas pero es político...

Tenemos que seguir invirtiendo en energía nuclear para que mejore la tecnología y mejore el precio. Si Francia tiene ya más de 70% (de su electricidad) por energía nuclear es porque no es un costo del otro mundo, ya está bajando.

Si extrapolamos cómo van bajando el precio y los posibles riesgos, y si le seguimos invirtiendo, la energía solar y la nuclear tienen la tecnología suficientemente desarrollada como para resolver los problemas…

Hay dos puntos muy importantes que los medios tienen que comunicar con mucha claridad.

Esta idea de los escépticos: Uy, esto va a deshacer a la civilización por lo mucho que le va a costar es totalmente equivocada. Con la tecnología actual, el problema se puede resolver, es cuestión de política y de ponerse de acuerdo. La solución existe y tiene un costo moderado. Claro, no puede haber free riders, algún país que saque energía sucia porque le sale más barata y con eso gana competitividad.

Segundo punto, importantísimo. Está muy mal informada la sociedad en general y cree que la ciencia está en duda, algunos creen que sí es un problema y otros que no ... De los expertos, 99% está completamente de acuerdo. ¿En qué? Primero: está cambiando el clima, y segundo: es a causa de actividades humanas. No hay certeza absoluta, pero la probabilidad es gigantesca. Así que no es cierto que están los dos lados de la moneda.

¿Qué tanto interés ha mostrado el nuevo gobierno de México en estos temas?

Por fortuna, mucho interés. Conocí al presidente Peña Nieto desde que era Gobernador del Estado de México y nos ha hecho mucho caso.

Aclaro que (desde el Centro Mario Molina) hacemos recomendaciones muy cuidadosas; buscamos que se pueda mejorar la economía y, al mismo tiempo, proteger el medio ambiente. No estamos en la posición de algunas instituciones ambientalistas, que a cualquier costo quieren tomar medidas.

Pero, afortunadamente, van las dos cosas por el mismo camino.

Y hay limitaciones. Por ejemplo, México no puede reducir el uso de combustibles fósiles drásticamente, porque el resto del planeta no la ha hecho y no puede perder competitividad así, pero promover eficiencia energética puede quitar subsidios, como está empezando a pasar con la gasolina.

El gobierno federal, el de la ciudad de México y el del Estado de México están muy de acuerdo en que son medidas que hay que tomar. El reto es ahora cómo implementarlo.

¿Qué otras medidas se están implementando?

Por ejemplo, mejorar la eficiencia en el sector de la construcción, ya estamos platicando con ellos y sí se puede. Quizá el costo inicial de las casas y edificios es un poco mayor, pero no mucho y se recupera muy rápidamente. Si no hay intervención del gobierno, no funciona por el costo inicial, pero las constructoras están de acuerdo con el gobierno, y ya se han hecho algunas casas de interés social.

Y ya tenemos una manera de medir no sólo los aspectos ambientales y el consumo de los hogares, sino los económicos y sociales.

Por eso ya no se permite construir muy lejos, porque el terreno está más barato pero le sale más caro a la sociedad.

Ya que hablamos de la comunicación, ¿tiene sentido apelar a la buena voluntad o la racionalidad de la gente como para que tal vez piense en invertir en su propio futuro?

Es una pregunta interesante. Una primera respuesta es ésta:

Para convencer a los políticos, los tomadores de decisiones, lo más sencillo es explicarles que esto tiene un beneficio económico y que se lo pueden comunicar al público. Un contraejemplo es quitar el subsidio a la gasolina: la gente no está de acuerdo, pero el gobierno lo puede hacer y lo hace.

Lo que sí está muy claro es que no se puede resolver sólo con medidas voluntarias, porque sólo una pequeña parte de la población o de las industrias responde.

Pero hay otro factor ético y es nuestra responsabilidad con futuras generaciones.

El ejemplo que pongo es muy sencillo. Nosotros, como personas y como sociedad, invertimos en la educación de los niños sabiendo que eso no va a ser redituable por varias décadas. Pero quién va a decir que no lo hagamos y que eso será problema de los niños en el futuro… Es evidente que tenemos la responsabilidad de no dejarle a futuras generaciones un planeta en el que no puedan vivir.

Sin embargo, no estoy seguro de que ese argumento, por sí solo, convencería a los políticos y a la sociedad. Tal vez dirían que no sabemos si es cierto que lo estamos estropeando… Pero ya no se puede decir eso es para mis bisnietos, a finales de siglo; no. Ya estamos viendo las afectaciones hoy.

Consulte:

  • Opiniones de Mario Molina sobre las ventajas del urbanismo.
  • El fracking no es tan problemático.
  • La captura del CO2.
  • La educación.

manuel.lino@eleconomista.mx

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