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Arte e Ideas

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La sabiduría y su doble cara

El libro del historiador Alejandro Rosas autor de "Las dos caras de la historia. Revolución Mexicana: el tiempo del caos", de entre la enorme producción editorial publicada en este año de conmemoraciones históricas, parece el ejercicio más interesante, el experimento más aventurado y quizá el libro mejor logrado.

En la mitología, Jano era el dios de los principios y los finales, fueran concretos o abstractos (como la religión o los propios dioses). Con sus dos caras, el sabio Jano veía el comienzo y el final de la vida humana, de sus empresas y esfuerzos, de las épocas históricas.

Así, no resulta demasiado aventurado suponer que el historiador Alejandro Rosas tenía en mente a este ser cuando concibió el libro Las dos caras de la historia. Revolución Mexicana: el tiempo del caos, que de entre la enorme producción editorial publicada en este año de conmemoraciones históricas, parece el ejercicio más interesante, el experimento más aventurado y quizá el libro mejor logrado.

El volumen es un compendio de relatos, escritos por una curiosa mezcla de autores entre académicos y narradores (de entrada, ya tenemos ahí dos caras).

Tan peculiar es la mezcla, y tan respetuoso de las creaciones el compilador, que algunos de los textos tienen al final bibliografías de respetable tamaño para que el lector profundice en la materia o satisfaga sus dudas sobre la veracidad de lo contado; mientras que otros son creaciones literarias hechas con una gran libertad, aunque sin dejar el rigor histórico.

Libertad literaria

Uno de los ejemplos más claros del segundo grupo es Virginidad , de Álvaro Enrigue. En un texto que hace role entre el guión ciematográfico, el cuento, el ensayo y las observaciones agudas, se nos presentan los días previos a la Decena Trágica a través de los ojos del poeta y abogado Ramón López Velarde… aunque eso no excluye los comentarios sobre lo que seguramente Don Ramón no tenía ni idea de que hubiera pasado.

Otro magnífico narrador, Eduardo Antonio Parra, nos muestra algo que de verdad no sabíamos que existiera, el lado amable, que sí lo tuvo, de esa cucaracha mariguana, borracha, traidora y sanguinaria (así lo pintan la historia y la imaginería popular) que fue Victoriano Huerta.

Pero además de la fluidez de la lectura y de su aciertos literarios, cabe hacer notar que los narradores saben de lo que hablan, datos, cifras, hechos y documentos los respaldan.

Rigor académico

Los historiadores participantes, quizá menos conocidos que los narradores por su naturaleza de académicos, tienen una gran virtud que, aunque debiera, no siempre está a su oficio: saben contar historias.

En Tu sangre derramada , Angélica Vázquez del Mercado nos cuenta algunas anécdotas que le sucedieron a una muchachita, hija de un hacendado henequenero que se murió de los disgustos que ella le dio y las verdades publicadas por el periodista John Kenneth Turner en México Bárbaro.

Tania Carreño y Julio Trujillo (este último, hablando de la mezcla peculiar) es poeta y editor, presentan una recreación del titánico encuentro entre Pancho Villa y el único hombre que lo hizo morder el polvo, Álvaro Obregón.

Por su parte, Carlos Silva, a pesar de que su texto Villa y Zapata en la ciudad de México se divide en Introducción y tiene varios subcapítulos, nos deja el libro oliendo a pólvora y en los oídos tonadas como aquella de De las barbas de Carranza / voy a hacer una toquilla, pa ponérsela al sobrero / del valiente Pancho Villa .

Una nueva época

Hay más ejemplos, pero basten estos para dejar en claro que Las dos caras de la historia no sólo logro su propósito de mostrar las distintas de versiones de una misma historia, también es una clara muestra de lo que, apenas ayer, hizo notar en estas páginas el Dr. Jean Francois Prud’homme: es la primera vez en nuestra historia en que conmemoramos estas fechas con algo más que cuetes y chiflidos; ya no es más la autoridad la que nos dice cómo interpretar nuestra historia, ahora lo hacemos todos y cada uno, y el resultado es, claro, plural.

Esta es, qué duda cabe, otra época. Y ahí está Jano mirándonos con sus dos caras.

mlino@eleconomista.com.mx

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