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Arte e Ideas

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Los Colores de la Inclusión: proponen el color para visibilizar a grupos vulnerables  

La intención de este catálogo es dialogar sobre el color en el contexto de distintas luchas por la inclusión.

Imagen: Los Colores de la Inclusión

El color está en nuestras vidas interiorizado por elecciones personales, pero también por nuestra pertenencia social. Ahora bien, diferentes causas sociales se han identificado a través de un color o de un patrón, como es el caso del color rosa, usado comúnmente por quienes se solidarizan con las personas que padecen cáncer de mama o el morado y verde, que ha definido el movimiento feminista actual. 

El color es un elemento universal que no tiene distinciones, está en el centro de todas las culturas y ha influenciado en el curso de la historia, desde la antigüedad hasta el presente; por ello, instituciones, academia, asociaciones civiles e iniciativa privada unen esfuerzos para seguir visibilizando a aquellos grupos vulnerables que aún son discriminados en México a través del color como un factor de unión e identificación. 

En la línea de este entendimiento se presentó el proyecto Los Colores de la Inclusión, promovido por PPG Comex, en colaboración con el Museo Memoria y Tolerancia, el departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana y la asociación civil Yo También.   

Los aliados de este proyecto se dieron a la tarea de hacer una recopilación sobre las descripciones de algunos de los grupos de atención prioritaria en México, un directorio de instituciones en apoyo a dichas agrupaciones, el color con el que se identifican, así como recomendaciones de lenguaje inclusivo para dirigirse a estos grupos, todo esto compilado en un libro. Dado que el color es un elemento de identificación y visibilidad, durante el evento se invitó a aquellas agrupaciones de atención prioritaria que aún no se vinculan con un color, a proponer uno que los represente.   

En esta primera etapa del proyecto, se contempla 14 grupos de atención prioritaria: discapacidad motriz, discapacidad visual, género, personas mayores, niños, niñas y adolescentes, jóvenes, gordofobia, LGBTQ+, personas trabajadoras del hogar, personas con VIH, antisemitismo, pueblos y comunidades indígenas, periodistas y autismo. 

Los participantes del proyecto aseguran que no se pretende imponer, estereotipar o decidir por las personas o colectivos. De hecho, a partir de esta propuesta se quiere hacer notar la existencia de situaciones injustas. “En la actualidad el color es incluyente; hoy cualquier persona puede identificarse o preferir más de un color, siendo esto el resultado de su humanidad, individualidad y libertad. Este proyecto tiene la intención de fomentar el diálogo sobre el color en el contexto de distintas luchas por la inclusión que se han identificado a través de un color, a partir de una propuesta que haga notar la existencia de situaciones injustas que son combatidas, día a día, por muchos seres humanos, y cómo el color advierte que hay problemáticas que atender”, expuso Alberto Soto, director del departamento de Arte de la Universidad Iberoamericana. 

La invisibilidad de la discapacidad motriz 

Una de las 14 causas que se abordan en esta iniciativa es la discapacidad, en este sentido, Bárbara Anderson, Cofundadora de Yo También expresó, “La invisibilidad de las personas con discapacidad en México no presupone su inexistencia. Es increíble que sean invisibles, ‘incoloras’ más de 20 millones de personas que viven con una discapacidad o una limitación en nuestro país. Es hora de darle su espacio, su acceso a sus derechos y visibilizarlos y que mejor que los colores para ello”.  

En muchos sentidos, la discriminación distingue, disminuye y devalúa. La discapacidad es una condición que estamos acostumbrados a entender como una dificultad o un reto para realizar actividades que típicamente se considerarían normales para una mayoría de la población. En ese sentido, a las personas con discapacidad (PCD) históricamente se les ha visto como diferenciadas por esta condición, pero a la vez, devaluadas, por considerar que no pueden cumplir con tareas normales por sí solas. Esto desenlaza en una violencia estructural y en un ciclo repetitivo que va profundizando las brechas. 

En México, de acuerdo con el Censo de población y vivienda del INEGI del 2020, hay un estimado 4 millones de personas con discapacidad motriz. El Estado de México es la entidad federativa que más personas con esta condición registra, seguido por la Ciudad de México en segundo lugar y Veracruz en tercero. La condición más prevalente entre las PCD es la discapacidad motriz. 

La discapacidad motriz o motora es un término paraguas que nos refiere a deficiencias osteoarticulares y neuromusculotendinosas y a las limitaciones que se derivan de estas para realizar tareas que para la mayoría de la población se consideran normales, sin mediar apoyo de tecnología, dispositivos de ayuda o terceras personas. Una PCD motriz ve afectada su habilidad para controlar movimientos, equilibrio, coordinación motriz y postura. 

En diversos países del mundo se utiliza un tono de azul característico en el Símbolo Internacional de Accesibilidad para señalar y recordar la necesidad de espacios para favorecer la movilidad de personas que tienen dificultad o imposibilidad de hacerlo por ellas mismas, o bien, que tienen una condición que requiere de la comprensión y del apoyo social, por el bienestar de una persona o conjunto de estas. 

Dicho color que llama a la conciencia y al respeto tendría que irse degradando al paso de los años, es decir, la sociedad tendría que ser cada vez más inclusiva y, por lo mismo, pensar en las necesidades de las demás personas. 

Las instituciones que luchan por los derechos de personas con distintos padecimientos relacionados con la movilidad han preferido la representación a través de tonos marfiles, en alusión al sistema óseo, pero también a los músculos que posibilitan el movimiento. 

La publicación estará disponible en las páginas web de PPG Comex, del Museo Memoria y Tolerancia y en el portal de la asociación civil Yo también.  

nelly.toche@eleconomista.mx 

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