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Arte e Ideas

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Noticias psiquiátricas del 2011

Cuando las grandes industrias farmacéuticas decidieron este año retirar sus inversiones destinadas a la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos para el tratamiento de las enfermedades mentales, mostraron el lado pragmático y brutal de su razón de ser...

De acuerdo con una irrefutable lógica de mercado, no tiene ningún sentido invertir en un negocio que ha dejado de ser lucrativo, sin importar que las ganancias netas en el pasado reciente hayan sido estratosféricas. Como tampoco resulta relevante el que este cambio de política financiera afecte la salud mental y la vida en general de la población mundial.

Por eso es que cuando las grandes -y multimillonarias- industrias farmacéuticas decidieron este año retirar sus inversiones destinadas a la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos para el tratamiento de las enfermedades mentales, mostraron –una vez más– el lado pragmático y brutal de su razón de ser: la salud y el bienestar de las personas enfermas les importa un carajo.

Esta estrategia financiera sólo puede dimensionarse correctamente si nos imaginamos que en cualquier momento -y siguiendo la misma premisa-, los monopolios farmacéuticos pueden legalmente suspender la investigación y producción de nuevas medicinas para padecimientos como la diabetes, la hipertensión, el cáncer o las infecciones. El daño que esto provocaría sería incalculable en términos no únicamente de sufrimiento humano, sino también de pérdida de capacidades y acortamiento de la vida, pero multiplicado a miles de millones de personas.

Sin embargo, cuando las empresas farmacéuticas dan la noticia de que solamente se dejará de invertir en el área de medicamentos para los enfermos mentales pareciera que todo sigue prácticamente igual y que los daños colaterales son mínimos. ¿Alguien ha sabido de alguna protesta pública al respecto? Por supuesto que no, y es que las personas con enfermedades mentales siguen siendo las más desprotegidas del espectro sanitario. Pareciera que la decisión de desincentivar la inversión en medicamentos psiquiátricos es algo que sólo concierne y afecta a un muy reducido –y poco importante– sector de la población.

Desde mediados del siglo pasado, la mayor parte del conocimiento científico relativo a los trastornos mentales se ha producido en laboratorios universitarios financiados con dinero público y la industria privada ha aprovechado la identificación de determinados alcances biológicos para explorar nuevos medicamentos. Por ejemplo, los actuales antidepresivos no estarían disponibles en las farmacias sin que antes se hubiera identificado el mecanismo de acción de la serotonina cerebral (neurotransmisor) en la enfermedad depresiva.

Los fundamentos científicos son producto del trabajo de investigadores que viven de sus sueldos y becas. En seguida, estas investigaciones son incorporadas, ampliadas –y usufructuadas– por el sector privado. Así sucede con antibióticos, anti-hipertensivos, analgésicos y también con los medicamentos psiquiátricos.

La industria requiere para desarrollar una sola medicina entre 1, 000 millones y 2,000 millones de dólares en un perIodo de 15 años. La inversión anual supera los 60,000 millones de dólares, aunque generalmente las ganancias suelen ser una excepcional recompensa. Algunas compañías han anunciado nuevas orientaciones hacia la oncología y la inmunología donde perciben menos riesgos económicos. ¿Ahora que el negocio no ha resultado tan bueno como antes, quiénes crearán los nuevos medicamentos para tratar la esquizofrenia, la depresión, la ansiedad, el autismo y el trastorno bipolar?

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