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No soy ni Maradona, ni Messi, soy Luciana

Luciana Aymar ha sido comparada por su peso específico con las Leonas con dos gigantes del futbol argentina, pero ella tiene su historia.

Guadalajara, Jal. Saca de un cofre sus recuerdos. Se instala en ellos, en su infancia. Cuando, torbellino incontrolable la chiquilla, obligó a sus padres a inscribirla en patinaje artístico, natación, tenis y danza clásica, actividades que apaciguaban su intranquilo carácter y de paso erguían su postura un tanto arqueada.

De hace veintitantos años la fotográfica memoria. De cuando, necesitada de llenar el tiempo en las tardes, a los ocho años gastaba sus energías en el hockey sobre pasto, insólito deporte por el que, de manera brillante desfiló desde la portería hasta la posición de gol.

Memoria de hace cinco lustros cuando, a la espalda el bastón, a las tres de la mañana tomaba el colectivo de Rosario rumbo al Estadio en Buenos Aires en el que con sus pases de magia en la cancha, con su flacucha estructura y con un cielo por techo, soñaba en convertirse la Maradona del hockey.

Difícil es no mirar a Luciana Aymar, argentina, rosariana. Aquella que partió en dos la historia del hockey femenil, esta que hoy, a sus cansados 34 años, le pide al reloj detenerse. Intenta obligar el aguante a sus piernas que sobrellevan una osteoartritis, enfermedad que la obligó a retirarse tras los Juegos Panamericanos de Rio y que la tienen al borde del infalible retiro.

Difícil no verla, acaso por las fosforescentes zapatillas rosadas, especialmente diseñadas en su honor por Nike, las cuales en el tobillo, por un lado traen grabado su apodo Lucha y por el otro, representadas con estrellas, el número de premios que ha conseguido: siete veces nombrada la mejor jugadora del mundo por la Federación Internacional de Hockey y deportista argentina del año en 2010 por arriba del futbolista Lionel Messi.

Imposible no observarla, un tanto por su innegable belleza –que ha modificado con operaciones de senos, nariz y labios- y un mucho por ser el emblemático eje del hockey femenil argentino, capitana por última ocasión de la selección albiceleste que participa en los Juegos Panamericanos.

Me entra la nostalgia. Son mis últimos Juegos Panamericanos, cada torneo va a ser nostálgico voy a tratar de disfrutarlo al máximo con mis compañeras , admite. Mucho se ha dicho de ella. Tanto que al principio parecía cargar una mochila muy pesada en su espalda. Todo es culpa de Lucha. De su magia, gol maradoniano que les anotó a las chinas en el Mundial 2010 –subcampeonas olímpicas en 2008- al burlar a cinco oponentes, portera y pum. La Maradona del hockey. Proeza alcanzada.

Tanto se ha hablado de Luciana. Su comparación con Messi pero Messi es Messi y Aymar es Aymar, no pueden compararnos recula Lucha. No la comparen , insiste su entrenador Carlos Retegui es mejor que él , asegura.

Tanto se ha hablado. Se su faceta como deportista, de su noviazgo con un actor argentino, de su liderazgo con las Leonas, de su cara vendedora –tiene cuatro contratos con empresas de primera línea, botines especiales, una biografía recién editada y se la disputan otras tres marcas- de su trabajo como conductora de televisión, de su constante negativa a posar para Playboy.

Lo cierto es que las fosforescente zapatillas rosadas se han cansado y hoy se alistan a colgarse, no antes de conseguir, por séptima ocasión consecutiva el oro panamericano y de paso el boleto a Londres, último sueño de Lucha.

Será mi última competencia, los panamericanos son mis preparatorios para eso. Mi cabeza está enfocada en los Juegos Olímpicos porque es lo que nos falta. Hay equipo para ganar el oro , explica Aymar, la reina del hockey.

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