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¿Dónde estamos?
El referéndum en el Reino Unido y el resultado de abandonar la Unión Europea causaron una gran incertidumbre y volatilidad en los mercados financieros internacionales. El impacto sobre la actividad económica global se irá viendo poco a poco aunque claramente se puede anticipar que el contexto externo hoy tiene un nuevo elemento de nerviosismo.
Es importante tener presente que el Brexit se suma a los factores que durante el primer semestre del año estuvieron sembrando desconfianza entre los inversionistas. En el contexto internacional, hay que destacar que la economía mundial había venido registrando un desempeño débil ante el escaso dinamismo de los países avanzados y el debilitamiento de bloque de economías emergentes, principalmente de China, que no ha podido recobrar la senda del crecimiento a pesar de los múltiples intentos estabilizadores del banco central.
En el caso de Estados Unidos, si bien se pueden observar algunos signos de recuperación en la actividad económica, ésta no ha sido homogénea entre todos los sectores de la economía, destacando el caso del sector industrial que ha mantenido un comportamiento muy moderado, debilitando la balanza comercial de México.
Este menor dinamismo a nivel internacional ha impactado el comportamiento de los precios de las materias primas que siguen registrando una gran debilidad, destacando la tendencia bajista de los metales y granos. En cuanto al precio del petróleo, vale la pena tener presente que la reciente recuperación es resultado, principalmente, de las cotizaciones extremadamente bajas que se registraron recientemente y que motivaron un rebote técnico, aunque el desequilibrio que persiste entre la oferta y la demanda hacen previsible que se mantengan precios bajos por varios años.
Las condiciones económicas a nivel global han derivado en la instrumentación de políticas monetarias divergentes, principalmente entre los países avanzados. Así, mientras que la Reserva Federal de Estados Unidos ha optado por reducir los estímulos monetarios, otros bancos centrales como el de Inglaterra y el europeo continúan manteniendo una postura acomodaticia con el fin de consolidar sus procesos de recuperación económica.
De esta forma, los riesgos económicos y el nerviosismo geopolítico han promovido movimientos abruptos en los flujos de capital, sobre todo salidas de países emergentes que se perciben como más riesgosos, ocasionando depreciaciones en las monedas de estos países y presiones inflacionarias en algunos casos.
Este entorno global no parece que vaya a cambiar en el corto y mediano plazos, al contrario, precisamente la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea abona a la perspectiva de que el crecimiento económico mundial se mantendrá débil al menos en la segunda parte del presente año.
La mala noticia es que la economía mexicana ha entrado en una fase de desaceleración, sobre todo debido a que uno de los motores del crecimiento, que son las ventas externas, se ha mantenido prácticamente apagado durante todo el año.
En este sentido, si se observan los diferentes componentes de la demanda agregada, salta a la vista que el consumo privado es el que se ha consolidado como la principal fuente de crecimiento del PIB. Los elementos que han contribuido a que se fortalezca el consumo interno son la creciente generación de empleos y la tendencia de baja en los niveles de inflación, lo que ha impulsado los salarios reales.
De igual forma, la solidez del sector bancario mexicano ha permitido que aumente la canalización de crédito al sector privado, incentivando un mayor consumo. Adicionalmente, se ha podido observar que junto con la depreciación del tipo de cambio ha crecido el flujo de remesas familiares que nuestros compatriotas en el extranjero envían a sus familiares en el país, lo que también se refleja en una mayor propensión a gastar.
Es importante destacar que la tendencia de baja en la inflación se ha presentado a pesar de que en los últimos 12 meses el tipo de cambio se ha depreciado 25%, lo que refleja un cambio estructural en el comportamiento de los precios, ya que en el pasado un movimiento de esta naturaleza hubiera traído consigo mayores presiones sobre la evolución de los precios.
Por supuesto que existe el riesgo de que la depreciación del peso tenga efectos de segundo orden; no obstante, hay que tener presente que el Banco de México ha estado atento a este fenómeno y que ha ajustado en varias ocasiones durante el año la política monetaria a fin de evitar movimientos desordenados del mercado cambiario.
Seguramente ésta será la tónica en el segundo semestre del año: si la volatilidad del tipo de cambio amenazara la evolución de los precios o sus expectativas, el instituto central no dudará en incrementar las tasas de interés. Un tema fundamental que de pronto se pierde de vista es que la depreciación del tipo de cambio está asociada a un proceso global de aversión al riesgo y no al deterioro del marco macroeconómico de nuestro país, a diferencia de lo que sucede con otras economías emergentes como Brasil.
Sin duda, México sigue mostrando un desempeño económico relativamente favorable, aunque hay que reconocer que el Brexit es un elemento que contribuye al deterioro de las condiciones externas, incrementando el riesgo de que nuestro país crezca menos de lo esperado.
El mejor camino para enfrentar estos riesgos y minimizar el impacto de una salida de capitales es mantener fundamentos sólidos, de manera tal que México se presente al mundo como un país serio, responsable y con un alto potencial de crecimiento una vez que se cierre el paréntesis de incertidumbre que envuelve al mundo.
*Manuel Guzmán Moreno es director de Asset Management en Monex Grupo Financiero.