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Opinión

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Aeroméxico, ¿turbulencia en aire claro?

La noticia del lanzamiento de una Oferta Pública de Acciones (OPA) por un agente ajeno a Aeroméxico, fue causa de la caída abrupta del valor de las acciones de la aerolínea que aún se encuentra listada en la Bolsa Mexicana de Valores. Como si se tratara de una situación inesperada, muchos inversionistas reaccionaron con pánico, lo cual se vio reflejado en el precio de la acción y a partir de ahí se desataron toda clase de especulaciones sobre el futuro de la empresa.

La verdad es que esto pareciera una turbulencia en aire claro, en el sentido de que “nadie lo visualizaba”, pero esto sólo habla de la falta de conocimiento en el mercado mexicano acerca de cómo opera el mecanismo del Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de los Estados Unidos.

Este ordenamiento es una herramienta que tiene la legislación estadounidense para promover que las empresas en problemas se reestructuren y tratar de evitar que lleguen a la quiebra definitiva (Capítulo 7), pero es claro que el proceso implica una reconfiguración accionaria, ya que los nuevos inversionistas se convierten, de facto, en los tenedores de las futuras acciones una vez que el Plan de reestructura se acepta en la Corte de Quiebras por parte de los acreedores.

Es decir, el Capítulo 11 es una operación radical que permite a una empresa -en este caso una aerolínea- seguir operando y mientras tanto, negociar con acreedores y proveedores para bajar costos, devolver aviones, hacer quitas a las deudas y demás y al mismo tiempo, desarrollar un nuevo plan de negocios más realista, con una operación sana que permita pagar los adeudos renegociados.

Hay que recordar que el fondo Apollo Global ya inyectó mil millones de dólares a Aeroméxico para que siguiera operando en tanto se llevaba a cabo el proceso de reestructura. Por eso la composición accionaria “se diluye”, pero la aerolínea sigue volando y mantiene las rutas, los aviones, las tripulaciones y proveedores que se describen en su nuevo plan de negocios.

En otras palabras, la “antigua” empresa (antes de Capítulo 11) ya no tiene los mismos accionistas que la nueva, la que surgirá una vez que los acreedores acepten el Plan que ya sancionó la Juez Shelley C. Chapman.

En caso de que los antiguos accionistas deseen quedarse con acciones de esa empresa renovada deberán inyectar nuevo capital, que es lo que se espera que harán cuatro accionistas mexicanos, Eduardo Tricio, Valentín Diez Morodo, Antonio Cosío y Jorge Esteve) para adquirir un 4.1% y con ello crear un grupo de Control que permita cumplir con la Ley de Inversiones Extranjeras. Delta sólo se quedará con un 20% de las acciones inyectando 174 millones de dólares y Apollo Global Management, a su vez, tendrá el 22.38%. El resto, un 53.52% corresponde a los nuevos inversionistas y acreedores que capitalicen sus créditos reconocidos en acciones.

Desde luego que no es un proceso simple, ha implicado mucho trabajo y es probable que veamos aún más cambios en el camino. Pero también es cierto que esta fue la mejor forma de salvar a nuestra aerolínea de bandera. Y en ello hay que reconocer tanto el trabajo que se hizo en la Corte como a los trabajadores que apoyaron con su parte.

rrg

 

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