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Opinión

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¿Cómo estamos rumbo a 2024?

La concentración del día 26 de febrero en más de cien ciudades de México y el extranjero fue un mensaje de que hay una parte importante de la ciudadanía a la que le importa un Instituto Nacional Electoral (INE) fuerte y autónomo. La asistencia, entusiasmo y disciplina superó a los organizadores de los eventos. Todo esto ya se ha dicho en los distintos análisis que se han publicado o se han emitido a lo largo de estos días. 

También se ha hablado de la molestia del presidente López y de sus intentos de descalificar a los organizadores y a los que asistimos a la convocatoria. ¿El presidente está preocupado? Es difícil decirlo y tal vez no hay que conjeturar al respecto. Por lo pronto hay que señalar que las concentraciones fueron seguidas por medios de comunicación de otros países y por gobiernos extranjeros. 

Algunos medios, como el Financial Times (FT) y el New York Times (NYT), han escrito editoriales alertando del peligro que entraña para los procesos electorales el conjunto de cambios legales denominado sintéticamente “Plan B”. Han señalado la necesidad de que los “amigos” de México, en especial el mayor socio comercial del país y la Unión Europea presionen a AMLO. El propio Departamento de Estado de los Estados Unidos dio a conocer un suave comunicado llamando a fortalecer y mantener autónomas las instituciones electorales y judiciales. 

Como se esperaba, López Obrador minimizó lo dicho por los medios tanto nacionales como extranjeros y exigió que el Departamento de Estado no se entrometiera en asuntos internos del país, en la doble moral que el mandatario utiliza para intervenir en asuntos de otros países al tiempo que pide respeto para su gobierno. Tampoco estoy diciendo nada nuevo con esto.

Pero hay reflexiones que es necesario abordar. Se ha dicho que las elecciones federales de 2018 fueron una “avalancha”, un “tsunami” que barrió a los partidos tradicionales como el PRI, el PAN, el PRD y MC. Pero, se agrega, en los comicios de 2021 y 2022 ya dieron muestra de que se están recomponiendo. Supongo que es una manera de ver las cosas, pero hay otras. Creo que en 2018 se manifestó en toda su magnitud un problema que los partidos ya tenían desde hace tiempo: una crisis de representatividad. Parecían ganadores y fuertes, pero los signos de su creciente debilidad ya estaban ahí. Más de cuatro años después, los partidos no están dando signos de recuperación. Lo que es más importante: no se recuperarán jamás. 

El PRI no volverá a ser el coloso casi invencible; el PAN no es el partido de oposición más fuerte, es el menos débil; el PRD parece destinado a desaparecer o arrastrarse en el escenario electoral; MC simplemente se conforma con ser un partido que especula; PT y PVEM tienen existencia prestada; el mismo MORENA es un conjunto amorfo, cuya existencia depende de un solo hombre. Todo esto es una desgracia para los partidos de oposición. En 2021 y 2022 avanzaron gracias al voto contra AMLO, no a favor de sus propuestas y candidatos. Si no entienden esto, están en problemas. 

Tenemos una paradoja: una ciudadanía activa, dispuesta a participar en la vida pública, pero sin una dirección clara; por otro lado, tenemos partidos de oposición que no tienen ciudadanía detrás. Esto es una lástima porque ahora es cuando más se necesitan las ideas, las propuestas y la experiencia política de los partidos. Ahora, los políticos están a la cola de las movilizaciones, no las convocan, simplemente las siguen. 

¿Quién dirige, entonces, todo ese enorme potencial ciudadano? Un conjunto de organizaciones civiles que integran empresarios, académicos, políticos, profesionistas, etc. En algún punto, los partidos de oposición deben dejar atrás sus conflictos internos, sus disputas por las candidaturas, y encontrarse con la ciudadanía. No basta confiar en el voto contra AMLO porque a la hora buena puede no ser suficiente para ganar en 2024. Es necesario convencer a las y los votantes con ofertas políticas y soluciones, con métodos claros para alcanzar las metas. 

Hasta ahora, l@s ciudadan@s hemos protagonizado dos movilizaciones exitosas, sabemos lo que queremos, un INE autónomo con una legislación que no le dé ventajas a nadie, pero después de eso no hay más que la espera a que la Suprema Corte de la Nación falle acerca del Plan “B”. ¿Y antes y después de eso? ¿Nos sentamos a esperar la siguiente convocatoria?  Ojalá que las organizaciones que impulsan las marchas y los opositores estemos conscientes que vamos a la guerra de las cavernas, como dijera Guadalupe Acosta Naranjo en una entrevista, contra un presidente fanático y autoritario.

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