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Opinión

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Del nearshoring a un ISI del Siglo XXI. 2023 a prueba

Todavía hace unas semanas los pronósticos para la economía y el mercado de trabajo en México eran entre conservadores y sombríos. El signo en contrario lo colocó The Economist para el mundo en diciembre. La economía mexicana lejos de estar entre las peores estaba entre los improbables ganadores del 2022 (The 2022’s Unlikely Winners). Más aún, entre los países de OCDE, México ocupó la posición seis por su desempeño medido en términos de comportamiento del PIB, inflación, su extensión, evolución del mercado de valores, y deuda gubernamental. México fue superado sólo por Grecia, Portugal, Irlanda, Israel y España. Se ubicó pues por encima de las siete economías mayores, de Estados Unidos a Alemania, Japón, Gran Bretaña, Italia, Canadá y Francia. Tomando la variable crecimiento económico, sólo tres de 34 países de OCDE crecieron más que México en el último cuarto del año.

En un mundo convulso, postrado de incertidumbres, y en la verja de una recesión, la evolución de México devino notable. La clave del dinamismo de la economía nacional se llama la deslocalización de las cadenas globales de suministro y el nuevo término que vendrá a regir las estrategias en los portafolios de inversión de los corporativos transnacionales. Nos referimos al “nearshoring”, que significa reagrupación de las cadenas, regreso a casa, cercanía a los mercados, mejor desde las fronteras propias, just in case en lugar de just in time. Son los resultados de la nueva normalidad postpandemia, que no termina de llegar. Que ni se normaliza, ni es post. Es resultado también de otros eventos infaustos, como la guerra comercial China-Estados Unidos, la invasión de Rusia a Ucrania, la inflación provocada, y la crisis de los suministros de microchips generado por la suma de los eventos anteriores. Pero ninguno de ellos cuenta como el nearshoring que –en términos de movimientos de inversión y comportamiento de estrategias y modelos de negocios—los representa a todos ellos.

El tema relevante por entender desde y por América es que cuando los corporativos piensan y deciden en términos de nearshoring, piensan en México. Piensan desde luego en el mercado de Estados Unidos. Pero porque ese mercado sigue siendo la gran presa por conquistar, la vasta frontera con Estados Unidos, la experiencia logística y de intercambios comerciales construidos en décadas, y el marco de reglas de acceso provisto por el T-MEC, hacen de México un territorio privilegiado en el que se precisa estar. Por si fuera poco, los costos laborales de México, con una fuerza de trabajo técnicamente competente, le otorgan un atractivo único.

La reanimación de las inversiones vía nearshoring, la expansión de las capacidades productivas y las exportaciones en las industrias manufactureras estuvieron en el centro del progreso que vivió la economía mexicana en 2022. La industria automotriz (IAM) reflejó el hecho mejor que ningún otro sector. En un concierto de movimientos y anuncios de inversiones de corporativos asiáticos, europeos y norteamericanos, la IAM creció 9.2% --para una producción 3.3 millones de autos ligeros jalada por incrementos de 6% en las exportaciones (cifras no obstante todavía menores en 13 y 15%, respectivamente, a los niveles récord-prepandemia).

De ahí que estamos por aprender que el nearshoring sacudirá los cimientos de los negocios, las cadenas globales y las estrategias de los corporativos industriales. Es un movimiento planetario, pero su fuerza mayor se sentirá en Norteamérica. La razón es que sus corporativos en las últimas décadas se dedicaron a colocar inversiones por todo el mundo, mientras vaciaban las de casa y perdían mercados en sus propias fronteras. Ahora que el tiempo se ha agotado sus opciones se han reducido. O recuperan el liderazgo en las industrias estratégicas de la transición industrial y energética, o terminarán de ser rebasados y expulsados de sus propios mercados por sus contrapartes de Asia (dixit China) y Europa.

La Cumbre de Norteamérica celebrada en estos días arrojó, en este sentido, un resultado que no por previsible es menos plausible. Los tres mandatarios convinieron en conformar un comité de especialistas dedicados a planear el fortalecimiento del comercio regional y la substitución de importaciones. He aquí la nueva normalidad –posverdad, metaverso y similares—de los tiempos actuales. Norteamérica se prepara para reeditar una política de países atrasados y emergentes del siglo pasado para solventar los retos del presente y apostar al futuro. Esto es la (nueva) industrialización por substitución de importaciones (Neo-ISI).

Será otra de los productos del nearshoring. Si se acuña un Neo-ISI de la mano de un vasto programa de innovación para la múltiple transición energética, industrial y laboral de nuestra época, estaremos frente a un círculo virtuoso de grandes proporciones. Tanto que podría dar pauta para una región y un hemisferio competitivos e integrados, con empresas y empleos calificados y autosuficientes. Por lo pronto el entorno recesivo del 2023 pondrá a prueba el potencial de declaraciones, acciones e intenciones reales rodeando lo previo.

empresas@eleconomista.mx

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