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¿Hacia dónde vamos con la inversión?
Esta semana, Jamie Dimon, CEO de JP Morgan Chase, afirmó que México es uno de los destinos más atractivos para la inversión en el mundo. Aunque en gran medida Dimon se refería a los mercados accionarios, resaltando que las dos bolsas mexicanas son muy pequeñas para nuestra economía, la realidad es que fuera de nuestras fronteras existe una tendencia que considera a México como uno de los principales destinos de inversión debido al crecimiento esperado por la relocalización de cadenas productivas a Norteamérica.
Las preguntas clave son si este proceso se está materializando y cómo el proceso electoral y el cambio de gobierno del próximo año podrían impactarlo. En cuanto a la primera pregunta, las respuestas aún son ambiguas. Por un lado, los parques industriales en el norte y bajío tienen tasas de ocupación superiores al 90%, y la evidencia anecdótica indica que es casi imposible encontrar espacio para nuevas inversiones. También hay evidencia anecdótica de muchas empresas interesadas en invertir en México.
Al mismo tiempo, los datos muestran un panorama mixto. Si bien es cierto que los niveles de inversión medidos por la formación bruta de capital fijo han aumentado, esto se debe en gran medida a la parte gubernamental. En cuanto a la inversión extranjera directa, las cifras también son alentadoras en el agregado, casi 33,000 millones de dólares en lo que va del año, pero el detalle muestra otro panorama. Gran parte de estas inversiones son reinversión de utilidades o cuentas entre compañías, mientras que el apartado de nuevas inversiones ha caído. En los primeros 9 meses del año pasado, fue de 14.5 miles de millones de dólares y en este año ha sido de 2.8 mil millones de dólares. Esto no implica que no hay relocalización a México; más bien, son las empresas ya presentes en el país las que están trayendo nuevas inversiones, ya sea con las utilidades que solían repatriar a sus matrices o a través de préstamos entre filiales.
Si bien ha habido un aumento en la IED, los datos disponibles no nos permiten saber para qué se está usando. Lo que sí sabemos es que el monto de empresas que no estaban en México y que están iniciando operaciones viene a la baja desde el año pasado. No podemos saber la dimensión del proceso, pero esta caída en nuevas inversiones debería despertar ciertas alarmas.
Lo más importante es cómo se ve el panorama hacia adelante, especialmente en relación con las elecciones del 2024.
Muchas empresas están planeando inversiones pero esperando a tener un panorama más claro del ambiente político en México entre 2024 y 2030. Aunque se cree que la candidata de Morena tiene muchas posibilidades de ganar, la forma en que se concrete será crucial. Desde la composición de las cámaras hasta las disputas al interior del partido, que cada día son más evidentes.
Lo que sí es un hecho es que el próximo gobierno enfrentará graves problemas fiscales. Aunque la baja global de tasas de interés que parece avecinarse podría aliviar la presión sobre el servicio de la deuda, las pensiones, programas sociales, obras inconclusas y la necesidad de realizar inversiones significativas en Acapulco, dejarán poco margen de maniobra al próximo gobierno. Mientras tanto, el país necesitará invertir grandes sumas en infraestructura, generación y transmisión de electricidad, transporte terrestre y marítimo, entre otros, para capitalizar la oportunidad. Claudia, Xóchitl o Samuel deben entender que, sin inversión privada, estas iniciativas no serán viables y una vez más seremos una promesa perdida.