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Homicidios y economía
Según el reportaje, “el crimen violento es un problema de larga data en México que representa una amenaza real para individuos, comunidades, empresas y la gobernabilidad”.
La nota de inspiración para la presente entrega publicada en la edición de El Economista del pasado lunes 3 de enero llevó por cabeza: “Rebasa México los 100,000 homicidios en el sexenio”. En el reportaje, escrito con base en un estudio de la organización Justice in Mexico e intitulado “Crimen organizado y violencia en México”, se explica que en los dos primeros años de la actual administración se cometieron 72,000 asesinatos dolosos a los que se agregan los 30,693 del ya concluido 2021. Estas cifras equivalen a un promedio de 2,856 homicidios en el país por mes.
Según la organización Justice in Mexico, “al menos un tercio, y tal vez hasta dos tercios, de todos los homicidios intencionales en México en los últimos años tenían características de la violencia empleada por los grupos del crimen organizado”. Así, una de las conclusiones del informe citado es que “el problema del crimen organizado en México es uno de los peores del mundo”. Y para remachar, “la gran mayoría de los delitos en México no se denuncian, no se investigan, ni se castigan, principalmente debido a falta de confianza en la integridad y eficacia de las autoridades gubernamentales”.
Más adelante, el reportaje menciona que “el crimen violento es un problema de larga data en México que presenta una amenaza real para individuos, comunidades, empresas y la gobernabilidad”. Respecto a la incidencia de las actividades delictivas sobre las empresas, es clarísimo que por ese efecto hay que gastar más dinero en seguridad, se sufren quebrantos y pérdidas, pero sobre todo un estado de inseguridad permanente inhibe la propensión a invertir en ampliación de la planta productiva. Es decir, la inseguridad provoca desconfianza y la falta de ella es veneno para la inversión y la generación de empleos formales.
Si el panorama anterior ya es suficientemente preocupante, el escenario se empeora todavía en mayor medida al explicitar otros vectores de importancia en la realidad nacional que también están coadyuvando a desalentar a la inversión y a la empresa. Entre ellos, las embestidas verbales del presidente en contra de los empresarios, el embate en contra de las instituciones autónomas, la inflación que corroe, el debilitamiento del Estado de Derecho, el incumplimiento de contratos que ya se habían suscrito, los impulsos a la estatización en el sector energético que evocan a la época de Echeverría en su peor expresión.