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Inflación mundial y la autonomía relativa de Banxico
Por décadas la inflación no se consideró un problema mayor, no sólo en la teoría, sino en la práctica macroeconómica. Así, se confiaba en que el aumento generalizado de precios podría ser superado por un mayor crecimiento económico que eventualmente detona empleos, salarios y gasto de consumidores. En aquellos tiempos se observaron etapas de alto crecimiento, empleo y consumo, al mismo tiempo que importantes niveles de expansión del crédito que, por cierto, no siempre derivaron en crisis financieras. No obstante, en los últimos años ha surgido el consenso entorno a que la inflación sí representa un problema para las economías con impacto directo en las clases menos favorecidas por su nivel socioeconómico, estudios o ingreso y con serias consecuencias, a veces irreversibles, para aquellas personas que se encuentran sin empleo e ingresos. Lo anterior se aprecia de forma más clara cuando los niveles de inflación suben abruptamente, como resultado de choques de oferta con origen fundamentalmente exógeno y cuya respuesta monetaria surge a destiempo y es insuficiente. En este caso estamos. La débil y dispar salida del Covid, junto con el conflicto energético en el centro de Europa, han detonado en fuertes presiones de oferta lo que ha desplazado la curva de oferta agregada hacia la izquierda que se aprecia difícil de resolver en el corto plazo.
Para no pocos economistas una inflación alta, por espacio de tiempo corto, es plausible si con ello se promueven bases sólidas de crecimiento futuro por lo que en estos casos, como en otros, la ortodoxia al extremo no es deseable. En México, como en muchos países, sufrimos inflación elevada en donde Banxico, al no desvincularse del ciclo monetario de la Fed y tener una aversión histórica a los ajustes cambiarios provoca, en los hechos, que tenga una autonomía relativa. En buena parte de la economía global se asiste a niveles de inflación vistos en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. A nivel internacional los commodities vienen subiendo, tal es el caso del gas natural que ha subido 161%, níquel 103%, café 80%, trigo 77%, algodón 73%, maíz 36% y el azúcar 32%, así como la gasolina 59 por ciento. En este sentido estamos ante situaciones económicas relevantes, cuyo desenlace es incierto; las autoridades fiscales, monetarias y, sobre todo, políticas estarán sujetas a presiones insólitas que no necesariamente podrán sortear con recetas ortodoxas. Para la mayoría de las economías les esperan tiempos francamente difíciles a lo que se sumará la acelerada conversión energética, el continuo avance tecnológico y el cambio climático, lo que va a resultar en una división mucho más pronunciada de la que ya existe entre los países desarrollados y el resto de las naciones que están cada vez más rezagadas.