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Invertir de largo plazo para construir un patrimonio (II)
(Parte 2 de 2)
El primer paso para comenzar a invertir de manera exitosa es lograr hacer del ahorro un hábito, una disciplina. Sólo de esta forma podremos lograrlo: mediante el ahorro constante y regular.
Luego debemos decidir cómo invertir el dinero que estamos ahorrando. Para eso tenemos que tener muy claras nuestras prioridades y determinar con precisión cuál es el objetivo de esa inversión.
En este punto es muy importante reflexionar, profundamente, cuál queremos que sea nuestro futuro y empezar siempre desde lo más lejano hasta lo más cercano. Por ejemplo, visualizar cómo queremos vivir cuando ya no podamos trabajar (retiro).
¿Por qué? Simplemente porque las metas más lejanas suelen ser las más importantes y además las que requieren de más dinero. Si no las tomamos primero en cuenta, solemos olvidarlas o postergarlas ante necesidades (o deseos) de corto plazo.
La mayoría de la gente, cuando se da cuenta, ha perdido tiempo valiosísimo. Aún no conozco a ninguna persona que no se haya arrepentido de no haber empezado antes su ahorro para el retiro o para la construcción de un patrimonio.
Una vez que tenemos claro para qué queremos ese dinero que estamos ahorrando (es decir, cuál es el objetivo de nuestra inversión), entonces conocemos cuál es el horizonte – o plazo – de nuestra inversión. Pero además esto suele ayudarnos a determinar si queremos poner nuestros ahorros en productos de inversión que nos generen un ingreso, o bien que se enfoquen en el crecimiento del valor de nuestra inversión hacia el largo plazo.
Por ejemplo, si nuestra meta es el retiro y hoy tenemos 25 años (nos faltan 40 años), lo lógico es invertir principalmente en instrumentos que tengan el potencial de generar un crecimiento de nuestro ahorro en el muy largo plazo, ya que no necesitaremos hasta dentro de mucho tiempo, de nuestro capital y de sus rendimientos.
Por el contrario, si tenemos un objetivo de menor plazo, o en una edad avanzada (hemos dejado de trabajar), seguramente nos tendremos que enfocar en inversiones que se enfoquen en pagar rendimientos periódicos, tratando de conservar, hasta donde sea posible, el valor real de nuestro capital.
El horizonte de inversión y nuestra tolerancia al riesgo
Cualquier instrumento de inversión conlleva cierto riesgo. Incluso los instrumentos que pensamos que son “seguros” como los pagarés bancarios. De hecho, al pagar tasas por debajo de la inflación, tenemos la seguridad de que el poder adquisitivo de nuestro dinero se está reduciendo, en lugar de aumentar.
Ahora bien, cuando se trata de inversiones, el riesgo se define como la fluctuación – volatilidad –que tiene nuestro portafolio de inversión a lo largo del tiempo.
Por ejemplo: un portafolio de inversión enfocado principalmente en inversiones garantizadas de corto plazo (28 días), tiene una volatilidad mínima (su valor casi no tiene fluctuaciones diarias). Otro portafolio que invierte un mayor porcentaje en acciones de grandes empresas multinacionales, tendrá más volatilidad de corto plazo (pero un mayor potencial de crecimiento en el largo plazo).
Entonces, mientras mayor sea nuestro horizonte de inversión, podremos naturalmente estar dispuestos a asumir una mayor volatilidad ya que no necesitamos disponer de ese dinero sino hasta dentro de muchísimos años. Aunque siempre debemos cuidar nuestra tolerancia al riesgo: se trata de dormir tranquilos por las noches y no asustarnos.
Por el contrario, si nuestra inversión es a más corto plazo (por ejemplo el fondo para emergencias o para juntar el enganche de un coche o de una casa), simplemente necesitamos un portafolio estable y poco volátil, ya que en caso de que las cosas vayan mal, no habrá el tiempo suficiente para recuperarnos si ocurre un evento económico inesperado que afecte fuertemente el valor de nuestra inversión.