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Opinión

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La catástrofe y los desastres naturales desde la sociología

Las catástrofes como fenómenos sociales son analizadas desde un punto de vista sociológico como eventos en los que la colectividad demuestra no sólo la forma en la que está constituido el tejido social, sino la manera en la que se pueden dar o impedir la solidaridad, la reciprocidad y la colaboración entre sociedades.

Todo mundo lo sabe: lo que ha ocurrido en Acapulco es una tragedia, sin embargo, a pesar de ser un desastre natural, parece ser el punto climático de una serie de problemáticas sociales que se vivían en el puerto. Dentro del campo sociológico, cuando suceden tragedias como los desastres naturales que empujan a una comunidad a vivir situaciones de hambre, vulnerabilidad en todo sentido y a estar en situaciones de vida o muerte, se tiene mucho cuidado de no llamar a estos eventos “accidentes”, aun cuando sean desastres naturales. ¿Por qué? Porque desde un punto de vista sociológico, si bien los desastres naturales y los daños que crean a su paso no son impedidos por la acción humana – o sea, no podemos prevenir un terremoto o desviar el curso de un huracán a nuestra voluntad- lo que sí atañe, a las instancias públicas, es ofrecer las condiciones a los ciudadanos para poder enfrentar de la mejor manera estos eventos y reducir las pérdidas.

Entender una catástrofe no sólo a partir de las pérdidas, sino a partir de la responsabilidad de cada sector, instancia o ciudadano es primordial para entender que los daños y la vulnerabilidad acrecentada de ciertos grupos sociales, no es una cuestión solamente de “accidente”, sino de la inexistencia de condiciones de vida que ayuden a superar las necesidades.  Uno de los aspectos más vulnerados durante estas tragedias sin duda, es la seguridad alimentaria. Y también, es una de las maneras en las que la sociedad civil muestra su solidaridad de una forma directa, básica y sin dobles agendas. La mayoría de las poblaciones cuando son afectadas por alguna catástrofe, reciben las primeras ayudas humanitarias en forma de comida. En parte, principalmente porque se piensa en la sobrevivencia y en la cobertura de necesidades de vida o muerte.  La comida es pues, un poderoso símbolo de lo que nos mantiene solidarios, pero también puede constituir moneda de cambio para el apoyo de ciertas agendas que no tienen que ver con la ayuda totalmente desinteresada.

Sin embargo, esta solidaridad puede verse crecientemente afectada por la creciente desconfianza a las instituciones que prevalece en nuestros tiempos. ¿Si ayudo, efectivamente llegará la ayuda a quienes lo necesitan? ¿De qué forma llegará esa ayuda y bajo qué agenda política? Esto sin duda, merma de manera significativa no sólo la recuperación de los afectados, sino también el vínculo social tan indispensable para que las sociedades puedan progresar hacia condiciones de vida más favorables para todos. Desde un punto de vista sociológico, son también las catástrofes los momentos en los que se revela no sólo la falta de responsabilidad de instancias públicas o a nivel individual, sino también la manera en la que el tejido social se ha deteriorado hasta antes de la catástrofe, sobre todo también por la manera en la que se gestionan las ayudas, y la forma en la que cada instancia vulnerada reclama su parte. La catástrofe es pues, no sólo el desastre natural, sino la forma en la que nos responsabilizamos por la parte que tocaba hacer y no se hizo.

Columnista de alimentación y sociedad. Gastronauta, observadora y aficionada a la comida. Es investigadora en sociología de la alimentación, nutricionista. Es presidenta y fundadora de Funalid: Fundación para la Alimentación y el Desarrollo.

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