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Nuestro futuro alimentario en las manos del apoyo que le demos al campo hoy
Producir alimentos de forma responsable en el contexto actual de nuestro mundo es un franco desafío; el cambio climático, la pandemia de Covid-19, problemas geopolíticos como el de Europa del Este, el crecimiento de la pobreza y del hambre, son apenas algunos ejemplos que inciden en el alza de los precios de los granos, como maíz y trigo, habiendo llegado a precios insospechados.
Estos granos son el corazón de la industria alimentaria y de la dieta diaria de miles de millones de personas, pues desde su producción inicia la cadena de valor que termina con un plato de alimentos en la mesa de los mexicanos y de habitantes del planeta entero. Contar con dichos granos es esencial, pero más lo es obtenerlos de manera sustentable, es decir, que se garantice su producción presente y futura minimizando su impacto a los ecosistemas.
Cuidar a nuestro planeta Tierra es fundamental y crítico; es un no negociable en la ruta para asegurar el futuro de nuestra civilización. Cuidarlo es tarea difícil, más en el contexto de un crecimiento poblacional acelerado, que demanda de más alimentos y exige la gestión adecuada de los recursos naturales disponibles.
Debemos todos, entendiendo por todos el concepto más incluyente posible, voltear a ver al campo, a los orígenes de lo que somos y donde nacen nuestros alimentos; y poner en primer lugar de nuestro interés a quienes trabajan la tierra porque es con ellos donde inicia la cadena de valor que da lugar, después, a lo que comemos.
En México somos exportadores de granos diversos como maíz, soya y trigo; sin embargo, esta importante capacidad comercial contrasta con la limitada información que tienen los agricultores respecto a los precios de los productos y, antes, a limitadas capacidades de organización del agro para hacerlo cada vez más responsable, eficiente y por ende productiva.
Reivindicar el rol fundamental del campo y de quienes lo trabajan, es fundamental. Sin los campesinos nada existe y hará inviable obtener alimentos de calidad para la sociedad actual y futura.
La experiencia global de Kellogg ha demostrado que enfocarse en apoyar para robustecer la experiencia exitosa de los productores del campo, no es una labor que rinda frutos con el involucramiento de unos cuantos. La organización social, la academia, los científicos, el sector gubernamental y desde luego la industria, son clave en el impulso de un campo sustentable.
La agricultura es responsable del 24% de los gases de efecto invernadero que favorecen el cambio climático y de alrededor del 70% de las extracciones de agua de los ríos, lagos y acuíferos; y sabemos que es imposible volver el tiempo atrás, el impacto que como humanos hicimos al ambiente no tiene reversa.
Sin embargo, si ahora tomamos el asunto en nuestras manos, el futuro puede ser mejor. Como compañías de la industria de alimentos es de suma importancia ser doblemente conscientes de ello, y ser humildes ante el reto que nos enfrentamos. Personalmente y con mis colegas, sabemos que no podemos hacer frente a esta situación solos y es por ello que siempre buscamos desarrollar prácticas más sustentables para ser más éticos con el entorno, sumando nuestros esfuerzos con organizaciones que compartan nuestros valores y nos ayuden a robustecer las cadenas de valor del campo a la mesa.
Al referirme a la cadena de valor del campo a la mesa, me refiero a que es importante que, como empresas de la industria de alimentos, busquemos hacer alianzas con diversas instituciones, que vayan desde aquellas de investigación científica en el sector agrícola, para seguir contribuyendo en la construcción de un sistema agroalimentario resiliente y fuerte, brindemos esas mejores herramientas a los agricultores del campo mexicano; que nos aliemos con bancos de alimentos en los distintos estados, en las comunidades más vulnerables y enfoquemos nuestros esfuerzos en atacar los retos que vemos a lo largo del camino, para lograr que los procesos sean más eficientes, que se desperdicien menos recursos y que más personas puedan asegurar una alimentación adecuada cada día.
Desde nuestra posición, también nos queda levantar la voz, hablar de nuestros casos de éxito, de lo que sí ha funcionado e invitar a que más compañías se sumen y desarrollen programas que ayuden a mejorar nuestra calidad de vida a través de prácticas sustentables porque, definitivamente, los retos en el sector alimentario son tan grandes que sólo podemos enfrentarlos trabajando en equipo con el mismo objetivo: acabar con la inseguridad alimentaria en México y el mundo.
*El autor es director de Asuntos Corporativos de Kellogg.