Prueba de fuego para el sector inmobiliario

El daño en la Ciudad de México fue enorme... Al margen de la tragedia en término de vidas perdidas y de personas que vieron caer su patrimonio, su fuente de empleo o la calidad de vida de su barrio, cuando se acaben de contabilizar los efectos del devastador terremoto del reciente 19 de septiembre estaremos hablando de una cifra de edificios con diferentes grados de daño que estará cercana a 15,000.

Imposible aún hacer números como para entender el alcance económico del terremoto; habrá que totalizar metros cuadrados y su grado de afectación, segmentar por uso de cada inmueble, por costo de reposición...

Habrá que ver cuántos de los inmuebles dañados estaban asegurados y cuál era el alcance del seguro... Habrá que ver qué infraestructuras resultaron dañadas y cuántos de los inmuebles son propiedad pública.

De lo que no queda duda es de que el terremoto puso en el ojo del huracán al sector inmobiliario y al modelo de planeación urbana de la ciudad.

Van a la fecha más de 11,000 reportes por posibles daños, a los que habrá que agregar la fila de solicitudes de verificación de daños que sigue llegando o que se quedó atorada en algún lugar en medio de la emergencia.

Pero sintetizando, podemos decir que a la fecha hay 11,000 reportes, que han generado la inspección de más de 5,500 inmuebles, de los que 10% se reporta con daño estructural.

Hay edificios dañados en 15 de las 16 delegaciones capitalinas. Milpa Alta fue la única que no generó reportes, en tanto que la más afectada fue Cuauhtémoc.

Se puede precisar que la mayor parte de los edificios colapsados fueron construidos antes de 1985, y que la edad promedio de los que se colapsaron cobrando vidas es de 43 años.

Claro que en medio de todo esto hay algunos edificios recientes, y claro que cabe esperar desaceleración en el mercado inmobiliario en las colonias que resultaron más afectadas.

Pero el hecho es que la estructura de la demanda no permite suponer que puedan desplomarse los precios, y es seguro que habrá programas emergentes que elevarán la producción del sector inmobiliario en la entidad.

Por otra parte, el reto de la reconstrucción es uno de reconocimiento de nuevos paradigmas urbanos.

No se trata de reconstruir lo que se cayó, sino de hacer de esa necesidad de recuperar lo que se perdió punto de partida en la definición de un nuevo proyecto de ciudad, que tenga que ver con el cambio de gobierno que se dará el año próximo y que deberemos ver traducido en un plan integral de desarrollo urbano, debidamente acompañado por ajustes legislativos, inversión en infraestructura y la redefinición de los modelos de gestión urbana que habrán de llegar como consecuencia del cambio de marco legal de las delegaciones.

Todo esto representa una enorme prueba de fuego para el sector inmobiliario, que no sólo no enfrenta la antesala de una crisis, sino que, por el contrario, está ante la posibilidad de hacer algo verdaderamente trascendente, convirtiéndose en el músculo de la transformación de una ciudad que no sólo es la más grande del país, sino que además representa el gran laboratorio en que se ponen en práctica los modelos que acabarán siendo implementados en todas nuestras ciudades.

Habrá que ver si gobierno y órganos legislativos están a la altura del reto y logran conformar las condiciones que hagan posible que esta reconstrucción vaya mucho más allá y se convierta en un gran acelerador de la economía de la ciudad.

Por lo pronto, cabe esperar un plan emergente de vivienda y desarrollo urbano que permita capitalizar el potencial del músculo inmobiliario.

Un plan que ajuste usos de suelo, simplifique los procesos regulatorios que implica hacer vivienda, combata la corrupción y vincule eficientemente toda actividad relacionada con los procesos urbanos.

Horacio Urbano es presidente fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas inmobiliarios y urbanos.

hurbano@centrourbano.com