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Opinión

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¿Quién extrañará a Rex Tillerson?

Su despido no es sorpresivo, en los pasillos de la Casa Blanca lo llamaban Rexit.

Foto: Reuters

Rex Tillerson trataba de conciliar el sueño en un cuarto de hotel en Nairobi el pasado sábado por la madrugada. El secretario de Estado tenía un fuerte malestar estomacal, y hacia las 2 de la mañana, como lo describe The Washington Post, recibió una llamada telefónica del personaje que tiene la encomienda de poner orden en el ecosistema del Despacho Oval, John Kelly. Con seguridad, los dos mensajes que le transmitió Kelly dejaron más inquieto a Tillerson: “el jefe está molesto” y “durante el fin de semana es probable que escriba un tuit en contra tuya”. Lo que en realidad quiso decirle Kelly a Tillerson es que, en cuestión de horas, Trump lo despediría.

Antes de que Trump diera a conocer su decisión a través de un tuit, The Washington Post lanzó la noticia a través de una alerta en su portal electrónico. Hasta en un asunto en el que, supuestamente, sólo conocían los detalles Trump y Kelly, ocurren las filtraciones. El diario de la capital estadounidense reveló que uno de los hijos del presidente, Donald Trump Jr, sabía de la decisión desde el pasado viernes. Era el día en que Trump iba a anunciar el despido de Tillerson, sin embargo, de acuerdo a los periodistas Ashley Parker y Philip Rucker, del diario The Washington Post, Kelly convenció a Trump de hacerlo cuando Tillerson regresara de una  gira por África.

A Tillerson no lo van a extrañar en la diplomacia estadounidense. Siempre fue distante y poco comunicativo.

Tampoco lo va a extrañar Jared Kushner. Tillerson dejaba pasar  horas o días antes de responderle el teléfono. No le gusta que el yerno de Trump le quite atribuciones. ¡Y vaya agenda que le quitó!: Israel, México, China y Arabia Saudita.

A Tillerson no lo van a extrañar en la cancillería mexicana. La agenda bilateral la lleva Jared Kushner a través de un canal no formal. De hecho, de los 14 meses que lleva Tillerson al frente de la Secretaría de Estado, y que abandonará formalmente la medianoche del 31 de marzo, ha venido a México en dos ocasiones (22 de febrero de 2017 y 2 de febrero de 2018) y canceló su participación en Cancún durante la Asamblea de la OEA (19 de junio de 2017). Su primer viaje lo hizo acompañado de John Kelly, entonces secretario de Seguridad Nacional.  El segundo viaje formó parte de una gira por Latinoamérica para abordar el tema de la crisis venezolana. Mike Pompeo, curiosamente su próximo sucesor en la Secretaría de Estado, comentó en julio de 2017 que su país está expectante ante una posible “transición en Venezuela”. Lo que no dijo el secretario de Estado, lo mencionó el director de la CIA.

La decisión de Trump tiene varias lecturas. Su curva de aprendizaje ha crecido, aunque sea a través de desencuentros. Al llegar a la Casa Blanca colocó a Tillerson en la Secretaría de Estado por su experiencia geoestratégica de los negocios (ExxonMobil). Pero poco a poco, Tillerson lo fue contradiciendo en temas delicados como los son: el acuerdo nuclear de Irán, Corea del Norte e Israel.

Trump y Osorio, entrenador de la Selección Mexicana de futbol, se parecen; sus rotaciones son desagradables. Pompeo conoce las cañerías de la política por ser director de la CIA, concibe a los países como enemigos. Exactamente esa es la visión de Trump, pero Pompeo es un policía de inteligencia, no un diplomático.

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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