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Opinión

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Tridente de amenazas

Hay signos muy claros de amenaza en la forma de un tridente. Es decir, tres fuerzas agresivas capaces de causar mucho daño...

Sería una exageración decir que, en el corto plazo, la economía mexicana se encuentra metida en un brete. Sin embargo, hay signos muy claros de una amenaza en la forma de un tridente. Es decir, tres fuerzas agresivas capaces de causar mucho daño. Y en el extremo, crisis general con fuga masiva de capitales y un ajuste cambiario importante. Cabe atribuir el primero de esos impulsos amenazantes a la tendencia hacia la desaceleración que muestran tanto la economía de Estados Unidos como la de México. El segundo vector de peligro es por la creciente volatilidad que están mostrando los mercados financieros mundiales. Y el tercer embate, proviene, de manera directa, de las implicaciones que podría tener el llamado Plan C de reformas constitucionales.

Apenes en la edición del pasado lunes de El Economista, se publicó una importante nota bajo la cabeza “Enfriamiento de la economía mexicana ye se reflejó en los indicadores cíclicos”. Es decir, la tendencia a la desaceleración fue confirmada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) a través de sus dos principales indicadores de coyuntura: el indicador coincidente y el indicador de la actividad industrial. ¿Se equivoca el Inegi en sus cálculos y proyecciones? No es de creerse, desde el momento que muchas entidades independientes y prestigiadas ya están corrigiendo a la baja sus pronósticos de crecimiento para la economía mexicana.

Y siguiendo la mata de malas noticias dando frutos ponzoñosos, al día siguiente, martes, la noticia principal de primera plana rezó: “Mercados sufren crisis de ansiedad y provocan caída a escala global”. El problema es global y el término “mercados” se refiere, en lo principal, a las bolsas de valores de los países del mundo y a las cotizaciones de las monedas que se intercambian. Pero aunque la fiebre es mundial, procede concentrar la atención en el caso de México, donde el peso local sufrió, en el trance, una depreciación muy marcada.

Podría pensarse que las dos problemáticas anteriores son globales y nada puede hacerse sobre ellas. Es un error. O al menos, lo es desde una perspectiva asimétrica. Lo cierto es que los problemas políticos y sociales internos están en posibilidad de contagiar, de manera muy negativa, tanto el ritmo de crecimiento de la economía como el nivel del tipo de cambio. La inestabilidad interna podría desatar una fuga de capitales masiva con devaluación. Ya ocurrió antes a finales de sexenio. Podría volver a suceder.

bdonatello@eleconomista.com.mx

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