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Opinión

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El reto de gobernar a la sombra de un líder carismático PARTE 2


PARTE 2

En la primera parte de esta serie, comenté el caso de la primera mujer presidente brasileña, Dilma Rousseff, que después de tener una carrera muy distinguida en la izquierda brasileña y en el gabinete de Lula da Silva, no tuvo la flexibilidad y visión para enfrentar los cambios en los términos de intercambio de su país, al desplomarse los precios de las materias primas que Brasil exportaba. También analicé el caso de Anthony Eden, Primer Ministro Británico en los años 1955 a 1957, quien se embarcó en una guerra contra Egipto, sin dimensionar que no contaría con el apoyo norteamericano. Esta arrebatada decisión, motivada en parte, por el ego y la necesidad de superar la imagen de Winston Churchill, su famoso antecesor, terminaron con su carrera política. 

Ahora analizaré el caso de Anwar Sadat, presidente de Egipto de 1970 a 1982. Sadat nació en 1918, cuando el Imperio Otomano fue desmembrado y los británicos tomaron el control económico de Egipto. A pesar de provenir de una familia de bajos recursos, logró ser admitido en la Real Academia Militar de El Cairo, donde conoció a otro joven oficial llamado Gamal Abdel Nasser, quien conformó el movimiento de los Oficiales Libres, un grupo revolucionario clandestino, que unos años después derrocó a la monarquía. Nasser, quien se convirtió en su mentor y jefe, llegó a la presidencia en 1954. El destino de Sadat siempre estuvo ligado al de Nasser, quien libró tres guerras contra Israel; la Guerra de 1948, la Guerra de Suez en 1956 y la Guerra de los Seis Días en 1967, donde fue derrotado por Israel, lo que fue un golpe terrible para él y para Egipto. Sin embargo, a pesar de su fracaso militar y de su mala gestión de la economía, Nasser siempre fue idolatrando por su pueblo.

Cuando Nasser murió en 1979, su vicepresidente, Anwar Sadat, asumió la presidencia. El nuevo presidente no contaba con el carisma de su antecesor y, además, era bien sabido que Nasser elegía a sus vicepresidentes y miembros de gabinete entre subalternos leales que no representaran una amenaza. Sus colegas veían al nuevo presidente como alguien fácil de controlar. En los seis meses posteriores a su nombramiento, Sadat tomó una serie de decisiones inesperadas que iban en contra de las políticas de su antecesor. Sus rivales empezaron a tramar un golpe militar, pero el presidente los descubrió y los sustituyó esa misma noche, en un movimiento que se conocería como la “Revolución Correctiva”. Su acción decisiva lo consolidó en el poder, pero Sadat se encontraba en una encrucijada; por una parte, necesitaba conservar el vínculo con la imagen de Nasser para mantener la legitimidad popular, pero por otra, necesitaba dar un viraje para cambiar el rumbo de su país, ya que las medidas populistas de Nasser en su mandato de 25 años, provocaron que Egipto enfrentara graves problemas económicos.

El 6 de octubre de 1973, Sadat tomó la decisión de atacar sorpresivamente a Israel, conquistando los Altos del Golán y el desierto del Sinaí. Después de la sorpresa inicial, Israel pudo recuperar los territorios, pero los miles de muertos y heridos de ambos bandos, hacían parecer imposible cualquier acuerdo de paz. En ese complicado entorno, Sadat tuvo la madurez y la imaginación de dar un paso inesperado; rompió el status quo para abrir la posibilidad de negociar con Israel, con el apoyo de Estados Unidos.

Como comenta Henry Kissinger en su libro “Liderazgo”: “En su mente, la existencia de Israel no era una amenaza para la de Egipto; pero la guerra si lo era. Esta amenaza podía eliminarse con un proceso de paz”. La visión que tenía Sadat de una nueva negociación, no podría haberse logrado sin la participación de la Primer Ministro israelí Golda Meir y sus sucesores. Al entrar en las negociaciones, Israel aceptó la posibilidad de ceder territorio por primera vez en su historia. El acuerdo de paz entre Egipto e Israel firmado en 1978 ante la presencia del presidente norteamericano Jimmy Carter en Camp David, ha persistido a pesar de las grave fricciones en el Medio Oriente. Sadat logró despojarse de la enorme carga e influencia de su carismático antecesor y mentor, quién le había dejado muchas ataduras para poder gobernar. El líder egipcio mostró una transformación interna, una gran tenacidad y una gran imaginación para lograr la paz.

Las lecciones aprendidas de los tres personajes analizados en este artículo, pueden ser una guía en estos momentos. De Anwar Sadat, aprendemos la necesidad de controlar con decisión y fuerza a los aliados del antecesor, como lo hizo adecuadamente durante su primer año de gobierno. De Anthony Eden, aprendemos de su gran error durante la Crisis de Suez; no poder controlar su ego ante la gran sombra del antecesor, cuya imagen era muy difícil de sobrepasar. De Dilma Rousseff, aprendemos de sus errores; permitir que la ideología supere al pragmatismo y no darse cuenta que el mundo cambió. En este sentido, tal vez la lección más importante la dejó Anwar Sadat, que fue capaz de dar un cambio de ciento ochenta grados para lograr la paz.

Mexico enfrenta retos muy importantes. En el frente externo, existen las amenazas del presidente electo Donald Trump de imponer aranceles a las importaciones de productos mexicanos, de expulsar a millones de indocumentados e incluso de atacar laboratorios de fentanilo en este lado de la frontera. En el frente interno, además de los graves problemas de inseguridad, el legado de gasto social que dejó Andrés Manuel Lopez Obrador, que no parecía un riesgo para las finanzas públicas en épocas de gran liquidez internacional (con tasas de interés internacionales muy bajas), puede representarlo ahora, en un entorno de menor crecimiento. La primera mujer presidente de México no la tiene fácil; la gran ascendencia que tiene su antecesor sobre los miembros de su partido, los senadores y diputados e incluso dentro de su gabinete, pueden ser un lastre importante. Por otra parte, el entorno que enfrenta nuestro país ha cambiado de manera drástica. Aprender de gobernantes que han vivido situaciones similares en el pasado, es determinante.

Termino este articulo con una frase de las memorias de Anwar Sadat:

“Quien no puede cambiar el entramado mismo de su pensamiento, nunca será capaz de cambiar la realidad”.

El autor es economista y financiero, Consejero Independiente y Profesor de la materia Historia Económica del Siglo XX en el ITAM.

Moisés Tiktin, economista, consultor y consejero independiente.

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