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Capital mental: Cómo prevenir un suicidio

El próximo 10 de diciembre se celebrará el Día Mundial de Prevención del Suicidio y es casi seguro que de nuevo los expertos dirán que en las últimas décadas se ha estado multiplicando el número de suicidios entre la gente joven.

"Muerte y verdad podían hacerse rimar si fuese menester. También existía el viejo truco de decirle a cualquiera que sacudiese de sus pies el polvo de la Ciudad de Destrucción, que huía de sí mismo y de sus responsabilidades."

Malcolm Lowry, Bajo el volcán.

Nada puede ser más inquietante que el origen -o los orígenes- del suicidio, sobre todo cuando aún se es joven y pareciera que se tiene un futuro por delante. Hoy, muchos años después de haberlo vivido, recuerdo con un sabor amargo en la boca aquellas madrugadas en que estuve a punto de dispararme en la cabeza con una escuadra 9 mm., un arma extrañamente conveniente dadas las circunstancias.

Fue esa una larga temporada en la cual despertaba abruptamente en mitad de la noche, con un desasosiego imposible de describir pero que conocen demasiado bien quienes en algún momento terrible de sus vidas concluyen que es imposible resistir semejante sufrimiento por mucho tiempo más.

¿Cómo o por qué comenzó esa agonía que me tuvo arrinconado durante tanto tiempo contra el filo de un precipicio que no conocía, ni pude haber imaginado? Es imposible responder a estas preguntas, aún cuando ahora sé que el insomnio, la ansiedad, el miedo, la desesperación, la culpa y el pesimismo que entonces me embargaban, no eran otra cosa que los síntomas típicos de una enfermedad mental severa.

Pero, ¿acaso esta situación no tenía que haber sido evidente para el estudiante de psiquiatría que era yo en aquellos tiempos o, al menos, para mis demás compañeros y maestros con quienes convivía casi a diario en el hospital?

Ingenuamente -tengo que reconocer- creía yo, que siendo parte de ese grupo privilegiado se resolvería "por ósmosis" mi sufrimiento.

Pero lo cierto es que los psiquiatras estábamos ahí para atender enfermos y no para enfermarnos. Nadie lo decía así, simplemente porque no había necesidad de hacerlo.

El estigma y los prejuicios son algo que casi todos compartimos, querámoslo o no reconocer; y el temor y la ignorancia ante las enfermedades mentales están tan arraigados en nuestra cultura, que a la fecha siguen siendo verdaderos obstáculos por los cuales la gente que más necesita ayuda psiquiátrica y que, por lo tanto, corre un mayor riesgo suicida, difícilmente tiene acceso a ella.

El próximo 10 de diciembre se celebrará el Día Mundial de Prevención del Suicidio y es casi seguro que de nuevo los expertos, en diversos foros alrededor del planeta, dirán que en las últimas décadas se ha estado multiplicando el número de suicidios entre la gente joven, superando en cifras de mortalidad a quienes son asesinados o fallecen en las distintas guerras.

Se dirá que está demostrado que el 90% de las personas que intentan o llegan a quitarse la vida sufren de alguna enfermedad mental y que, si en realidad se quiere prevenir más suicidios, es indispensable mejorar y ampliar los servicios de salud mental, haciéndolos más accesibles y eficientes para toda la población.

Y aún así -creo- seguiremos preguntándonos: ¿Es posible prevenir un suicidio?

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