Buscar
Arte e Ideas

Lectura 3:00 min

Capital mental: Japón

Ante la inminente crisis atómica el recuerdo mortífero de Hiroshima y Nagasaki resulta obligado.

Se que estás muy enfermo. No podrás saber exactamente quién está sufriendo, pero cuestiónate, ¿cuál es la esencia de esta mente? Sólo piensa en ello. No necesitarás nada más. Deja de anhelar otras cosas. Tu fin – que no tiene final – es como una gota de agua disuelta en el mar. Carta Zen a un hombre moribundo.

Las imágenes son arrasadoras. La fuerza de las corrientes marinas desbordando y avasallando todo a su paso superan las peores pesadillas. La indefensión de miles de víctimas es casi absoluta. Nada, ni nadie, es capaz de detener la catástrofe. La naturaleza desatada no admite apelación alguna y las marcas históricas en la escala de Richter le tienen sin cuidado.

Ante la inminente crisis atómica el recuerdo mortífero de Hiroshima y Nagasaki resulta obligado. Sin embargo, ahora la necesidad de poner fin a la guerra lanzando bombas cobardes está por demás, al igual que el otro argumento, el socio-económico, que señala a los países pobres como los chivos expiatorios, propiciatorios y recurrentes de las peores desgracias. Y ni siquiera el terrorismo cizañero tiene cabida a la hora de tratar de explicar cuáles han sido los resortes de la actual tragedia japonesa.

¿Cómo sigue la vida después de tanta desolación? ¿De qué manera irán transformándose, en aquel entorno, palabras tan necesarias para que la vida continúe, como tranquilidad, seguridad, sosiego, esperanza, bienestar y cordura?¿Podrán estas expresiones lingüísticas sostener algo de su peso semántico o, más pronto que tarde, se convertirán en caricatura de algo que en un tiempo pasado tuvo sentido y razón de ser?

Después de la Segunda Guerra Mundial Japón fue recuperándose rápidamente. La destrucción atómica no acabó con su cultura, con la tenacidad de la gente, su acendrado sentido del deber y sus exquisitas formas de expresión artística; ni mucho menos, con su capacidad de asombrar al mundo con un ingenio industrioso excepcional. Pero aún falta algo más que no debe dejar mencionarse en el momento actual. Se trata nada menos que de aquella parte intangible - aunque poderosa -, de la nación japonesa: su herencia filosófica.

La experiencia trágica del terremoto y del tsunami seguramente vendrá a reforzar la necesidad y la importancia de articular el conocimiento científico con la sabiduría emanada del espíritu y la conciencia de esos seres humanos hoy tan brutalmente traumatizados.

El concepto singular de desastre que cada idiosincrasia, filosofía o religión contempla se vuelve un factor central en cualquier intervención que pretenda restaurar la salud mental y disminuir el sufrimiento emocional inflingido a la población por la catástrofe.

El marco explicativo sobre el origen de los eventos es inherente a las creencias

individuales y colectivas. Cada persona dañada intentará explicarse el drama de acuerdo a las creencias y los conocimientos más próximos a su propia cultura y a su corazón.

El papel del profesional de la salud mental consiste en ayudar a la gente lastimada a ir transitando por el dolor y el sufrimiento, pero siempre respetando los recursos subjetivos de esa misma gente.

No podemos perder de vista la diversidad de creencias espirituales, sobre todo en medio de esta tragedia que también pudiera ser la nuestra.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas

Suscríbete