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Cuentos de hadas
En un futuro para México, Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda hacen un análisis de las necesidades de nuestro país.
En su librito sobre el futuro de México, Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda hacen un análisis, que bien podría catalogarse como diagnóstico, de las necesidades de nuestro país de cara a convertirse en una mejor nación en el futuro. Utilizo el diminutivo no en forma despectiva, sino descriptiva. Es un libro pequeño (Punto de Lectura, 111p, $69), poco más que un ensayo.
Una lista de reformas que van desde la política, con elementos similares a la que envió el presidente Calderón al Congreso, la migratoria, la óptica de la relación internacional con Estados Unidos, la equidad social, la mejor manera de cobrar impuestos o de enfrentar al crimen organizado.
Algunos de los puntos son argumentados sólidamente, otros por encima, y muchos de sus razonamientos darían lugar a discusiones sabrosas de sobremesa. Pero al final, la mayoría parten de una lógica similar a la que se escucha entre los analistas mexicanos desde que el discurso presidencial puso la agenda: ¿las reformas posibles o las necesarias?
Como dice Google que dijo Paul Valery, el problema del futuro es que ya no es lo que era.
Si después de leer las buenas intenciones del par de inteligentes analistas nos topamos con las actividades del Congreso Mexicano la semana pasada, el umbral de lo posible llega a su punto más bajo en la última década.
¿Qué se puede esperar de la más alta tribuna de la nación (como suele llamársele), cuando se utiliza con propósitos tan bajos?
Paradojas a un lado, las imágenes recogidas por los noticieros, y con voracidad por reconstrucciones humorísticas como Las mangas del chaleco de Televisa, nos ponen a pensar si estábamos viendo una sesión del honorable Congreso de la Unión o una simulación realizada por una escuela primaria.
Mientras el país espera una lista de reformas que pondría a temblar a los primeros constituyentes, nuestros diputados paseaban una piñata de Pinocho por los curules, gritaban quiere llorar a sus colegas, comparaban las alianzas entre PAN y PRD como alianzas gay , y arrojaban monedas a sus contrapartes.
La disputa la encendió el famoso contrato que firmaron César Nava y Beatriz Paredes (¿qué estaban pensando?) para acordar que el PAN no se aliaría con el PRD en las elecciones del Estado de México. Ambos lo negaron, ambos recularon cuando fueron exhibidos y llenos de fingida indignación dijeron que estaban dispuestos a enfrentar una prueba del polígrafo para comprobar que no mienten.
Quien se haya imaginado un episodio especial del noticiero de López Dóriga con ambos cabecillas de partido cara a cara, electrodos en la frente y Jack Bauer interrogando, está delirando. Casi se antojaría traer al doctor Lightman (Tim Roth) experto en decepción de la serie Lie to me para que descifre sus muecas. Experto que confirmará que no dicen la verdad ni mienten, sino todo lo contrario. Vamos, son políticos mexicanos.