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La peligrosidad de los políticos descrita por un psiquiatra singular

Suicidio y homicidio están más relacionados con la política de lo que nos han hecho creer psiquiatras y criminólogos.

El suicidio es un problema de salud mental, informan los expertos. Por lo tanto, quienes han pensado, planeado e intentado quitarse la vida seguramente tienen alteraciones mentales y deben someterse a tratamientos psicológicos y psiquiátricos para evitar morir por su propia mano.

El homicidio, por el contrario y salvo casos excepcionales, no deriva de patología psiquiátrica alguna. Los asesinos son individuos social y moralmente desadaptados, incapaces de convivir dentro de la legalidad.

Unos actúan violenta y auto-destructivamente porque su cerebro está trastornado, mientras que los otros utilizan la violencia destructiva para satisfacer sus intereses personales mezquinos al despreciar los de la mayoría.

Resulta lógico, pues, llevar a cabo campañas sanitarias para la prevención del suicidio mediante la detección y la atención médico-psicológica de aquellas personas con padecimientos mentales severos. Como también parece obvio que a los criminales se les enfrente aumentando la vigilancia y la intervención policiacas, invirtiendo en armamento poderoso con tecnología de punta, multiplicando las prisiones y el número de prisioneros, y endureciendo los castigos y prolongando las sentencias.

Sin embargo, ni la lógica aparente, ni la supuesta obviedad de las premisas anteriores han servido para comenzar a disminuir las tasas de mortalidad por suicidio y homicidio en la mayor parte del mundo. Al contrario, cada día las estadísticas apuntan hacia una realidad en la que más personas, sobre todo jóvenes, asesinan a sus prójimos y se autoasesinan también.

¿Qué sucede? ¿Dónde estamos fallando? ¿Qué cambios deben hacerse para que las personas perturbadas prefieran continuar viviendo y los criminales se convenzan de que es mejor vivir en paz y conforme a derecho en lugar de estar matando a los demás?

James Gilligan es un psiquiatra estadounidense, quien en su libro Why some politicians are more dangerous than others (2011) comparte algunos datos muy interesantes, producto de la investigación estadística de mortalidad por medios violentos en su país, que bien puede servirnos para responder, aunque sea parcialmente, las preguntas anteriores.

Gilligan descubrió que de 1900 al 2007, durante todos las administraciones en las que el Partido Republicano ocupó la Casa Blanca (excepto con Eisenhower) las cifras de suicidio y homicidio se incrementaron muy por encima de la media, mientras que en tiempos en los que el Partido Demócrata tuvo la presidencia (salvo con Jimmy Carter), las tendencias de suicidio y homicidio fueron a la baja, incluso por debajo del promedio.

Las estrategias del conservadurismo (aumento del desempleo, bajos salarios, inseguridad laboral, restricciones de derechos sindicales, exención de impuestos a los más ricos) son los factores de riesgo más constantes con relación a la violencia suicida y homicida.

Los sentimientos de vergüenza, fracaso, humillación, inferioridad y futilidad que se experimentan con la pérdida del trabajo resultan los elementos psicológicos más riesgosos a la hora de decidir la muerte propia o la de los demás.

En México nada sabemos aún de la relación entre política y sus repercusiones en el suicidio y el homicidio.

rozanes@prodigy.net.mx

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