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Arte e Ideas

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Tres nuevas series

Con el otoño nos llegan nuevas propuestas televisivas, además de temporadas nuevas de las que ya veníamos siguiendo.

Con el otoño nos llegan nuevas propuestas televisivas, además de temporadas nuevas de las que ya veníamos siguiendo. Entre las novedades hay tres que vale la pena mencionar.

La primera es la más reciente creación de Joss Whedon: Agents of S.H.I.E.L.D, la primera serie de Marvel desde que el otrora gigante del cómic formó su estudio cinematográfico (aunque en los setenta existió aquella versión de Hulk que no entraba precisamente en la mitología del cómic).

Whedon tiene ya la reputación (merecida) de ser uno de los creadores más atractivos de la televisión estadounidense. Responsable de series estupendas como Buffy, Firefly y Dollhouse, dio un salto en su carrera con la película más exitosa del 2012: The Avengers, y más recientemente con una inteligente y provocativa adaptación de Shakespeare en blanco y negro.

Whedon es capaz de sacarle la vuelta a los géneros más trillados (la adolescente cazavampiros, el western espacial, la conspiración apocalíptica con lavado de cerebros), e inyectar una mezcla de humor camp, diálogos ingeniosos y giros en la trama para dar frescura a series que invitan al seguimiento de culto.

Quizá por ello fue el director elegido por Marvel para Avengers, y ahora el productor de este spin-off sobre la legendaria agencia de Nick Fury, invento de Stan Lee para la guerra fría. Entonces S.H.I.E.L.D. era un acrónimo para Supreme Headquarters International Espionage Law Enforcement Division y enfrentaba a los villanos de una organización secreta neofacista llamada HYDRA.

El acrónimo cambió su definición un par de veces, adaptándose a los tiempos (los cómics en México le decían E.S.C.U.D.O. pero también le decían Bruno Díaz a Bruce Wayne, así que no nos sorprendamos). Por cierto, el acrónimo merece una buena puntada de Whedon en el piloto de la serie.

Nick Fury, el líder de la organización fue encarnado por Samuel L. Jackson en las películas de Marvel (desde Ironman hasta Avengers), y Jackson no tenía interés del protagónico en la pantalla chica, de ahí que se resucitara al agente Coulson (Clark Gregg) y se formara un equipo multidisciplinario de agentes de personalidades singulares. Una de las premisas donde mejor se desenvuelve Whedon.

Si esperas que esta serie sea una variante más de la cansada moda iniciada hace unos años por Héroes, descuida. La presencia de Whedon, y la apuesta de Marvel (en el piloto basta ver cuánto dinero estuvieron dispuestos a invertir en valores de producción y efectos especiales), garantizan entretenimiento e inteligencia. La serie inicia donde termina The Avengers y promete ir a la par de la mitología del universo, al paralelo con las próximas películas.

Con publicidad hasta en espectaculares de provincia, Warner apuesta por Hostages, serie de 15 capítulos producida por Jerry Bruckenheimer para CBS el estudio más poderoso de la TV estadounidense, pero también el más convencional y conservador (responsable de CSI, NCIS, entre otras). La idea es simple, un comando (¿terrorista?) cuyo líder es un efectivo agente del FBI (Dylan McDermott), secuestra a la familia de una celebrada cirujano de Washington (Tony Collette), que esta a punto de operar al Presidente de los EU. La exigencia es simple: o el presidente fallece durante la operación o su familia no sobrevive.

Los creadores dicen que intentan una mezcla de Downton Abbey y 24, pero su descripción parece más una propuesta de relaciones públicas que otra cosa. Y es que la premisa es tan forzada que se vieron obligados a hacer un inusual corto de avances de lo que sucedería temporada (después del piloto) para tratar de entusiasmar a patrocinadores y público.

Hostages promete atmósferas tensas y la combinación de thriller político y ambiente disfuncional familiar que tan bien ha resultado en Homeland, por ejemplo. El problema es que en su ánimo de poner demasiados ingredientes en la olla express, los creadores recurrieron no sólo a clichés, sino a sobrecargar el piloto revelando subtramas innecesarias para tratar de amarrar el interés del público.

Ahí nos enteramos que la doctora es muy buena, su marido es infiel, su hijo un dealer, la hija está embarazada, el secuestrador tiene una hija adorable y una mujer agonizante, y muchas más canicas de las que eran necesarias en el tablero. Es claro que CBS quiso correr un riesgo, pero también es claro que quiso minimizarlo gritando cada cinco segundos al espectador va a estar bien bueno, no te lo vayas a perder.

El lado opuesto del espectro lo produce The Black List (Sony), un policíaco con una premisa familiar. Red Reddington, uno de los criminales más buscados por el FBI (James Spader) se rinde a la agencia estadounidense, ofreciendo su colaboración para detener un atentado y a una larga lista de criminales que forman su lista negra. Para ello pone algunas condiciones, entre ellas trabajar con la novata profiler Elizabeth Keen (la también desconocida Megan Boone).

Algo así como Hannibal Lecter, que quería sólo hablar con Clarice Starling, se nos invita a pensar, excepto que Keen es un hueso más duro de roer que el personaje legendario de Jodie Foster, y la agenda de Reddington es mucho menos transparente que la de Lecter.

Hay que decirlo, los adelantos promocionales de Sony vendían mal la serie. El canal no sólo olvidó incluirla en su guía de programación satelital, sino que llenó sus avances de one-liners de Spader, lo que anticipaba que se trataría de una verdadera sangronada.

Nada más contrario a la realidad. A diferencia de Hostages que quiere prometernos más de lo que realmente entrega, The black list nos conquista y rápido con diálogos inteligentes, vueltas de tuerca de intensidad insospechada, y personajes sólidos y creíbles.

Spader brilla en los personajes excéntricos, y lo hace de nueva cuenta en esta suerte de supervillano manipulador. Los creadores han indicado que los giros humorísticos, los ojos al cielo, las muecas, las burlas al FBI las añadió el propio Spader fuera de guión, y son esos gestos, junto al lado oscuro de Keen (Boone es espléndida) los que ponen la serie en otra dimensión. Queda claro que ni su propio protagonista se toma al FBI y su formalidad intensa en serio, ni sus personajes se recortaron de una plantilla de cartón.

Ambos aspectos consiguen involucrar al espectador, anticipando su incredulidad y sacudiéndolo sin contrapisas. Hay gran química entre los protagónicos y verdadera inteligencia en los guiones, ambas cosas consiguen que el espectador se vuelva cómplice y adicto. Esperemos que sus creadores sean capaces de mantener el justo balance durante toda la temporada.

Twitter: @rgarciamainou

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