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¿Habrá gente para tantas camas?: La oferta y demanda laboral
El mercado laboral vive presiones importantes para satisfacer la necesidad de talento en las empresas, fenómeno acrecentado por la escasez de perfiles especializados y el foco de atracción de personal para megaobras públicas y proyectos de nearshoring.
En lo que va del año, empieza a verse una preocupación no sólo por la incrementada rotación en los puestos sino también por las dificultades de llenar las vacantes. Esto podría explicarse por una situación de pleno empleo, donde la demanda supera a la oferta y el mercado está adecuadamente servido de talento, pero para América Latina no es éste el caso.
La reducción de la capacidad adquisitiva del salario, las múltiples reestructuras a las que han sido sometidas las plantas organizacionales y la necesidad de capacidades y competencias específicas han revuelto aún más una cocción que ya se antoja pesada.
La velocidad que se ha impreso a los proyectos de infraestructura públicos ha puesto una mayor presión al sistema y a la empresa privada por vía de ofrecimientos de sueldos competitivos –aunque por obra o labor– y dotados de prebendas y subsidios para fomentar el apego a los proyectos sociales de los gobiernos.
Esto, en las zonas pertinentes, ha quitado de manera muy importante personal a las empresas, las cuales han visto con una mengua de mano de obra significativa en algunos lugares del país, por ejemplo, la península de Yucatán, San Luis Potosí y partes del sureste, incluido Guerrero.
Esta situación empieza a volverse más compleja con los grandes proyectos de nearshoring, para ponerlo simple, el interés de empresas extranjeras en la frontera norte de endosar trabajos en México y crear una demanda de trabajo que es más barata, pero igual de efectiva que en el norte. Ya mucho se ha hablado de la llegada de Tesla, sin embargo, se empiezan a ver migraciones de puestos de trabajo de Asia, particularmente India, Pakistán y Filipinas, para traerlos al país.
Esta situación lleva y llevará a varias consecuencias que pueden afectar la macroeconomía del empleo, entre otras:
- La modificación en las condiciones económicas del empleo, que deben favorecer marginalmente a los trabajadores.
- La imperiosa necesidad de la fuerza de trabajo de capacitarse para habilidades nuevas para efectos de poder aspirar a posiciones con alto peso en lo tecnológico y de servicio.
- La mezcla en la composición de la compensación que tendrá muchos más elementos relacionados con el bienestar, el desarrollo familiar y la salud emocional de la comunidad trabajadora.
- El riesgo de la informalización en el trabajo con modelos de empleo que no se ajustan a la normatividad local, o apenas a los mínimos de ley.
- La necesidad de reinvención por parte de las empresas establecidas de sus modelos de permanencia y de atracción que les permitan sobrevivir las olas de demanda excesiva de empleo en los próximos años.
- La migración de los centros de trabajo, y en consecuencia de los trabajadores, hacia los focos de demanda de talento.
- La urgente necesidad de encontrar en la legislación laboral modelos que abracen y regulen el nearshoring y el trabajo por proyectos. Si esto no se hace, no se dejarán de generar los empleos, más bien los mismos tenderán a la informalidad en perjuicio del empleado.
No cabe duda respecto al entusiasmo que nos debe generar la demanda de empleo prevista para los próximos cinco años. Sin embargo, llegar a esos niveles de entusiasmo va a requerir un trabajo en educación y formación –incluyendo idiomas– para el cual no estamos listos. Las nuevas capacidades requeridas para estos trabajadores y para estos trabajos no está en pleno funcionamiento.
Necesitamos una oferta de aprendizaje básica y rápida que permita el acceso a los nuevos mercados y, consecuentemente, un adecuado desplazamiento que nos lleve a los mismos niveles de empleo –sólo que cambiando de lugar o de industria– y consecuentemente a perder estérilmente una oportunidad histórica.
Se presenta una situación donde se debe ser cautelosamente optimistas, pues grandes cosas pueden llegar en un futuro cercano como se ha comentado. Allí el optimismo. Sin embargo, la cautela debe centrarse en que esto no nos va a llegar sin costo, y que se trata de un costo social que nos corresponde a todos y que va a terminar presionando a las empresas para poder estar a la altura. Que no nos falte la gente cuando están llegando las camas.