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Opinión

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Colombia y la mezquindad de la derecha

Gustavo Petro fue el candidato más votado en la primera vuelta de la elección de Colombia, con más del 40% de los votos. Se trata de un político de izquierda de larga trayectoria en la arena institucional. Es senador, fue alcalde de Bogotá y candidato presidencial en varias ocasiones. Alguna vez fue guerrillero, del M19, que se acogió a la amnistía y participó en el constituyente de 1991. En su trabajo político y legislativo denunció y demostró varios actos de corrupción con consecuencias legales para los implicados. Ha sido un opositor a los gobiernos de derecha dura que han gobernado Colombia, siempre con la estrategia de generar miedo. Después de décadas de brega en la arena electoral, Petro logró construir una candidatura ganadora, como resultado del descontento masivo con los partidos y políticos que han gobernado, que se mostró en las manifestaciones anteriores a la pandemia. Su programa es sólido y progresista, privilegia lo ambiental y propone al connotado economista José Antonio Ocampo como Ministro de Hacienda. Su compañera de fórmula, en la vicepresidencia, es Francia Márquez, una líder social, afro descendiente, ambientalista y feminista. A pesar del enorme entusiasmo que despertó su candidatura, el triunfo de Petro no es seguro.

El otro candidato que contenderá en la segunda vuelta es Rodolfo Hernández, el “Trump Colombiano”. Hernández es un empresario inmobiliario que fue brevemente alcalde de la ciudad de Bucaramanga. La fiscalía lo investiga por el caso de una asignación dirigida a una empresa en la que trabajaba su hijo. Se trata de un personaje que alguna vez se dijo admirador de Hitler, se dice partidario de que las mujeres no trabajen y se quedaran en casa, hace comentarios xenófobos sobre los migrantes venezolanos y abofeteó en público a un concejal. En realidad no se conocen ni sus ideas de política pública, ni su programa de gobierno, es eso lo que ahora se conoce como un “candidato random”.

El candidato del establishment, Federico Gutiérrez, exalcalde de Medellín, ni siquiera alcanzó la segunda vuelta, por el descontento ante los problemas económicos y la desigualdad, que desmoronó al apoyo a los partidos tradicionales. Ahora, la clase política tradicional, de derecha, realizó un movimiento peligroso y difícil de entender. En lugar de sumarse a la candidatura de Petro, un político serio, capaz de hacer frente a los problemas que llevaron a Colombia a una profunda crisis política, apostaron por la muy riesgosa opción de Hernández. Los políticos con los apellidos de siempre van con Hernández. Es un error, se trata de un candidato que no va a lograr lo que la derecha valora, crecimiento económico, estabilidad, oportunidades para los negocios y para emprender. Lo más probable es que su gobierno sea un desastre, con los excesos de Bolsonaro y Bukele, sin atender los reclamos de mayor inclusión y sin tener posibilidad alguna de promover el desarrollo.

Alguien como Rodolfo Hernandez simplemente no puede avanzar en una agenda de derecha liberal razonable, tampoco en la consolidación de la democracia en el contexto de inconformidad actual, incluso la pone en riesgo. Hubiera sido preferible apoyar y buscar la negociación con un político de izquierda que siempre ha estado en el sistema político, demócrata, con una agenda social demócrata, que, en cualquier caso, no contaría con mayorías legislativas. La derecha partidista colombiana, si fuera responsable, debería apostar a ser la oposición de Petro, a contrastar sus propuestas y hacerle rendir cuentas. Es decir, apostar a fortalecer la democracia, no ha empujar al país la vacío por los prejuicios ante un político que ha logrado canalizar el descontento popular por la vía electoral.

Peligroso que esta decisión sea derivada de la adicción y la cerrazón de pretender conservar los privilegios a costa de sacrificar un proyecto de nación.

Twitter: @vidallerenas

Licenciado en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), cuenta con una Maestría en Política y Gestión Pública por la Universidad de Essex, Reino Unido y un Doctorado en Administración y Gerencia Pública por la Universidad de York

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