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Opinión

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La TUA, el nuevo fantasma

En medio de los dimes y diretes que traen las autoridades de las diversas secretarías de Estado, en esto que ya se ha convertido en la Serie novelada “La disputa por la aviación”, alguien tuvo a bien susurrarle al oído al presidente de la República que “los boletos de avión son muy caros”. Además, como si no hubiese otros medios de transporte en el país, o como si todos los sectores productivos marcharan a la perfección, hay una especie de campaña para mostrar lo mal que, según los detractores, funcionan las aerolíneas mexicanas. Es evidente que no han salido de las fronteras de este país.

Por lo pronto, se ha encontrado un presunto culpable de lo caro y malo que se supone es nuestro transporte aéreo. De las aerolíneas a los tripulantes, del control de tránsito aéreo a las empresas exclusivas de carga, de las opciones aeroportuarias de Texcoco a la Base Militar de Santa Lucía y su nueva terminal AIFA, de la Categoría 2 a las regulaciones del sector, del Cabotaje a las circulares obligatorias: a cada aspecto le ha tocado su temporada y sus consiguientes villanos y dramas.

Y ahora le ha tocado el turno a la Tarifa de Uso de Aeropuerto (TUA), que es de donde salen los fondos para mantener y modernizar las terminales aeroportuarias de todo el país. No olvidemos que sin aerolíneas no hay aeropuertos, pero tampoco soslayemos que sin aeropuertos no hay aerolíneas y al final de todo, el único que es indispensable es el pasajero, que es quien paga los platos rotos de las decisiones unilaterales o sesgadas.

Por eso es que el asunto no puede tomarse a la ligera. La TUA, aunque sí juega un papel relevante, no es ni el principal factor a tomar en cuenta, ni en muchos casos, es el único costo relevante del boleto de avión. Todo depende del precio ponderado promedio de los boletos, sería interesante saber cuál es éste, así como el precio promedio de la TUA que, según los entendidos, ronda los 500 pesos.

Pero aquí lo importante es saber cómo lograr tener una industria de transportación aérea que, en primer lugar, no viva en la feroz guerra de la sobrevivencia. Segundo, que para el Estado mexicano la aviación vuelva a ser el sector estratégico y prioritario que le permite desarrollar otras industrias que generan grandes cantidades de divisas. Tercero: que se tome en cuenta la aportación que cada subsector hace a la industria aérea, es decir, tan importante es el inversionista de aerolíneas como los trabajadores, los aeropuertos, los servicios auxiliares, el control de tránsito aéreo, los taxistas del aeropuerto y las tecnologías que agilizan los trámites.

Todo ellos se deben a un solo objetivo, que es dar el mejor servicio al mejor precio para unos personajes que son los que la mantienen: los pasajeros. Y éstos, a su vez, deben comprender que son importantes, pero no los reyecitos que pueden tratar mal a los despachadores o a los sobrecargos, creerse más técnicos que los pilotos o más sabios que los operadores. Y menos aún, que pueden ser disruptivos y escandalizar en medio de los vuelos. Todos, pues, a sus puestos y ahora sí, vamos a despegar. Ya basta de novelas.

raviles0829@gmail.com

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