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Opinión

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Un INAI petrolero

Por petroleros que seamos como país, durante mucho tiempo los estudiantes mexicanos interesados en convertirse en petroleros estuvieron en desventaja con el resto del mundo. Bajo la secrecía pemexiana, si su profesor no era de Pemex, era bastante más probable que conocieran los registros geofísicos de pozos noruegos, que tenían información abierta, que los mexicanos.

En muchos casos, el aprendizaje universitario se limitaba a la descripción a distancia de los libros de texto. Claro que hubo excepciones. Pero, en su gran mayoría, los estudios técnico-publicados antes del 2014 tenían borrados los nombres de los pozos y de los estudios sísmicos. Podrían servir como ejercicio técnico e intelectual genérico, pero aportaban poco en el auténtico desarrollo del conocimiento del subsuelo mexicano.

Dudo que haya sido porque Pemex hiciera un esfuerzo consciente por limitar a los estudiantes mexicanos. Sería absurdo creer que la intención era prevenir que los estudiantes mexicanos que no tuvieran contactos privilegiados se pudieran especializar, por ejemplo, en los carbonatos mexicanos.

Pero sí es claro que, quien no tenga acceso a este tipo de información geofísica no puede calcular o auditar reservas y planes productivos. Aun con la confesión del ingeniero Inguanzo que describí la semana pasada (quien afirmó que Pemex conscientemente infló sus reservas probadas durante mucho tiempo), un investigador no podría comprobar su dicho con auténtica independencia de Pemex o de Inguanzo. Tampoco se podría cuestionar contundentemente planes controversiales, como las grandes inversiones desplegadas en Chicontepec. El conocimiento de la información de flujos, volúmenes de roca y propiedades físicas serían imposibles de conseguir, a menos que Pemex quisiera compartir algo.

Afortunadamente, las cosas han cambiado. Reconociendo que el trabajo de Pemex fue a nombre de los mexicanos y bajo su auspicio, la reforma energética estableció los mecanismos para hacer pública toda la información de hidrocarburos (geofísica) generada en nuestro país desde 1904, algo así como obligaciones de transparencia en el entorno técnico petrolero. Para seguir con la metáfora, el nuevo modelo energético creó, dentro de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), a su propia plataforma de obligaciones públicas del IFAI (hoy INAI): el Centro Nacional de Información de Hidrocarburos (CNIH). A través de él, cualquier universidad o centro de estudios pueden tener acceso completo y gratuito a todo el acervo de información de estudios y pozos con más de dos años de antigüedad. Cualquier ciudadano puede pedir acceso al cuarto de datos del CNIH y observar la misma información que las empresas usan para tomar sus decisiones de inversión a partir de las rondas petroleras. También podrían escoger pagar para poder llevarse esta información y procesarla por sus propios equipos especializados, como las empresas deciden hacerlo cuando identifican algo de interés.

Hoy, un profesor universitario preparando a los petroleros mexicanos del futuro puede usar ejemplos concretos. Un estudiante mexicano puede escoger hacer su tesis sobre un tipo de yacimiento particular y ya no tiene que borrar el nombre de los pozos. Puede prepararse como los petroleros de buena parte del mundo y generar información con valor no sólo genérico sino muy específico.

Igual que en el caso del INAI en acceso a datos de gobierno, el valor de la transparencia en datos petroleros va mucho más allá de su valor pedagógico, por alto que sea. Esto también tiene un valor de revisión, auditoría, anticorrupción. Se necesita conocimiento técnico y un poder de procesamiento computacional elevado, tal y como se necesita cierta especialización para navegar con éxito en el mar de información del INAI para llegar a hallazgos relevantes. Pero, a partir de esta base, un investigador mexicano podría auditar las reservas campo por campo y los ritmos reportados de producción pozo por pozo. Quizás no nos hemos dado cuenta. Pero, similar a la tendencia con el INAI, hasta el comentario político petrolero, sea sobre reservas, descubrimientos o producción, se está volviendo técnicamente auditable por un creciente número de estudiantes y profesionales.

Si aceleramos el paso, esto nos puede transformar para bien. Industria, gobierno y academia tienen mucho que hacer por facilitar el acceso al software y al hardware necesario para que nuestros investigadores petroleros puedan aprovechar por completo las nuevas posibilidades y oportunidades de tener datos petroleros abiertos.

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