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Opinión

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Bosques, capitalismo y desarrollo económico

La riqueza y el desarrollo económico (capitalista, no hay otro) van de la mano con la conservación y recuperación de ecosistemas forestales, contrariamente a lo que muchos creen. Esto corresponde con la Teoría de la Transición Forestal postulada por Alexander Mather en los años noventa, basada en la alta correlación positiva que existe entre la recuperación de la superficie forestal y el desarrollo económico y la industrialización.  

Es cierto que en etapas iniciales de desarrollo la superficie forestal en cada país tiende a reducirse, pero conforme el proceso avanza la deforestación se revierte a través de una función en forma de “U”. Los principales factores detrás de la Transición Forestal pueden encontrarse en el abandono de tierras agropecuarias que se revierten a ecosistemas forestales, emigración y urbanización acelerada de población campesina, menores presiones demográficas, y políticas expresas de conservación o restauración forestal. En los 60 años entre 1960 y 2020 se perdieron en el mundo 437 millones de hectáreas de bosques (más de dos veces el territorio terrestre de México), pero, hubo una ganancia forestal de 355 millones de hectáreas; la pérdida neta fue de 81 millones de hectáreas. Las pérdidas de bosque ocurrieron fundamentalmente en países tropicales pobres (en bosques tropicales, los de mayor biodiversidad), mientras que las ganancias forestales tuvieron lugar en países desarrollados y ricos. Este patrón espacio-temporal, que refrenda la Teoría de la Transición Forestal, ha sido documentado a profundidad por Ronald Estoque (et al. 2022: Spatiotemporal pattern of global forest change over the past 60 years and the forest transition theory - IOPscience). La importancia de ello no puede subestimarse, dado el papel crucial que juegan los bosques como hábitat, reservorio de biodiversidad, mecanismo de captura de carbono y mitigación del calentamiento global, generadores de servicios ambientales críticos, fuente de recursos naturales valiosos, protectores de cuencas hidrográficas, y como acervo de extraordinarios valores paisajísticos, turísticos y culturales.

Son formidables los avances tecnológicos en materia de percepción remota e inteligencia artificial, ciencias geoespaciales, computación y sistemas, modelación espacio-temporal de dinámica forestal y de uso del suelo, inventarios, mapeos, cobertura y composición por especies en los bosques, carbono almacenado y tasas de captura. Todo esto se ha integrado con gigantescas bases de datos por regiones y países, e información socioeconómica por medio de Sistemas de Información Geográfica cada vez más sofisticados y con resolución cada vez más fina (de menos de unos pocos metros). Gracias a todo ello, el estudio citado identifica a través de 60 años, pérdidas y ganancias de bosque de tipo persistente por país, calculando la superficie forestal per cápita a lo largo del tiempo, así como correlaciones con el PIB, el PIB per cápita, y el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. Los mapas y las gráficas resultantes son impactantes. Los mapas revelan un masivo proceso de deforestación o pérdida persistente de bosques en América Central y el sureste de México, Argentina, Paraguay, en la Amazonia, la cuenca del Congo, otros países africanos, y el sudeste asiático, principalmente en Myanmar, además de Java y Sumatra, Borneo y Kalimantan (Indonesia). En general, la deforestación se aceleró durante la década 2000-2010, siendo provocada esencialmente por la agricultura de subsistencia, agricultura comercial, ganadería, y sobrexplotación forestal. En contraste, los mapas expresan con claridad una ganancia persistente de bosques en Estados Unidos, Europa, Australia, la India, Costa Rica, Vietnam y China (estos últimos países son excepciones notables, gracias a su fortaleza institucional y políticas eficaces de conservación y restauración forestal). También se observan ganancias interesantes en Uruguay y Chile. Curiosamente, en el centro y norte de México no se registran cambios significativos, e incluso ciertas ganancias en el Eje Neovolcánico (lo cual concuerda con otros estudios, como el de Bonilla-Moheno et al. 2020: "Beyond deforestation: Land use transitions in Mexico". Agriculture, Ecosystems & Environment). Sin embargo, México en su conjunto fue un perdedor consistente de bosques entre 1960 y 2020, y seguramente más, hoy en día, gracias al Tren Maya, a “Sembrando Vida” y a otros subsidios agropecuarios perversos. Las gráficas lo expresan con elocuencia: las pérdidas forestales ocurren en una gran proporción en países y regiones de bajos ingresos y de bajo desarrollo humano, y las ganancias en naciones ricas y con alto desarrollo humano. La conclusión es que los países desarrollados y organismos internacionales deberían diseñar y construir instituciones y mecanismos para financiar la conservación de bosques en países pobres de muy alta deforestación y biodiversidad, fortaleciendo la gobernanza, el estado de derecho, los derechos de propiedad sobre la tierra, pagos a los propietarios por el costo de oportunidad de la conservación, la creación de Áreas Naturales Protegidas, el aprovechamiento forestal sustentable en comunidades forestales, y claro, la Transición Forestal mediante el desarrollo económico y la urbanización. Por supuesto, de la misma forma, deben establecerse sistemas estrictos de certificación de madera sustentable exportada por países tropicales pobres. México avanzaba sólidamente en todo ello hasta el 2018; hoy todo ha sido desmantelado. ¿Qué sigue?

Político, ecologista liberal e investigador mexicano, ha fungido como funcionario público y activista en el sector privado. Fue candidato del partido Nueva Alianza a Presidente de México en las elecciones de 2012.

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