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Política

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El próximo presidente deberá encabezar la reconstrucción del país: José Ángel Gurría

Para el exsecretario general de la OCDE, el próximo periodo en la presidencia de México será ingrato, porque “el trabajo que habrá que hacer será como armar con los codos un rompecabezas al que le faltan piezas”, afirma

Foto EE: Fernando Villa del Ángel

Foto EE: Fernando Villa del Ángel

En la próxima elección, los ciudadanos deben tener claro que no estaremos escogiendo a la Reina de la Primavera, sino al presidente de la República, quien tendrá la misión de recoger los pedacitos de país que queden en el piso, luego de un gobierno ineficiente, que ha destruido instituciones, plantea José Ángel Gurría Treviño.

En entrevista con El Economista, dice que, antes de las soluciones, se tendrá que “hacer mucha reconstrucción”, empezando por el gobierno, particularmente los organismos constitucionalmente autónomos, maltratados por la actual administración federal.

“El próximo periodo en la presidencia de México será ingrato, porque el trabajo que habrá que hacer será como armar con los codos un rompecabezas al que le faltan piezas”, señaló.

Habrá una etapa de reconstrucción, pero hasta después de eso podrás hablar de una visión de México con esperanza; de un México con futuro, remarca, luego de afirmar, enfático, que él está bien calificado para encabezar esa tarea.

El economista, originario de Tampico, Tamaulipas, aunque estuvo fuera del país cinco lustros, cuando dirigió la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ofrece un atisbo del diagnóstico que tiene de México: “No es bueno”. Los resultados de la Cuarta Transformación son desastrosos, pero el problema es que, si te concentras en lo que se hizo mal, ya hasta no es novedad. Mejor hay que concentrarse en cómo inyectarle nuevo dinamismo a la economía nacional.

De cara al inicio de la construcción de la candidatura de un frente nacional opositor capaz de ganarle la presidencia de la República al candidato de López Obrador, Gurría Treviño, se dice optimista. Incluso, tras una hora de plática se le pregunta de manera directa: ¿de dónde saca usted tanto optimismo?

Sube los hombros, muestra las palmas de las manos y suelta: soy optimista porque nos han dejado un tiradero espantoso pero sé cómo llegar a la solución y cómo plantear un futuro mejor.

El secretario de Hacienda en la segunda mitad del sexenio de Ernesto Zedillo, cuelga el saco en el respaldo de la silla y en mangas de camisa explica las razones por las cuales, asegura, puede encabezar una candidatura exitosa a la presidencia, pero advierte, de un frente nacional de oposición en construcción.

“Mi condición más importante era que los partidos fueran en coalición. El cálculo era muy sencillo: sin coalición no había manera de ganarles a estos; en el momento en que se anunció la coalición, en febrero, yo decidí que sí. Una coalición permite ofrecer un gobierno de mejor calidad”, expone.

El exfuncionario, quien a los 28 años presenció la forma en la que el gabinete económico mexicano enfrentaba una de las más delicadas negociaciones con autoridades de países acreedores, cuenta que ha decidido ir a buscar la candidatura al ver posibilidades reales de construir un bloque opositor que derive en un gobierno de coalición, como los que funcionan en la actualidad en una gran parte de naciones, sobre todo de Europa.

Eso le da más estabilidad (...) hay tanto en juego, que todos están conscientes de lo que implica”.

Habla de los líderes de los partidos y de las organizaciones civiles que tratan de impulsar una candidatura común, que permita ganar en las elecciones presidenciales de junio próximo.

Se le interrumpe para subrayar que quien quiera ser candidato presidencial debe lidiar con los líderes de los partidos. Pone las manos sobre el mantel, forma un puño con la mano derecha y el índice desplegado unos segundos  y plantea: “es lo que hay”. Si hoy un mexicano fuera de las estructuras de los partidos quiere ser candidato se debe entender con cada uno de sus presidentes y ponerse a trabajar, pues son los que pueden postular candidatos.

Lo que hoy aplica a favor, menciona, es que plantear “un gobierno de coalición hace que podamos ofrecer una mejor calidad de gobierno”.

“La brillantez de una coalición es transformarse y presentar algo diferente que lo que presentarían los partidos si fueran solos; (además), una coalición es intrínsecamente mejor porque se controlan los apetitos”, enfatiza mientas ordena las cosas que tiene enfrente, sobre la mesa.

Y añade: “En un gobierno de coalición siempre hay alguien que le recuerda al líder, (que tal cosa) eso no fue lo que se acordó”. Asimismo, dice que la legitimidad de la coalición es que se mantengan todos.

Además, remarca mientras busca el rostro de sus interlocutores, “ya vimos la alternativa y ya vimos su horrible cabeza”.

Su argumento es que durante el gobierno actual se toman malas decisiones de política pública y, aunque hay buenas decisiones, el problema es que están mal implementadas.

“En esta administración son muy malos para la implementación, de las mejores intenciones inclusive: hay problemas de competencia, de corrupción, de falta de transparencia, etcétera, etcétera”, refiere.

Y a todo eso, añade, la incompetencia se suma a la corrupción que sigue presente en el gobierno. “No solo no ha desaparecido, sino que se ha juntado con la incompetencia y se ha convertido en un enorme cáncer”.

Para esas alturas de la plática, se convierte en insistencia la pregunta de cómo le va a hacer para que un técnico, con toda la experiencia que él tiene, se vuelva atractivo para los electores, que, con frecuencia, privilegian las emociones para decidir su voto, además de que él ha estado fuera del país un buen tiempo.

Contesta que si se construye un frente nacional opositor que lo convierta en su candidato, en 15 días se coloca en el escenario político nacional.

Confía en poder concitar el apoyo de los sectores populares, pues, subraya, “no solo son emotivos; también son racionales”.

En ese sentido, llama la atención sobre algunos sectores que pueden marcar la diferencia: los jóvenes, particularmente los que votarán por primera vez; los que se arrepintieron de haber votado por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, y los que generalmente se abstienen de ir a las urnas, aunque dice estar consciente del reto que implica convencerlos de que voten.

No obstante, admite que es trabajo del candidato comunicar qué es lo que ha pasado en los últimos años en las decisiones de políticas públicas, “que el gobierno no solo no pudo, sino que hicieron peor las cosas por incompetentes y corruptos”.

Luego expone que entre los retos del país es construir un Estado de derecho. “Esa es nuestra gran pata de palo”. “El Estado de derecho crea confianza; la confianza genera inversión y la inversión genera crecimiento”, indica.

Gurría Treviño deja claro que no está buscando reintegro: “Yo lo que quiero es ser presidente” y dice que quiere ser recordado como el presidente que reconstruyó a México y le dio otra vez esperanza.

El reconocido economista toma su saco, se lo pone y continúa su camino. Quiere ser presidente, pero antes tiene que participar en la construcción de un frente nacional opositor, someterse a un proceso de selección y, si gana, después participar en el proceso electoral, es decir, salir a pedir el voto.

Ya casi de salida, alguien le pregunta cuántos idiomas habla. Le responde que seis. Si hace campaña, veremos qué tal se comunica.

José Ángel Gurría Treviño

  • Nació el 8 de mayo de 1950, en Tampico, Tamaulipas.
  • Es licenciado en Economía por la UNAM y tiene posgrados en la Universidad de Harvard, Estados Unidos; Leeds, en el Reino Unido y en la Universidad del Sur de California, en Estados Unidos.

Se ha desempeñado como:

  • Secretario General de la OCDE.
  • Secretario de Hacienda.
  • Secretario de Relaciones Exteriores.
  • Director General de Nacional Financiera.
  • Director General de Bancomext.

diego.badillo@eleconomista.mx

Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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