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Geopolítica

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Activismo digital en la guerra de Ucrania

Foto: Shutterstock.

Foto: Shutterstock.Foto: Shutterstock.

La multiplicación de publicaciones diarias sobre la guerra rusa dificulta el seguimiento de la actualidad y la información. Muchos usuarios de las redes sociales han querido expresar su posición en correspondencia, bien acompañando su “@” o nickname con una bandera de Ucrania o Rusia, o con hashtags u otros mensajes. En el mundo occidental prima el apoyo al pueblo ucraniano y el señalamiento de Putin.

El ámbito digital es muy amplio y ello queda en evidencia a través del sistema de valoración de Google Reviews. Tras una campaña emprendida por el colectivo Anonymous en respuesta a la solicitud del Ministerio de Defensa de Ucrania en Twitter, una importante cantidad de usuarios valoraron con 5 estrellas diversos restaurantes en Rusia. Y colocaron en los comentarios mensajes de apoyo a Ucrania y relatos sobre lo que ha venido ocurriendo en diversas ciudades atacadas con el fin de sortear la censura impuesta en dicho país, así como la desinformación.

Mediante este mecanismo se fuerza al algoritmo a que muestre primero las mejores reseñas, sin mediar en el contenido de las mismas.

Muchos usuarios de redes sociales se mostraron entusiasmados de poder actuar en contra de lo que han considerado una injusticia, aunque fuese desde la distancia y únicamente en el plano digital. Incluso el debate sobre las acciones concretas trascendió a un extenso hilo en Reddit.

En estas acciones también se incluían imágenes que mostraban al ejército ruso y sus vehículos blindados irrumpiendo en diversas ciudades del país invadido.

Parte de los mensajes que se pudieron leer entre los últimos días de febrero y principios de marzo de 2022, según Mashable, eran:

¡La comida estuvo excelente! Desafortunadamente, Putin echó a perder nuestro apetito al invadir Ucrania. ¡Enfréntense a su dictador, dejen de matar gente inocente! Su gobierno les está mintiendo. ¡Levántense! Busquen en Google “Kiev” y putler [sic] y compártanlo con todas las personas en Rusia.

¡La comida es excelente, pero su líder está matando a personas inocentes en Ucrania! Detengan esta guerra.

Fue tal la respuesta de los internautas que el Grand Café Shivag en Moscú tuvo que prohibir las reseñas a través de Tripadvisor hasta nuevo aviso.

Estos mensajes ya han desaparecido, aunque han sido inmortalizados en varias webs y posts de redes sociales, y en diversos medios que se han hecho eco. Asimismo, sientan un precedente importante de la lucha cívica y asimétrica que pueden ejercer los usuarios de internet a través de diversos canales digitales.

Twitter, arma de defensa y diplomacia

Ha bastado un tuit del ministro ucraniano de transformación digital para que el servicio de internet satelital Starlink fuese desplegado sobre Ucrania de manera libre y gratuita, casi de inmediato tras el requerimiento. Algo que además ha posicionado a Elon Musk con una acción muy concreta.

El ministro Mykhailo Fedorov también instó a otras empresas internacionales a ayudarles en las acciones de defensa. A muchas les ha agradecido el respaldo con acciones concretas.

Aunque en algunos casos ha tenido que insistir ante la indiferencia u omisión involuntaria de los implicados.

Por otro lado, el perfil oficial @Ukraine ha venido explotando el mensaje de figuras del mainstream a su favor para incrementar el alcance del mensaje, consiguiendo así importantes respuestas y reacciones de la gente. Lo que en comunicación se denomina como engagement y que impulsa a los algoritmos de las plataformas a darle mayor visibilidad a los contenidos.

A través de este perfil se emplazó a Pepsi a salir del mercado ruso mientras Coca Cola retrasaba su decisión al 4 de marzo. Entre los mensajes alguien preguntaba si finalmente la “guerra de las colas tendría un vencedor definitivo”. ¿Crisis de imagen o de reputación a la vista? Hasta la segunda semana de marzo el tuit acumulaba más de 65 mil “me gusta” y casi 10 mil retuits mientras ya ambas empresas han cesado temporalmente sus funciones en dicho país.

Otras acciones digitales de la comunidad de internet

El grupo de activistas cibernéticos Anonymous también se atribuyó el cambio de la identificación del yate de lujo de Putin en los sistemas globales de navegación. El periodista de Bloomberg Ryan Gallagher se hizo eco de esta noticia y la reseñó a través de su cuenta en Twitter.

Uno de los datos alterados indicaba que la embarcación se había estrellado en la ucraniana Isla de las Serpientes. Asimismo, en el itinerario modificaron el destino por “el infierno” y la identificación del yate, de Graceful a “FCKPTN”.

Performance de guerra con sabor a TikTok

Es la primera guerra con testigos empoderados con teléfonos y dispositivos móviles, acceso masivo a las redes y conectividad. El desastre se documenta a cada instante y se actúa en una suerte de perfomance del conflicto a través de TikTok.

Debe incomodar la proyección de las voces digitales en la Rusia de Putin. Su gobierno promueve un régimen jurídico que persigue la disidencia digital. Por ello TikTok ha manifestado el cese temporal de su servicio de vídeo social en este país, dejando únicamente habilitado el servicio de mensajería interna en la app móvil.

Las personas buscan expresarse a través de vías disruptivas y, claro, los memes no pueden pasar por debajo de la mesa. En estos momentos son un recurso valioso para expresar a través de la sátira el miedo, la frustración o incluso el dolor.

Aunque la propaganda también haga uso de esta narrativa.

Primeros movimientos en el metaverso

Ha trascendido en los medios cómo los ucranianos han estado recibiendo ayudas y colaboraciones a través de criptomonedas. Asimismo, se ha denunciado que los oligarcas rusos están evadiendo parte de las sanciones con ellas. Las autoridades ucranianas han promovido esta vía por su flexibilidad y descentralización.

Como una de las últimas estrategias, el ministro ucraniano de transformación digital anunciaba la creación de una colección de NFT con la finalidad de conseguir financiación para su ejército.

En este ámbito bien vale aludir también al incipiente metaverso. Aunque no hay indicios de que la propaganda rusa haya calado en territorios como Decentraland o The Sandbox, sí hay empresas sobre la blockchain como Arweave que están buscando almacenar toda la propaganda digital rusa en lugar de censurarla o borrarla como están haciendo las principales redes sociales.

El argumento de los responsables de esta plataforma es la necesidad de preservar para la historia todos los elementos que permitan comprender cómo funcionan las motivaciones que derivan en este tipo de crisis.

Sin embargo, así como los usuarios están volcados en las redes sociales hablando, opinando y referenciando tan lamentable contexto, no es descabellado pensar que queda muy poco para que escenarios virtuales con posibilidades de socialización sucumban a esto.

Ucrania navega con facilidad en el entorno digital

El Gobierno ucraniano parece navegar con cierta comodidad en el entorno digital con una estrategia transversal de financiación, producción de contenidos y participación ciudadana. La participación en la construcción del mensaje es una seña de identidad de las redes sociales.

Los prosumidores debaten y actúan en Twitter con pasión, aunque los argumentos no sean racionales o sostenibles. Y los gobernantes ucranianos de hoy han entendido mejor esta dinámica y semiótica digital: no se trata de dar visibilidad, sino de implicar a los conciudadanos, concernir a los europeos y a otros actores internacionales.

Frente a la vieja propaganda unidireccional del gobierno de Putin, de momento los intereses ucranianos avanzan de forma descentralizada en internet.

Pavel Sidorenko Bautista, Profesor e investigador de la Facultad de Empresa y Comunicación, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja ; José María Herranz de la Casa, Profesor titular de Periodismo, Universidad de Castilla-La Mancha; Juan Luis Manfredi, Prince of Asturias Distinguished Professor @Georgetown, Universidad de Castilla-La Mancha y Nàdia Alonso López, Profesora e investigadora, Universitat Politècnica de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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