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Opinión

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A donde hoy llegan los fieles

Hoy 12 de diciembre que celebramos el día de la Virgen de Guadalupe, la visita es masiva en el recinto del Tepeyac. Foto EE: Eric lugo

Hoy 12 de diciembre que celebramos el día de la Virgen de Guadalupe, la visita es masiva en el recinto del Tepeyac. Foto EE: Eric lugo

Jura la tradición y cuentan las crónicas que fue el martes12 de diciembre de 1531, cuando la Virgen de Guadalupe se le apareció por cuarta vez a Juan Diego, un campesino chichimeca, oriundo de Cuautitlán.  Según el Nican Mopohua le había dicho textualmente: “Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?... sabe y ten entendido, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, (…) Señor del cielo y de la Tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre; a ti, a todos vosotros juntos, los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos digo que me invoquen y en mí confíen; escucharé allí sus lamentos, y remediaré todas sus miserias, penas y dolores.”

En sus anteriores apariciones, ya la Virgen había pedido a Juan Diego notificar al obispo de México, fray Juan de Zumárraga, que deseaba que en el mismo lugar donde había hablado, el cerro del Tepeyac, se erigiera una iglesia, para convertirse en patrona de los mexicanos novohispanos y en su intermediaria ante Dios. Zumárraga se había mostrado incrédulo ante el relato de Juan Diego y sospechando que había herejía en su pensamiento y tontería en su corazón y por ello le había pedido una prueba de la veracidad de sus dichos. La Virgen, en aquella famosa y definitiva cuarta aparición, accedió a darla. Le pidió a Juan Diego que subiera hasta lo alto del árido cerro, cortara unas flores —que no existían— y se las llevara al obispo. Después tocó la tierra, aparecieron unas rosas magníficas, Juan Diego las recogió, las puso dentro de la manta de algodón que llevaba anudada al hombro y regresó a ver a Zumárraga.

Sabemos muy bien la feliz conclusión de tal historia, lector querido: el obispo no se convenció hasta que Juan Diego desanudó su tilma frente a él, cientos de rosas rodaron por el suelo y apareció, estampada en la tela, una santa imagen de la Virgen Morena que se conservaría, efectivamente, en la primera iglesia del Tepeyac, después en la Basílica vieja y todavía hoy en la nueva Basílica de Guadalupe.

Sin embargo, los ritos en el cerro del Tepeyac tuvieron su origen en la época prehispánica. A donde hoy llegan los fieles, se veneraba a la diosa Tonantzin, que en náhuatl significa “Nuestra Madre" y cada año se realizaban ceremonias en su honor, a las que acudían muchas personas de distintas partes del territorio del Anáhuac. Tras la conquista, el lugar continuó siendo de culto, pues ahí se edificó una ermita realizada por los primeros misioneros franciscanos para sustituir el culto azteca por el cristiano y estaría dedicada a exclusivamente a los indios que verían en ella un nuevo adoratorio a cambio del que se les había destruido. Es así como las ceremonias iniciales en el Tepeyac no fueron propiamente a la Virgen de Guadalupe, pues, a decir de O'Gorman, "la advocación litúrgica de la ermita no fue la de ninguna virgen en particular. Era el recinto de la madre de Dios y muchos seguían llegando, de todos modos.

Después de las apariciones a Juan Diego y una vez construida la iglesia que solicitó la Virgen, el culto se extendió. Sin embargo, la discusión respecto a la veracidad de sus apariciones se renovó muchas veces. Tan antigua como el registro de los hechos la polémica incluyó a personajes ilustres como fray Servando Teresa de Mier, quien afirmó que la Virgen de Guadalupe era una verdad más grande que un templo, pero que se le había aparecido a Santo Tomás y no a Juan Diego, en el primer siglo de nuestra era. Y que la imagen la traía impresa en su capa, no estuvo en la tilma de nadie y no quiso ni hablar de cultos indígenas o rosas regadas por el suelo. (Cabe mencionar que Servando fue castigado severamente, juzgado por la Inquisición y nunca tuvo cristiana sepultura).

Siempre presente, tanto religiosa como políticamente, puede decirse que la Virgen de Guadalupe ha tenido un papel determinante en toda nuestra Historia. Durante la lucha por la Independencia, por ejemplo, participó en el combate, pues fue el estandarte de batalla de Miguel Hidalgo, contra otra advocación mariana: los insurgentes seguían a la Virgen de Guadalupe, mientras que los realistas a la Virgen de los Remedios y ya sabemos quién ganó.

Incluso, la celebración de su día se encuentra anotada en nuestras primeras leyes, cuando José María Morelos y Pavón la incluye como un deber oficial en “Los Sentimientos de la Nación“ y repite la obligatoriedad de festejarla en la Constitución de Apatzingán. Hazañas grandes y pequeñas pueden imputarse a la Virgen. Muchos milagros cumplidos y ninguna maldición. Hoy 12 de diciembre que celebramos su día, los fieles llegan en masa a visitarla desde todos los rincones, y todos los mexicanos somos guadalupanos. ¿A poco no, lector querido? 

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