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El montaje de la revocación
La figura de la revocatoria causa extrañeza a un electorado que eligió a un presidente por seis años y que sólo podía ser removido de su encargo por traición a la patria y delitos graves, mediante un juicio político...
El presidente López Obrador dijo en su conferencia de prensa matutina que la consulta revocatoria le dará una oportunidad a la oposición de expresar su sentir respecto a su gobierno. Para tratar de convencer a una ciudadanía escéptica y desinteresada, el primer mandatario le da igual violar la Constitución, que le prohíbe utilizar recursos públicos para promover la revocatoria y ordena la suspensión de toda propaganda gubernamental, excepto la relativa a salud, educación y protección civil.
No contento con ello, el político tabasqueño recurre también a la “venta agresiva”, una técnica de mercadotecnia que busca empujar al cliente para que compre impulsivamente y lo más que pueda. “Si yo no tengo la mayoría, me voy, dejo la Presidencia”, incluso “si no participa el 40%”, dijo en alusión al umbral de participación establecido en la Carta Magna para que el resultado de la consulta revocatoria sea vinculante.
Pero la revocación del mandato de López Obrador es un montaje político tan obvio que nadie, salvo los operadores de Morena, tiene interés en este proceso. La figura de la revocatoria causa extrañeza a un electorado que eligió a un presidente por seis años y que sólo podía ser removido de su encargo por traición a la patria y delitos graves, mediante un juicio político. Ahora resulta que el presidente de la República puede ser destituido por mera “pérdida de confianza”, como un empleado cualquiera.
Pero mayor extrañeza debe causar que sea el propio presidente López Obrador y sus seguidores quienes promuevan la revocación de mandato. “Vamos a votar por que siga AMLO” dice la propaganda de Morena (por cierto, también ilegal), cuando nadie está pidiendo que se vaya.
En realidad, López Obrador está utilizando la figura de revocación de mandato para tener una suerte de reelección. Quiere realizarla para mostrar que sigue siendo un presidente popular. Aunque una mayoría ve bien que se haga la consulta revocatoria, lo difícil será que acudan a votar el día que se celebre. En la pasada consulta popular para llevar a juicio a los expresidentes, la participación fue de sólo el 7.1 por ciento.
La otra parte del montaje político tiene que ver con los efectos de la revocación de mandato. La Constitución prevé que, en caso que la consulta sea válida –para lo cual se requiere un 40% de participación– y una mayoría se pronuncie por la destitución, quien reemplazaría temporalmente a López Obrador sería el presidente del Congreso. Luego, el propio Congreso designaría a la persona que asumiría el cargo de presidente de la República hasta el 30 de noviembre de 2024.
Esto significa que, si López Obrador llegara a ser destituido mediante revocación de mandato, la designación de su sucesor quedaría en manos de Morena y sus aliados. Así, el político tabasqueño no corre riesgos en realidad. Por un lado, está al tanto que sus niveles de popularidad lo blindan ante cualquier intento de destitución y, por otro, sabe que incluso si pierde podrá nombrar a su sucesor.
Los críticos de López Obrador y la oposición tienen claro que el proceso de revocación es un montaje y que los dados están cargados en su contra. La popularidad del presidente no caerá de un solo golpe, sino se irá desgastando paulatinamente, víctima de las divisiones internas, los escándalos y la falta de resultados. La revocación de mandato no sólo significa una apuesta con las probabilidades en contra; además, de tener éxito, sóolo lograría sustituir a López Obrador por una versión distinta de él mismo.
*Profesor del CIDE.
Twitter: @BenitoNacif