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Opinión

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¿Existe la democracia?

Al revisar las columnas y artículos de diarios o escuchar los comentarios en los medios de comunicación electrónicos a veces tenemos la sensación o la sospecha de que exageran.  ¿En serio el país está tan mal en economía, salud, educación y seguridad? Lo cierto es que las grandes mayorías no advierten el retroceso en estos rubros por el fenómeno de gradualidad: el deterioro está siendo lento, pero inexorable. A veces hay buenas noticias, pero al compararlas con las malas no hay equilibrio.

En esta semana, luego de una visita a la Cámara de Diputados, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, anunció un acuerdo con el PRI para el tiempo que resta de la presente administración. Este consenso no sería menor, le daría gobernabilidad a la última etapa de una administración fallida. Como resultado adicional, reduciría los espacios de las oposiciones, tal vez hasta la marginalidad. Por supuesto, no solo podría pasar la reforma electoral, sino que podría rediseñar la arquitectura del poder presidencial, fortaleciéndolo como no se veía en décadas. ¿Se exagera si se afirma que esto daría punto final a la frágil democracia mexicana? 

Luego de estas afirmaciones del secretario de Gobernación, el coordinador de los diputados priistas, Rubén Moreira, pareció desmentirlo. Lo mismo hizo el presidente de ese partido, Alejandro Moreno. Sin embargo, supongo que en el PAN persiste la duda de quien miente. No hay confianza. Los priistas han pasado por varias crisis en el pasado y siempre habían sido capaces de recomponerse. Sin ánimo de agotar el tema, recordemos la crisis económica de los años ochenta o los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, la pérdida de las elecciones presidenciales en los años 2000 y 2006, entre lo más notable. 

No obstante, los priistas nunca se habían enfrentado a la posibilidad real de la desaparición de su partido. Para todos es claro que el arreglo de Alejandro Moreno es un intento de quedar impune de posibles delitos y trapacerías, el interés miserable de un hombre sobre el de un partido que lleva años en franco retroceso electoral y político. Desde afuera, los intentos porque renuncie el presidente Moreno han sido infructuosos y no tienen futuro. Los priistas parecen no saber qué hacer. Para muchos de ellos se abre el camino para buscar acomodo en MORENA. Quedarse en el PRI semeja el hundimiento de un barco gigante lleno de agujeros y en mal estado. 

El caso del PRD es más dramático. Una organización que puede no conseguir el número de votos necesarios en 2024 para seguir existiendo y una dirección que parece creer que no pasa nada. Su hombre fuerte para la candidatura presidencial es Silvano Aureoles, de quien se sabe que intercedió con los diputados de su natal Michoacán para que votaran a favor del proyecto de militarización. ¿También está comprando impunidad? 

En el caso del PAN, con excepción de un senador, los grupos parlamentarios en el Congreso de la Unión se sostuvieron en el rechazo a la continuación abierta de las fuerzas armadas en tareas de seguridad hasta 2028. Pero entre líneas hay un doble lenguaje pues varios gobernadores panistas dependen de la presencia militar para al menos tratar de contener a la delincuencia organizada. Contener, por supuesto, no es derrotar. 

Tal vez Movimiento Ciudadano tuvo razón al tomar distancia de una alianza opositora tan frágil que no resistió la primera embestida abierta de este gobierno y sus operadores. La cola larga de muchos opositores es un lastre y un flanco vulnerable. 

Pero hay una situación más seria. La evolución de un gobierno que se sostiene con ayuda de recursos repartidos, militares y ataques a los medios de comunicación está avanzando. Si la oposición cree que sigue compitiendo con las reglas tradicionales y que solo debe resistir hasta el final del sexenio para recomponerse, se está equivocando. Si la oposición cree que sigue compitiendo en el marco de los parámetros tradicionales, se está equivocando. Si la oposición cree que las denuncias en México o en el extranjero harán retroceder al régimen, se equivoca. 

Las reglas del juego han cambiado. Se vaya de la presidencia López Obrador o no, el daño está hecho. Los militares se han empoderado de espacios políticos y económicos que no soltarán fácilmente. Por supuesto, esto sería lo de menos, pero el problema es que no tienen ningún control institucional y la corrupción al interior de sus filas es una pesadilla real. Por otra parte, el crimen organizado, la amenaza más real y palpable en contra de la democracia, se ha vuelto más eficiente, mortífera y omnipresente. Los acuerdos entre militares y delincuentes se ha corroborado. 

Por esto hay que preguntarse seriamente: ¿se acabó la democracia?

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