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Las contrariedades en Nuevo Laredo y Matamoros...
Los últimos dos eventos que se suscitaron en el estado de Tamaulipas esta semana abren una discusión que por más incómoda y políticamente incorrecta que sea, es necesario plantear tanto a los tomadores de decisiones en materia de seguridad, como a los miembros del ideario político que operan y siguen ordenes en distintos frentes tanto a nivel local, estatal y federal... ¿Qué se pretende a estas alturas con esta estrategia de seguridad de abrazos y no balazos?
El uso de la fuerza extrema que se dio por parte de los miliares el pasado 26 de febrero en Nuevo Laredo, Tamaulipas, que tuvo como resultado la muerte de cinco jóvenes y uno herido de gravedad es un síntoma de la confusión y la mala dirección, por una parte de las fuerzas armadas y, por otra parte, de las líneas de acción establecidas por parte del estado y el gobierno federal.
Me explico mejor, lo sucedido en la madrugada del domingo en Nuevo Laredo, fue producto de una desobediencia, falta de protocolos, entrenamiento, rigor por parte de las autoridades que deberían estar ahí para proteger a la población en lugar de amenazarla y aterrorizarla, pero también habrá que pensar, que esta lamentable precipitación corresponde a una histórica falta de contención y límites a los grupos delictivos en esa zona.
Actualmente es complicado diferenciar situaciones de riesgo y amenaza criminal en una localidad como Nuevo Laredo, en donde los protocolos de actuación de las fuerzas del orden en algunas situaciones están a merced de la incapacidad de distinguir en esa frontera, la emergencia y el estado de amenaza.
Por otra parte, unos días después se presenció un evento igual de terrible, en donde a plena luz del día, se dieron dos enfrentamientos en distintas zonas de Matamoros, Tamaulipas, pero aquí el escenario fue distinto. En esta ocasión fueron grupos criminales acribillando a miembros rivales, pero el problema fue que en medio de las persecuciones mataron varios civiles, que se encontraba en su paso, posteriormente los mismos criminales recogieron y subieron los cuerpos a las cajas de sus camionetas, sin importarles si seguían vivos o muertos y sin que ninguna autoridad llegara a auxiliar en la zona durante todo ese tiempo.
Lo irónico de esto, es que, en el caso de Matamoros, no opera el reclamo social, ni tampoco la indignación, porque pues los que accionaron sus armas son de facto criminales… pero en el caso de Nuevo Laredo, eran los militares, de los cuáles se espera protección… Si este es el escenario, ¿Quién protege a los civiles? y a su vez ¿Quién protegerá a los militares de la delincuencia?... La autoridad debe saber proteger a la ciudadanía de los criminales, ahí la indignación social que es implacable en caso de que ésta falle, pero si los que disparan son criminales y mueren miembros de la autoridad o civiles, lo único que hacemos es levantar los hombros y resignarnos, justificando que son delincuentes matándose entre ellos...
Esto implica que nuestra “estrategia” de seguridad es una total contradicción. Los “abrazos, no balazos”, nos han metido en los círculos más profundos del infierno de la mezquindad, la impunidad, la corrupción, la confusión y la injusticia, porque al no querer gestionar y decidir sobre objetivos y límites claros entre la autoridad y la delincuencia, algunos pueden matar, otros abusar de la fuerza, pero todos podemos morir, la diferencia es si es en manos de la autoridad o la criminalidad. ¿Cómo saber ahora quién protege, cuándo, y bajo que directrices?
Los casos de Matamoros y Nuevo Laredo son el claro ejemplo del abuso de fuerza, una legítima y otra ilegítima, pero ambas letales… ¿Hasta cuándo se van a tomar cartas en el asunto en seguridad, y evitar que nuestras instituciones encargadas de la seguridad continúen degradándose y las organizaciones delictivas fortaleciéndose, controlando territorios e imponiendo sus reglas? Y luego nos extraña que no hubiese aparecido ninguna autoridad en Matamoros en los momentos del enfrentamiento...