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La antropología y el derecho, juntos pueden hilar fino: Claudio Lomnitz
La diversidad del país que para los antropólogos es una buena noticia, para los abogados resulta un dolor de cabeza, pero, si se unen los talentos de ambas, pueden comprender de mejor manera sus disciplinas y las tensiones sociales, en cuestiones como la solución de conflictos, ya sea usando la ley y sus instituciones o mecanismos informales, expone.
Lo que inició como una conversación desde la curiosidad sobre cambios sociales y el derecho en México, llevó al ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, José Ramón Cossío y el antropólogo, Claudio Lomnitz, a una serie de reflexiones sobre lo mucho que se necesitan esas disciplinas y lo que pueden aportar para entender las realidades del país y las comparten en el libro de su coautoría “El Jurista y el Antropólogo” editado por Debate.
En entrevista Lomnitz admite las arrogancias de antropólogos y juristas que llevaron a esas disciplinas a darse la espalda o llegar a expresiones como aquella según las cuales los antropólogos se dedican al “México real” y los abogados al “México de ficción” o que los juristas tienen la certeza de que toda persona, le guste o no, tiene qué vérselas con la ley.
En todo caso, expone son ideas totalmente equivocadas. “Finalmente el derecho, las leyes y las normas sean o no legales, son parte de la realidad; no son una cosa que esté apartada de la realidad. Entonces una vez que uno se da cuenta de eso dice ¡¿qué hice?!, ¡¿cómo pude no haber visto que el derecho es una parte constitutiva de la realidad aunque se aplique o no se aplique, aunque esté despegada de lo que la gente hace es importante que exista esa norma incluso para entender lo que la gente hace o no hace?!
El libro recoge una serie de preguntas y respuestas sobre sus respectivas disciplinas respecto de las diversas realidades de México. Esa enorme diversidad que llega a ser un enorme dolor para los juristas y buenas noticias para los juristas.
El también profesor de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, refiere que a veces los abogados pierden un poco de vista que la idea de justicia puede significar muchas cosas, o que hay ideas de justicia que provienen de la religión o que hay formas de justicia sintetizadas en dichos populares, como ese que dice que “es mejor un mal arreglo que un buen pleito” o que “la historia me absolverá”.
“Eso es un ejemplo de que una visión antropológica es importante para el Derecho”. El antropólogo cuenta también sus discusiones con el ministro sobre arreglos informales para la solución de conflictos, que a lo largo de la historia del país han ocurrido y se siguen dando.
Comparte que el ministro Cossío “entiende perfectamente que en el caso mexicano, el derecho ha sido más un horizonte de lucha o de construcción, que una realidad, porque, por ejemplo los representantes del Estado nunca han tenido una cobertura muy buena de todo el territorio”.
Relata lo que para los antropólogos salta a la vista: que en los procesos de justicia, por ejemplo en el agro mexicano, están personajes clave como el cacique, el párroco o el maestro, que representan la voz de la gente.
Una vez conversado eso con el jurista, destaca que eso ha ocurrido porque ha habido lugares en donde la gente no ha tenido acceso igualitario a las cortes o al derecho y justo.
Recalca que si la idea del estado de derecho implica igualdad ante la ley, hay que tomar en cuenta que hay territorio donde hay mucho más acceso a las instituciones del derecho que otras o donde no las hay.
Entonces, plantea que, cuando eso ocurre, la pregunta es ¿cómo se dan esos procesos?; ¿cómo se resuelve el conflicto social cuando el aparato de justicia está distribuido de manera desigual? y ¿cómo esa desigualdad distorsiona el aparato de justicia?
El abordaje de esa situación lo lleva, casi como en gravedad, a hablar de corrupción en la justicia.
Explica que se trata de distorsiones que tienen que ver con la desigualdad del acceso a las instituciones de justicia que ha tenido graves expresiones en sitios como en Reynosa, Tamaulipas, cuando fue asediada por los Zetas.
A la pregunta de ¿cómo entiende un antropólogo la forma en que los mexicanos resuelven sus conflictos?, ¿qué tanto usan las vías formales? y ¿qué tanto las del derecho?, responde que para analizar eso hay que hilar fino y lo hace.
“Acabar con una idea generalizada por ejemplo: a los mexicanos no les gusta la ley o los mexicanos lo que queremos siempre es la ley o lo único que queremos es el estado de derecho, cualquiera de esas dos posturas es al final falsa y al mismo tiempo ambas tienen mucho de verdadero”.
Y es que, señala que, así como puede haber una persona que prefiera “un mal arreglo, que un buen pleito” y llegue a una solución de manera informal a un conflicto para no llegar a instancias legales, también exija igualdad ante la ley, por ejemplo en algo tan simple como cuando esté haciendo una fila para un trámite y de pronto se metan a la fila, antes que él personas que no se formaron.
También llama la atención que, si bien, en cualquier sociedad es deseable e indispensable que haya muchos mecanismos de resolución de conflictos y que la mayoría se resuelven de manera informal, también hay algunos que son alarmantes como los que llegan al extremo del linchamiento y acusan un déficit del sistema de justicia.
El asunto es entender ese tipo de tensiones, subraya.
El también miembro de El Colegio Nacional lleva la plática al tema de la diversidad del país. “Nos cuesta trabajo entender la complejidad de un país como México”.
Expone algunos rasgos de esa complejidad. México y Estados Unidos tienen un grado muy elevado de integración, no solo por la migración hacia ambos lados de su frontera común; asimismo, en diversas regiones del territorio hay tensiones entre campo y ciudad, entre regiones, las que involucran a pueblos originarios, campesinos y comunidades rurales.
“Eso para un antropólogo son buenas noticias, pero para un jurista es muy complicado porque se supone que México se rige por un orden normativo, que es el enunciado máximo de la cual se derivan leyes (la Constitución) y las leyes no deben de ser contradictorias, la una con la otra; entonces, si tienes muchos Méxicos, cómo le haces para que un mismo régimen sirva y si no va a ser un mismo régimen, como diseñas una multiplicidad de regímenes que puedan articularse de manera que pueda funcionar la justicia”.