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Por si las deudas…
En el paquete económico 2024 existe un rubro que resalta por la sensibilidad futura que podría involucrar. Es el caso de la deuda que, como parte de los objetivos de endeudamiento, buscaría según la Secretaría de Hacienda mantenerse en un margen sostenible y viable para el mediano y largo plazo. Así, se estaría en el intento de aprovechar las condiciones financieras globales y mejorar los perfiles de vencimiento con la consecuente reducción de las presiones de liquidez.
Pero para ponerlo en términos planos; para el 2024 el gobierno tiene planeado erogar (gastar) más de lo que está estimando ingresar a las arcas nacionales por impuestos y otras vías. Tal diferencia, tendrá que financiarse y es de ahí de donde surge el dilema de la deuda. Lo que llama la atención es que, en un año netamente electoral, el déficit proyectado sea al mayor que nuestro país haya experimentado en los últimos 36 años. En consecuencia, y como tal dinero que asciende al orden de los 1,864 billones de pesos tendrá que financiarse, el costo de la deuda por igual se ubicará en un máximo histórico no visto desde 1991. Es tan visible dicho gasto que estamos hablando de un servicio financiero a la deuda de alrededor de 1,236 billones de pesos. Este gasto representa un 3.7% de la economía, solo superado por aquel año en donde el gasto llegó a 3.9 por ciento.
¿Pero cuáles son las consecuencias palpables de estas acciones? En primer lugar, estamos en un escenario de contradicción de narrativas; por una parte se ha pregonado desde la administración pública que se vive en un contexto de total austeridad que implica el gasto controlado y, por supuesto, el no endeudamiento. Por otra parte, la capacidad de generación de ingresos del país en su conjunto no está a la par de la maquinaria de gastos e inversiones. Habría que cuestionar fuertemente dicha capacidad con la óptica de visualización de los hoyos negros que están consumiendo una enorme parte del gasto. Ahí, se encuentran deshonrosamente Pemex y CFE sin duda.
Pero en un esquema de estrategia y de inteligente promoción de la inversión productiva, no se debe satanizar el uso de deuda mientras la misma se mantenga dentro de los márgenes de lo manejable. La gran duda aquí es si ese es el caso de nuestro México, sobre todo cuando transitamos a un año de grandes expectativas e incertidumbres. Pero al igual, interesante resulta saber hacia donde se estaría destinando tal monto de gasto y dónde se está dejando de invertir. Y resalta a la vista una reducción pronunciada al sector salud en el orden del 55% precisamente cuando dicho sector está jadeando por respirar ante un cúmulo irremediable de atrasos.
Pero por si las dudas hay que gastar bien en un año de elecciones. No es sospechoso, solamente es notorio y perfectamente criticable.
Twitter: @gdeloya