Caifanes... son leyenda

Con lágrimas en los ojos, portazos en el Foro sol, mucho baile, chichis al aire y sin dejar de corear un sólo tema de Caifanes, el público disfrutó a un grupo que desde el sábado ya es leyenda.

Fue una noche mágica y de reencuentro para algunos; para otros fue su primera vez ante una banda llamada Caifanes que pareciera nunca se separó de manera abrupta en 1995 y que dejó inconclusa su historia.

Será por eso fue la canción elegida para iniciar una noche apoteósica y pocas veces vista en el rock en español.

Caifanes, antes de tocar, ya había roto récords de audiencia y venta de boletos para su concierto en el DF y hasta en Coachella. La pasión por Caifanes se desbordó por dos semanas.

Pero lo importante era verlos en acción. Así, la banda se dejó escuchar como en sus inicios: poderosa, inspirada, imponente. El inicio tenía que estar marcado por el virtuosismo de Alejandro Marcovich. A pesar de ser el malo para algunos fans, quienes lo hicieron responsable de la desintegración de Caifanes, Marcovich se lució y se dedicó a tocar, durante la noche apenas levantó la cabeza, toda su energía estaba dedicada en sacar poderosos riffs de su guitarra.

El caifán mayor, Saúl Hernández, el de la magia y el misticismo, dejó escapar su voz, ésa que estuvo a punto de la muerte pero que el sábado demostró estar más viva que nunca con toda su suciedad. Sabo Romo se divertía con su bajo, Alfonso André maltrataba la batería y Diego Herrera se mantenía muy serio frente a su teclado. Se miraban entre ellos como diciendo No lo puedo creer , ante la euforia de más de 70,000 almas que les aplaudían todo pesé a algunas leves fallas de sonido.

Caifanes hace historia

Fue un viaje místico de casi dos horas por temas como Viento , Antes de que nos olviden , Los dioses ocultos , Detrás de ti y Nubes , canciones que acompañaron a muchos por momentos claves en su vida y lo demostraron coreando y haciendo temblar el piso del Foro Sol ante tanto brinco.

Fueron pocas palabras de la banda y todas de agradecimiento; por fortuna, Saúl Hernández no aburrió con alguno de sus largos discursos, pero fue tajante al pedirle al presidente Calderón que hiciera algo contra la violencia. El vocalista dejó el ego en la maleta, rindieron homenaje a Rita Guerrero y al pianista Eugenio Toussaint con Ayer me dijo un ave .

Parecía como si Caifanes nunca se hubiera ido y fueran aquellos chamacos con sueño de triunfar... y Caifanes continúo con temas como Negro cósmico y Amanece . No complacieron a todos con el set list, pero hipnotizaron a la mayoría.

El chavo que llora y la novia que lo abraza. Ambos cantan. Los cuates que ríen y se toman la chela número diez, se presume la playera de Caifanes, se fuma mota para acompañar las metáforas de Saúl y otros, de plano, desde el suelo sólo levantan el puño mientras se alumbra el Foro Sol con los celulares y la energía de la gente.

Caifanes se despidió tras una hora y medía pero regresó una, dos veces, ellos mismos no querían dejar el escenario, interpretan el himno La célula que explota con el poder en la guitarra de Marcovich y dicen adiós con La negra Tomasa , tan querida pero tan criticada por su ritmo cumbianchero en sus tiempos.

La gente comienza a irse del Foro Sol, en las pantallas todavía se ve a Saúl Hernández cantando con sus arrugas y mirada extasiada. Afuera, los souvenirs de Caifanes se venden como pan caliente y en la calle, pegados a las rejas del recinto, muchas personas escuchan (no ven nada) la música de su banda, algunos hasta bailan con chela en mano: No conseguí boleto pero aquí estoy... Soy caifán a muerte .

Sí éste fue uno de los últimos conciertos de Caifanes, sin duda fue una despedida increíble y emotiva; pero si no, es el inicio de un nuevo despertar para una banda que los fans nunca dejaron morir.

vgutierrez@eleconomista.com.mx