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Arte e Ideas

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Colosio, el vacío asesino

El autor platicó unos minutos con Luis Donaldo Colosio los primeros días de 1994, en? una circunstancia que parecería irreal, pero que los hechos posteriores quizás explicaron.

Bien visto, el asesinato de Luis Donaldo Colosio no fue el de un candidato a la presidencia de la República, sino algo peor: dado que en esa época de partido invencible y de presidencialismo vigoroso, las elecciones sólo eran un trámite y su triunfo era inevitable; por tanto, se trató del crimen de un futuro Presidente de México. La anécdota que voy a contar me viene a la mente porque hoy se cumplen 20 años de su muerte.

Conocí a Luis Donaldo en los primeros días de 1994, cuando visitó una ONG en la colonia Bondojito, en la que colaboraba. Harto de los discursos me salí a tomar aire y a los pocos minutos vi que el candidato también salía al patio y se quedaba parado, a 10 metros de donde estaba tomando el sol.

Mi primera reacción fue la de no acercarme, pues sabía de las reglas de seguridad. Pero después, al verlo ahí solitario, fumando un cigarrillo, por interés y sobre todo por cortesía decidí intercambiar unas palabras con él. No hablamos mucho; la política la dejamos a un lado. Se le veía cansado, preocupado. Movía nervioso el bigote. Tenía la mirada clavada en el piso. Parecía estar harto.

Como sabía que le gustaba la buena música y la ópera, por ahí empecé a hablar con él. Me platicó de su gusto por Moncayo, en especial el Huapango, por su carácter vigoroso y de sus fraseos pegajosos que se identificaban con lo mexicano. Hablamos también de ópera, de La Traviata, de la pieza festiva Libiamo , que es un himno para los trasnochadores cultos. Al candidato le gustaba también Nessun dorma , de Turandot, y obviamente las arias de La bohème. Sus atinos o desatinos políticos eran otra cosa. Descubrí que estaba frente a un candidato que no era común y menos corriente, sino un hombre culto a quien al menos le gustaba la buena música.

LO SORPRENDENTE

Lo sorprendente de todo esto que cuento es que mientras estuvimos hablando –unos 10 minutos–, sus guardaespaldas del Estado Mayor brillaron por su ausencia. Estábamos ahí solos en mitad de un patio grande, en el que cualquiera con malas intenciones hubiese podido atentar contra él. Luego pregunté a los organizadores de la reunión con Colosio si se habían tomado la molestia de revisar a la gente para ver si traían armas. No hubo tal.

Esto contrastaba notablemente con otras experiencias que había tenido con candidatos a la presidencia de la república.

En el caso de Miguel de la Madrid, recuerdo que circulaba por una carretera de Colima cuando fui sacado del asfalto por unos furiosos hombres del Estado Mayor, que me pidieron a gritos identificación y explicaciones de qué estaba haciendo ahí. Me detuvieron 15 minutos bajo el Sol, a una temperatura de unos 30 grados. Todo porque el candidato De la Madrid iba a pasar por ese lugar. Al final circuló por la carretera como a 100 kilómetros por hora a bordo de un autobús foráneo.

Y lo mismo pasaba en la campaña de Carlos Salinas, según me platicaban algunos amigos periodistas que participaron cubriendo la campaña. Al final, por su celo profesional hasta les regalaron un automóvil.

Deduje que a Luis Donaldo lo estaban abandonando a su suerte. No era normal que a un candidato y futuro presidente de la república le hicieran esto.

Después le platiqué a un viejo luchador de izquierda esta anécdota con Colosio. Luego de sopesar mis palabras, contestó: Le están haciendo el vacío. Quién sabe qué vaya a pasar después. Porque a quien le ‘hacen el vacío’ le resulta mortal. Es como si escarbaran la tierra bajo sus pies . Meses después me enteré del asesinato de Luis Donaldo. En efecto, le habían hecho un vacío asesino.

ricardo.pacheco@eleconomista.mx

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