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Conservar la naturaleza generando economía social, un paradigma desafiante para la CDMX

“Antes se decía que las Áreas Naturales Protegidas se tenían que conservar, pero de manera decadente. La idea ahora es tener unidades productivas dentro de esas áreas de preservación, un término que a diferencia de la conservación es un término dinámico que permite más salidas para quienes habitan la zona, evitando que crezca la mancha urbana. El planteamiento es la restauración ecológica y el equilibrio”, señala Columba Jazmín López Gutiérrez, titular de la Corenadr CDMX.

Unidades productivas agrícolas, otro modelo de conservación del hábitat. Foto EE: Rosario Servin

En 2010, el Convenio sobre la Biodiversidad firmado en Nagoya, consideró que las grandes ciudades, como la Ciudad de México, deben generar esquemas de desarrollo y planeación que sean sustentables, que procuren la conservación de los bienes naturales y servicios ecosistémicos de los que dependemos en buena medida; se trata de aire de buena calidad, provisionamiento de agua limpia, alimentos y productos naturales para consumo humano; por otro lado, la regulación del clima, protección del hábitat de cientos de especies y zonas que, por su valor cultural y paisajístico, ofrezcan esparcimiento y bienestar para la población. En la capital del país, a pesar de ser un territorio pequeño, se encuentra el 2% de toda la megadiversidad del planeta y esto lo vuelve un reto mayor.

Se sabe que la constante presión y crecimiento de suelo urbano tiene un efecto considerable sobre las áreas naturales aledañas, su biodiversidad y los servicios ecosistémicos que brindan cuando su desarrollo no está planeado de forma adecuada. El cambio de uso de suelo, que pasa de ser rural o de conservación a urbano, genera una creciente presión para proveer de servicios, muchos de los cuales provienen de nuestros recursos naturales, cada vez más escasos. Este reto en la Ciudad de México se ha asumido a través de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (Corenadr) que, de acuerdo con su titular, Columba Jazmín López Gutiérrez, tuvo un cambio de paradigma.

“Antes se decía que las Áreas Naturales Protegidas (ANP) se tenían que conservar, pero de manera decadente. La idea ahora es tener unidades productivas dentro de esas áreas de preservación, un término que a diferencia de la conservación es un término dinámico que permite más salidas para quienes habitan la zona, evitando que crezca la mancha urbana. El planteamiento es la restauración ecológica y el equilibrio”.

¿Qué es la Corenadr?

La Corenadr pertenece a la Secretaría de Medio ambiente del gobierno de la Ciudad de México, este organismo absorbió a la extinta Sederec (Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades), también a la AZP (Autoridad de la Zona Patrimonio Mundial, Natural y Cultural de la Humanidad), que se volvió una dirección ejecutiva, además de su función de protección de los bosques en territorio capitalino. “Se trata de tres grandes áreas que ahora se conjuntan en una dirección general a través de la Corenadr y que vuelven complejo su esquema”, explica la funcionaria a El Economista.

La Corenadr tiene a su cargo la zona patrimonio de Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta, con cinco grandes clasificaciones: El Sistema de Patrimonio Agrícola de Importancia Mundial (SIPAM), pues tenemos un lugar importante en el mundo por el sistema chinampero y que es biointensivo. La parte biocultural, por la gran cantidad de semillas y especies medicinales; también la parte cultural de los pueblos originarios que están en el sur, además de representar puntos importantes del patrimonio, como el Cuahilama, un sitio arqueológico que fue centro ceremonial xochimilca (nahuatlaca), ubicado cerca del Museo Arqueológico de Xochimilco; las terrazas de Milpa Alta o el señorío del Altepetl de Cuitlahuac, que es hoy Tláhuac, por mencionar algunos.

Por último, tenemos el suelo de conservación, que se trata del 59% del territorio y en el que se consideran también los suelos de uso agrícola. El 100% de la alcaldía Milpa Alta se encuentra en suelo de conservación; para las alcaldías de Cuajimalpa, Tlalpan y Xochimilco representa más de 80% de sus territorios, y 14 y 10% aproximadamente corresponden a las alcaldías Gustavo A. Madero e Iztapalapa.

En el suelo de conservación y las áreas naturales protegidas de la CDMX podemos encontrar diversos ecosistemas, como humedales, bosques, pedregales y pastizales de alta montaña. En estos ecosistemas tan diferentes se calcula que existen más de 2,500 especies, sólo considerando la flora y la fauna, pues si se consideraran a las especies de hongos y microorganismos que habitan en el suelo de conservación, el número de especies sería mucho mayor. Todo esto conforma la diversidad de la ciudad.

Factor de economía social

López Gutiérrez explica que el reto es complejo porque convergen el manejo del medio ambiente y de la población, y la forma de abordar este desafío se denominó Altepetl Bienestar, aquí convergen programas como sembrando vida, que, de acuerdo con la funcionaría, permitió pasar de 170 millones de pesos, que era el valor de la producción de la Ciudad, a 6 mil millones de pesos. “Esto se logra con la buena comercialización”, por ejemplo, el Cempasúchil pasó de venderse 340 mil macetas en 12 pesos, a 5 millones en un promedio de 33 pesos; en términos de miel se tienen 124 unidades productivas catalogadas por la UNAM que permiten una gama amplia con valor agregado. “Por cada peso que se gana en la producción agrícola se ganan 12 dólares en la venta de producto transformado, por eso ahí hay una gran apuesta”. Dijo que hasta ahora son 550 productos terminados, 80 empresas y 20 más con todo el cumplimiento de la Cofepris para poder llegar hasta la exportación.

“Con esto tenemos valor agregado, mercado justo, local y competitividad”. Argumenta que una empresa rural se trata de autoempleo, “el capital social y solidario a través del cooperativismo es algo muy clásico en México, y va desde pequeñas empresas, hasta las más grandes, sin embargo, no se habla de ello, lo que estamos tratando es de gestionar la economía circular”. Para ello este programa también genera sus propias soluciones como compostas.

Por ejemplo, el biofertilizante que usan los productores viene del bordo poniente, ahí se compostea y diario se traen 80 toneladas a la Corenadr para luego repartirlas, “hasta ahora se han otorgado 28,500 metros cúbicos de biofertilizante. También se hacen los pagos por servicios ambientales a ejidatarios y comuneros”.

Otra línea de este programa es la investigación, aquí se cuenta con cinco laboratorios: De suelos y agua; de biología, de geoestadística, el laboratorio forestal, y el biobanco de germoplasma. Además de un equipo de drones e hidrodrones para análisis de suelos, detección de plagas, modelos 3D para puntos de infiltración de agua, biofertilización de suelos y monitoreo para zonas con problemas de tala ilegal. “La Corenadr pasó de ser una institución a punto de morir, a una institución que incluso tiene investigación. Están por publicarse 15 artículos en diferentes revistas internacionales, está por comenzarse el Atlas de Suelos, la publicación de 16 libros con diferentes plantas medicinales, la guía de especies en peligro de extinción y viene el Congreso Nacional Estrategias de Conservación de los Socioecosistemas los próximos 18, 19 y 20 de octubre”.

Concluye que esto es apenas un ejemplo de lo que esta Comisión gestiona todos los días y que sería importante que la ciudadanía conozca, también se suman proyectos como las brigadas contra incendios, que ahora se dividen en cuadrantes, “de 1,200 brigadistas, se tienen 4,200 con un apoyo de entre 6 mil y 8 mil pesos, además se ha reforestado el equivalente a 21 veces Chapultepec y se tiene una unidad de manejo ambiental de 15 especies que están en peligro de extinción, además se limpiaron el equivalente a 500 kilómetros de canales, entre muchas otras acciones”.

nelly.toche@eleconomista.mx

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