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De Iztapalapa al Chingadazo, el viaje de la toponimia

Hoy día la cultura popular de nuestro país ha adoptado vocabulario de naciones extranjeras o bien palabras que podrían considerarse altisonantes, a fin de renombrar territorios previamente denominados con topónimos indígenas.

Hoy día la cultura popular de nuestro país ha adoptado vocabulario de naciones extranjeras o bien palabras que podrían considerarse altisonantes, a fin de renombrar territorios previamente denominados con topónimos indígenas.

Otros factores que influyen en este cambio lingüístico son la discriminación hacia este sector de la sociedad, la migración y el reducido número de hablantes indígenas, de acuerdo con información que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) da a conocer con motivo del Día de las Poblaciones Indígenas (9 del presente).

Prueba de ello son nombres como The Flower Game (Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco), Nuevo Hawai (Villa González Ortega, Zacatecas), Nueva Grecia (Chicomuselo, Chiapas), Salsipuedes (Acapulco de Juárez, Guerrero), La Chingada (San Miguel de Allende, Guanajuato) o El Chingadazo (Gómez Farías, Tamaulipas).

Estas denominaciones describen la nueva inclinación de la toponimia, antiguamente de valioso carácter descriptivo, fonético e histórico.

Los topónimos, términos mediante los cuales se asignan nombres descriptivos a localidades, contienen información referente a las propiedades del terreno, características climatológicas, flora y fauna, así como información de tipo religioso. Algunos ejemplos son Acapulco (lugar de cañas gruesas), Chapultepec (lugar del cerro del saltamonte) o Iztapalapa (río de lajas o losas).

De acuerdo con datos del Inegi, la toponimia se ha divido en varias etapas. Actualmente no existe una contabilidad precisa respecto al número de lenguas indígenas que han desaparecido, empero se ha estimado que a partir de la colonización española se han superado las 100 lenguas extintas, ya sea por la dispersión geográfica, la nula transmisión a nuevas generaciones, entre otros.

A través de los siglos de historia nacional los nombres asignados durante el periodo prehispánico y la expansión del imperio azteca, sufrieron una posterior transformación durante la conquista española, ya sea por adaptaciones fonéticas, la adición de nombres de santos al topónimo original por parte de misioneros evangelizadores, o bien por la combinación de términos hispano-indígenas.

De este modo, se dio paso a una nueva etapa durante la época de la colonia. Dentro de ésta, las denominaciones toponímicas respondieron en mayor medida a las actividades económicas de la región (Carboneros y La Nopalera), a nombres de localidades preexistentes en España y a nombres de conquistadores y evangelizadores (Alvarado y Quiroga).

De igual manera, en fases posteriores a la colonización las alteraciones a los apelativos obedecieron a hechos históricos del país que, a su vez, gestaron personajes heroicos cuyos nombres también fueron adoptados por la toponimia (Independencia, Reforma, Revolución).

En México se encuentran presentes 89 lenguas indígenas, siendo el náhuatl, el maya y las lenguas mixtecas las que concentran mayor cuantía de hablantes. Asimismo, se tiene conocimiento de que en el país habitan 6.7 millones de personas, de cinco años y más, que hablan alguna lengua indígena, es decir, 6.5% del total de población.

Los estados que albergan mayores porcentajes de hablantes de lenguas indígenas son: Oaxaca, con 30.6%; Yucatán, 27.4, y Chiapas, 23.7 por ciento. Por el contrario, los de menor porcentaje son Aguascalientes, Coahuila y Guanajuato, con 0.2, 0.22 y 0.27%, respectivamente.

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