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Arte e Ideas

Lectura 5:00 min

De safari por Tepito y... ¡salí vivo!

Cuatro horas de tour por el barrio bravo del DF, donde se busca retar al espectador y realizar una intervención artística.

Ora ¿qué mamada es ésa? , dice uno de los vendedores de piratería que ve la fila india de visitantes caminar por su terruño. Otro se burla: Aguas, ésos son rateros , mientras le da una fumada a su bacha de mota y vende sus bluray en tres pesos.

Así empieza el Safari por Tepito, una idea que nació en Holanda y que el actor Daniel Giménez Cacho activó en Tepito en un experimento o intervención teatral que busca sacar de la comodidad al espectador y crear un proyecto social para mostrar la cara amable del barrio.

Tenía 13 años, iba a comprar unos Nike, y sí, claro, me asaltaron. Regresé muchas veces después a Tepito, a la meca de la piratería y venta ilegal y legal de miles de productos. El lunes volví a la selva tepiteña con más curiosidad que miedo y salí vivo.

Dos reglas nada más: todos vamos juntos y cuidado con las motos, diablos y coches, porque Tepito es de tres de sentidos .

La cita es a las cinco de la tarde abajo del reloj del metro Garibaldi/Lagunilla, entre la gente y el bullicio de la hora y se pide ropa cómoda para el trayecto.

Comienza el safari. Somos 10 personas y la actriz que nos acompaña dice que al mismo tiempo han partido otros tres grupos con el mismo número de espectadores.

Calles sucias, tianguis, diablos, motonetas y la gente de Tepito que nos mira, invasores de su barrio que no pasan inadvertidos por nadie.

La primera parada es una vecindad. Ahí vive Mayra Valenzuela, una de las Siete Cabronas de Tepito. Mi fotógrafo no pasa, por espacio, el guía le dice Calma, estás seguro . Germán se ríe. He ido a lugares peores , responde.

Entramos al pequeño departamento decorado con Fridas, un San Juditas, una pantalla de plasma y en medio un burro de planchar. Se reparten tostadas de tinga de pollo para el espectador.

Mónica del Carmen es actriz, Mayra Valenzuela no; ella es parte del experimento teatral, es tepiteña y lo hace bien al dramatizar situaciones sobre los derechos humanos y casos como el Bar Heaven o el de Yakiri (la joven que mató a su agresor).

Salimos acompañados por la Carbona. Ustedes pegaditos , vuelve la recomendación; los organizadores se ven más preocupados que los espectadores.

Vamos a la iglesia La Conchita y a la vecindad de Peralvillo 15, una de las más antiguas del barrio, donde, se dice, vivió Jaime Nunó. Hay un intercambio de guías y continuamos.

Camina, yo te sigo y checo que no te vayan a ribetear (a barrer con la mirada), dice Monica y avanzamos. Ya es tarde, los puestos y lonas caen al suelo, las motonetas vuelan por las calles donde se vende pornografía, chelas y juegan los niños entre basura, ropa, indigentes y olor a mota.

El recorrido no tiene nada de peligroso; es más, los tepiteños se burlan: Sácame una foto, güerita , Órale culeros y ¿Viene alguien famoso? Seguro somos su diversión.

De pronto aparece una banda de motos, subimos como podemos y comienza el viaje a toda velocidad por las calles. Paramos en Tlatelolco, la policía nos corre y mejor pasamos a la Plaza de las Tres culturas, donde hablan de su relación con Tepito, nada fuera de este mundo.

En el segundo punto, en la casa donde se aparece Daniel Giménez Cacho, a quien mucha gente reconoce y saluda, comienza un montaje de 40 minutos sobre el abuso sexual y la desintegración familiar. Reparten tortas de jamón, sin queso.

Se acerca un niño, lo abraza una reportera. El dealer, por lo menos eso parece, nos ribetea mientras que la noche ya ha caído en el barrio, el que dicen es uno de los más peligrosos del mundo; pero nada, no pasa nada.

EL BARRIO ES PURO AMOR

En el tour conocemos a la vendedora de bolsas piratas, al de chelas y al comerciante que no deja de hablar y pone un video con una parodia de Enrique Peña mientras baila danzón en plena calle ,sorteando a los automóviles mientras, en el aire, sigue oliendo a mota.

Por último, un espectáculo con los de las motonetas y en las sombras los cuatro grupos nos reunimos en una cancha de frontón. Todos se ven alegres, tepiteños y actores. El safari ha terminado, faltan unos tacos, pero ya es muy tarde y mejor nos despedimos.

Pero me detiene la reina del albur, Lorena Ruiz, y dice: Ya viste, no pasa nada. Es hora de que los reporteros dejen de mentir… Tepito es puro amor y también hay cultura . Se ríe y se va.

Safari por Tepito es una interesante intervención artística con ideas valiosas que sin duda impactarán al barrio. Sin embargo, de pronto parece un paseo inocente. Para hipsters, dice mi fotógrafo. Puede que tenga razón. Es un espectáculo para la gente que nunca se ha parado en Tepito y que se sorprenderá ante el escenario. Pero quien ha ido sabe que el barrio bravo no se pude conocer en un tour turístico nice, donde los organizadores tienen más miedo que los que vamos caminando y donde, creo, falta una mayor intervención de la gente de Tepito.

Sin embargo, repito, la experiencia vale la pena: Giménez Cacho logra intervenir artísticamente a uno de los barrios más famosos y castigados de México. Y, al mismo tiempo, sensibilizar al espectador y sacarlo de su letargo, ése que se acompaña de una lujosa butaca, textos inocuos, musicales de Broadway y un mundo de fantasía… Por lo menos, Tepito es real.

vgutierez@eleconomista.com.mx

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