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Francis Kéré, el primer arquitecto africano y negro en ganar el Pritzker

Este martes, el máximo galardón para la labor arquitectónica en el mundo reconoció la obra del edificador burkinés, cuyo trabajo está condicionado por una vida de migración y carencias, y quien ha entregado lo mejor de su obra al continente que lo vio nace.

Una vez más, el Premio Pritzker de arquitectura, el galardón de mayor prestigio en el mundo para la disciplina, depositó sus laureles en el trabajo de vivienda social y sostenible, aunque esta vez en una oportunidad sin precedentes en las más de cuatro décadas del galardón, después de que la mañana de este martes, el arquitecto, académico y activista social burkinés Diébédo Francis Kéré (Burkina Faso, 1965) se convirtió en la primera persona africana y de raza negra favorecida con este premio fundado en 1979.

La vida de Francis Kéré, como parte del sur social, estuvo atravesada por la necesidad de movimiento. De acuerdo con el portal Ethic, fue el primero en aprender a leer en el poblado de Gando, una comunidad de no más de 3,000 habitantes, donde su padre era jefe de la comunidad, desde donde tenía que desplazarse 40 kilómetros para asistir a la escuela. Una beca de nueva cuenta lo desplazó hacia el norte, a Irlanda, donde finalmente pudo estudiar arquitectura.

Las primeras obras que Kéré emprendió precisamente tuvieron que ver con las condiciones en las que creció y con su pueblo natal. Quería ofrecer instalaciones dignas para que los niños de su pueblo pudieran recibir educación en las mejores condiciones posibles y sin tener que moverse de su localidad.

Para ello, comenzó a recolectar dinero entre sus compañeros de estudios y por otras vías próximas hasta reunir lo necesario para emprender su primer proyecto arquitectónico, mismo para el que retomó los materiales tradicionales de construcción, pero con la técnica aprendida y con ayuda de la comunidad, crearon ladrillos de tierra que le dieron a la estructura una mejor resistencia ante el clima. Colocó tejados metálicos, pero volados, para permitir la ventilación de la escuela y reducir al azote de las altas temperaturas en los hogares en su pueblo en Burkina Faso.

Así gestó la Escuela Primaria de Gando, obra que en 2004 recibió el Premio Aga Khan de Arquitectura, un galardón internacional entregado a proyectos del mundo musulmán o relacionados con este.

Palabras del ganador y el jurado

“Espero cambiar el paradigma, motivar a la gente a soñar y tomar riesgos. No porque seas rico tienes derecho a desperdiciar material. No porque seas pobre no debes tratar de crear algo de calidad”, son declaraciones del ganador difundidas por el portal del Pritzker. “Todos merecen calidad, todos merecen lujo y comodidad. Estamos interrelacionados y los problemas climáticos, la democracia y la carencia deben ser preocupaciones de todos”.

Por su parte, el jurado del Pritzker dijo sobre la obra de Kéré: “él sabe desde el interior que la arquitectura no se trata del objeto sino del objetivo, ni del producto sino del proceso. Todo el cuerpo de trabajo de Francis Kéré nos muestra el poder de los materiales arraigados a su sitio. Sus edificios son productos de sus mismas comunidades, desde su construcción, los materiales, hasta sus programas y características únicas”.

Gran parte de la obra de Kéré se ubica en África, en países como Burkina Faso, Mali, Togo, Kenia, Mozambique y Sudán. Algunas de las obras que destacan son la Escuela Primaria de Gando, en Burkina Faso (2001); el Parque Nacional de Mali, en Bamako Mali (2010); el Centro de Salud y Bienestar Social, en Laongo, Burkina Faso (2014); el pabellón Serpentine 2017, en Londres, y el Instituto de Tecnología de Burkina Faso, en Uagadugú (2020).

El acta del jurado continúa: “en un mundo en crisis, pero también en medio de cambio de valores y generaciones, (Kéré) nos recuerda lo que ha sido, y sin duda seguirá siendo, un pilar de la práctica arquitectónica: el sentido de comunidad y la calidad narrativa que él mismo es capaz de reunir con compasión y orgullo. Así, proporciona una narrativa a través de la cual la arquitectura puede convertirse en una fuente de felicidad y alegría continua y duradera”.

ricardo.quiroga@elecnomista.mx

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